2008/06/02

Benno Ohnesorg, 2 de junio de 1967


Su nombre significa despreocupado. Benno Ohnesorg, estudiante de veintiseis años, está a punto de acabar su tesis de final de carrera. Se ha casado el mes pasado, su mujer espera un hijo. En este 2 de junio de 1967, se presenta, como otros miles, delante de la ópera de Berlín oeste para protestar contra la representación especial de la Flauta mágica, ofrecida al shah de persia y a la emperatriz Farah. Los diarios de prensa controlados por Axel Cesar Springer anuncian que Berlín espera la mayor manifestación de protesta desde 1932. Los cascos prusianos son más numerosos que cuando la visita del presidente Kennedy. Las pancartas denuncian el régimen iraní y cada consigna es reforzada con el lanzamiento de huevos rellenos de pintura que estallan contra las fachadas acristaladas de la nueva ópera. Rudi Dutschke, el líder del movimiento, mechón negro y ojo brillante, subido a una valla tiene, megáfono en mano, un discurso vindicador. Las leyes de excepción son abucheadas, el parlamento ridiculizado. Los cascos prusianos a caballo reciben la orden de cargar sobre la masa en la calle Bismarck por ambos lados a la vez. Es un sálvese quien pueda generalizado. Ohnesorg se refugia junto con algunos amigos en el patio interior de un edificio. Este es el testimonio de Erika S***:
“El hombre de la camisa roja [Ohnesorg] tenía la cara girada hacia la calle desde el patio interior del edificio en el número 67 de la Krummestrasse, detrás de un VW. Llevaba en la mano un trapo blanco, intentaba visiblemente alcanzar la calle. Dos funcionarios de uniforme que se encontraban detrás del coche con la porra en la mano intentaban impedírselo (…) Y entonces desde la parte oscura del patio ha aparecido un grupo de personas de paisano y policias sujetando de pies y manos a otro jóven. Entre el momento en que he visto al hombre de la camisa roja y la evacuación del segundo han pasado unos segundos. En ese preciso instante mi visión estaba completamente despejada. Entre el hombre y yo, estimo una distancia de unos seis u ocho metros. De pronto, un funcionario de uniforme ha asestado por detrás un golpe con la porra en la cabeza del hombre de la camisa roja. La víctima se ha desmoronado lentamente sobre sí misma y los dos policias han venido por cada lado de la VW para golpear entre tres al hombre tendido en el suelo. Un policia le pisaba la mano y el brazo derecho, mientras que los otros le daban patadas en el estómago. Mientras que esto pasaba, he oído una detonación que en un primer momento no he tomado por un disparo. Por eso no sé en qué momento ha sido el disparo. Me he acercado al hombre que yacía en el suelo y me he inclinado sobre su izquierda. Cuando he levantado los ojos sobre los funcionarios, les he rogado suavemente que: “no me peguen, por favor, llamen una ambulancia”. El policía que se encontraba a la izquierda del hombre de la camisa roja se ha dirigido lentamente hacia la calle (…). He buscado una herida y la he encontrado cerca de la oreja derecha. De esta oreja también caía sangre. Le he tomado el pulso, estaba muy débil, le he abierto un párpado pero no le he visto la pupila. He pensado que tenía una fractura de cráneo. Sus labios se movían, y he supuesto que quería decir algo. Me he acercado, pero no he percibido más que un estertor.”
Quien disparó, K***, se sintió amenazado cuando alojó una bala en la cabeza de Ohnesorg. La muerte de éste –a pesar de su nombre sibilino- provoca nuevas manifestaciones, además de una reunión extraordinaria del Senado de Berlín en presencia de los rectores de las dos universidades. Al jefe de los cascos prusianos se le despacha dándole las gracias, pero cualquier tipo de concentración es prohibida. Los estudiantes ocupan entonces los anfiteatros y preparan una discusión sobre la democracia. Para el funeral de Ohnesorg, se organiza un cortejo desde Berlín a Hannover a través del corredor de Alemania del este. El movimiento de protesta se extiende a otras universidades alemanas. Se ataca sobre todo al periódico Bild que tiene una tirada de cuatro millones y medio de ejemplares. El mismo desde donde Axel Cesar Springer denuncia diariamente el peligro que suponen los estudiantes. Por ejemplo, este Rudi Dutschke: ¿por qué no vuelve a la Alemania oriental de dónde ha escapado?