2011/02/20

Última carta de Ulrike


[Última] Carta de Ulrike a los prisioneros de Hamburgo
13 de abril de 1976
Empezamos a estar hartos del punto de vista de clase que mantienes y con el que solo buscas hacerte el interesante.
No se trata de una cuestión de definiciones, sino que la lucha, lo fundamental, ha sido eliminado.
Tal punto de vista no existe, es solo una tarima desde la que hablas y que poco tiene que ver con lo que nosotros queremos, lo que nosotros queremos es la revolución. Esto significa que existe un objetivo, y en relación a este objetivo no existe ningún punto de vista sino movimiento, lucha; la relación con el ser, como bien dices, significa luchar.
Está la situación de clase: el proletariado, la proletarización, el desclasamiento, las humillaciones, las ofensas, las expropiaciones, el servilismo, la pobreza.
Puesto que bajo el imperialismo las relaciones están completamente atravesadas por el mercado y que la sociedad, por medio de los aparatos represivos e ideológicos, está sometida a un proceso de estatalización todo esto hace que no exista ni un tiempo, ni un lugar desde donde poder decir: de aquí parto.
Existe la ilegalidad igual que las zonas liberadas; pero la ilegalidad como posición ofensiva para la intervención revolucionaria tampoco te la encuentras dada. Esta ilegalidad es un momento del ataque, es decir que sin este momento no habría ataque.
El punto de vista de clase del que hablas es en realidad el mismo que el de la política exterior soviética que afirma representar el punto de vista del proletariado mundial y el modelo de acumulación de la Unión Soviética, definido como socialista.
Es el punto de vista -la apología- del socialismo de un solo país es decir una ideología que proviene de la seguridad del dominio de una dictadura que no se ha afirmado al ataque buscando el enfrentamiento con el imperialismo, sino de manera defensiva, derivada de las constricciones impuestas por el aislamiento.
Podrás decir que la política soviética, interior y exterior, era históricamente necesaria, pero no puedes asumirla como un punto de vista de clase en términos absolutos.
El punto de vista de clase -es decir, el interés, la necesidad, la misión de la clase de luchar por el comunismo, para poder vivir- va implícita en su política. Incluso podría decir que es superada en sí misma. Pero esto es un contrasentido. Punto de vista y movimiento se excluyen el uno del otro. El punto de vista es una afirmación, un recurso, un subterfugio a modo de justificación.
Este punto de vista afirma que la política de clase se deriva de la economía y esto es falso. La política de clase es resultado del conflicto con la política del capital; la política del capital es una función de la economía. Destaco en Poulantzas, que lo ha entendido correctamente, cuando dice que las funciones económicas del Estado forman parte de la función represiva e ideológica -es decir, de la lucha de clases.
La política de clase y su lucha contra la política del capital y no contra la economía, que directamente o por medio del Estado la proletariza.
El punto de vista de clase del proletariado es la guerra, esto es una contradictio in adjecto, una tontería.
La Unión Soviética habla de punto de vista de clase, puesto que quiere subsumir su política de Estado en la lucha de clases.
Yo diría que esto es la capitalización de la política exterior soviética. Lo que significa que pueden ser aliados en el proceso de liberación, pero nunca protagonistas.
El protagonista no mantiene un punto de vista, tiene un objetivo. Pero el “punto de vista de clase” es siempre un obstáculo, la afirmación y la imposición, por medio de un aparato de partido, de un concepto de realidad que no se corresponde con la realidad experimentada y experimentable: afirma, de hecho, una posición de clase sin lucha de clases. Dices que “a partir de esta posición se tendrá que actuar”, y todavía no se ha actuado aún.
En 1969 han sido los grupos M-L, “KSV”, “AO” que con el “punto de vista de clase” han despolitizado el movimiento político en las universidades, sosteniendo como correcta una política a la que ningún estudiante se podía realmente adherir.
Ha sido una posición liquidadora del movimiento de protesta anti-imperialista.
Pienso que lo horrible del concepto y de su contenido está en el hecho que excluye la identificación emocional de la política proletaria como posibilidad.
Es un catecismo.
Nosotros no partimos de un punto de vista de clase cualquiera, sino de la lucha de clases como principio de toda la historia y de la guerra de clases como realidad, en la cual, la política proletaria se realiza, como hemos experimentado, solo en la guerra y a través de la guerra.
El punto de vista de clase puede ser solo el movimiento de la clase en la guerra de clases, el proletariado mundial que combate armado, en realidad sus vanguardias, los movimientos de liberación.
O como dice Jackson: “connections, connections, connections”, por lo tanto, movimiento, interaccción, comunicación, coordinación, luchar juntos, estrategia.
Todo está paralizado en el concepto de “punto de vista de clase” y así lo usas y buscas convencernos. Pero deberías saber que no hay nada más desagradable que apabullar a alguien con palabrería.
O lo que es lo mismo: el punto de vista de clase es un punto de vista triunfalista.
Es cierto que también tiene algo de heroico, pero nosotros no estamos en esas, estamos por la eficacia.
Pero basta ya, esto es como hablar con las paredes, no tiene ningún sentido, lo único que busco es bajarte de tu pedestal.
Baja, deja de darte esos aires.

13.4 Ulrike

2011/02/07

Fuimos tan terriblemente consecuentes... (2)

En esos momentos también sabía cómo podía localizar a la gente del Movimiento 2 de Junio. Pero alguien se olvidó de vaciar un buzón clandestino o me había dado uno equivocado y el contacto no llegó a realizarse nunca. Esta gente tal vez hubiera sido más adecuada para tí. Eso ya lo ha dicho mucha gente; el caso es que la historia siguió otro curso.

Tenía casi veinte años. En cada una de estas fases también podría haber ido por caminos muy diferentes, pero para mí fue decisivo el movimiento antiautoritario: las nuevas formas de vivir, viviendas en comunidad, la música de los Stone, pelo largo; todo esto tenía una gran atracción sobre mí. A esto se le añadió el socialismo y otras teorías revolucionarias, sobre todo el nuevo sentido de la justicia nacido de la revuelta. Frecuenté un grupo de Socorro Rojo, participé en la okupación de una casa, en la calle Eckhoff, una casa pertenceciente a la nueva Heimat.
Éramos activistas, pero también realizábamos trabajos sociales con los sin techo o con niños de centros de acogida. La policía y la prensa de Springer se echaron juntos sobre nosotros -algunos tuvieron que ir un año a la cárcel, y fue una casualidad que yo no estuviese entre ellos-. En esos tiempos teníamos la sensación de que realmente aún podíamos cambiar algo, aunque ya se dibujaba el retroceso del 68 y el aparato represor golpeaba cada vez con más fuerza.
Con ese trasfondo, la RAF nos parecía especialmente digna de crédito; al fin y al cabo, los camaradas ponían sus vidas en juego por sus convicciones. Predominaba un acoso increible, cuando fueron detenidas las primeras personas de la RAF. Ya solo por eso pensábamos: ahí tiene que haber algo si se les acosa tanto. Fueron muchas motivaciones diferentes las que en mi caso me llevaron a interesarme por la RAF. Pero mi primer paso fue irme a Berlín.
Yo también estaba en 1974 en Berlín y recibí en la mani por la muerte de Holger Meins, por primera vez, una verdadera paliza. Situaciones así las ha vivido mucha gente, pero fueron muy pocos los que se fueron a la RAF.
Ahí nos podríamos haber encontrado. Nunca he olvidado aquella época en la que estuve en el centro juvenil, en la calle Postdammer. Estaba en marcha la huelga de hambre.
Habiamos movilizado, desde Amnistía Internacional hasta al párroco Albertz, todo lo que se podía movilizar. Yo estaba ahí, en ese centro juvenil, encima de la mesa -no había tarimas- y estaba dando un discurso.
En ese momento entra alguien y dice: Holger ha muerto. A mi -y no solo a mi- se me saltaron las lágrimas. Algunos, que por lo demás se consideraban más bien críticos con la RAF, empezaron enseguida a hacer cócteles molotov y nos fuimos directos hacia la Ku'damm.
Cuando estos empiezan a matar a los presos o les dejan que se pudran, entonces se tiene que hacer otra cosa, pensábamos nosotros. Todo lo que yo había hecho relacionado con los presos políticos se había vuelto, simplemente, ineficaz. Así no se podía seguir. Mi última actividad política en la legalidad fue participar en la organización en el entierro de Holger Meins. Esto significó para mi el traspaso de un umbral.

2011/02/03

Fuimos tan terriblemente consecuentes... (1)

Fuimos tan terriblemente consecuentes -cuando lo importante hubiera sido demostrar nuestra fuerza humana y nuestra generosidad- y políticamente tan poco radicales, hasta inofensivos, a la hora de subvertir las condiciones sociales y hacerlas tambalearse.
Stefan Wisniewski en una conversación acerca de la historia de la RAF.

 [...] ¿Cómo fuiste a parar a la RAF?
Por lo que a esto se refiere, primero tengo que explicar cómo llegué al movimiento antiautoritario. Yo nací y me críe en los años cincuenta en un pequeño e idílico pueblo de la Selva Negra, hijo de un preso polaco condenado a trabajos forzados. Ninguna historia espectacular; en Polonia solo hubiese sido uno entre cien mil, pero en este pueblo mi madre me inculcaba: "No se te ocurra explicar nada de la historia de tu padre, si no tendrás problemas". En aquel lugar había algunos antiguos hombres de las SS y de las SA y simpatizantes, que formaban parte de los ciudadanos más respetados. Mi padre solo sobrevivió ocho años a  la "muerte a través del trabajo" tras su liberación del campo de concentración; yo entonces era todavía un bebé y mi hermana estaba en camino. Mi madre me quería educar sin odio. Pero "callar", aunque solo fuese con buena intención, tampoco era la solución. Sea como fuera, por diferentes causas estuve iternado durante un periodo corto en un centro para chicos "difíciles". La mayoría de los niños de allí procedían de las capas sociales más bajas, muchos de color, hijos de antiguos soldados norteamericanos, también había gitanos y hasta un chico de origen polaco. En el centro debíamos aprender un oficio, con maestros que nos trataban con expresiones como: "Con Hitler hubiésemos cortado por lo sano con vosotros". Siete veces me escapé de allí en un año, y algunas veces fui capturado de nuevo tras aventuradas persecuciones de la policía. Cuando por fin pude dejar esto atrás, con ayuda de mi madre, me fui a Hamburgo y allí me hice a la mar. No era nada romántico; de esta manera he conocido la miseria en el tercer mundo, cuando en los puertos africanos, hombres mayores venían a bordo y ofrecían a sus mujeres a cambio de restos de comida. La gente que no sienta vergüenza ante esto, se le debería echar como alimento a los tiburones. Me quedé luego en Hamburgo, realicé diferentes trabajos y fui a la escuela nocturna.

Fragmento de Una conversación acerca de la historia de la RAF publicada al castellano por Virus editorial