2008/02/29

Extracto de la declaración de Meinhof en el proceso de Berlin-Moabit




La dialéctica de la revolución y de la contra-revolución.
Es la dialéctica en la que se sitúa la estrategia de la lucha contra el imperialismo. Es por medio de la defensa, por la reacción del sistema, por la escalada de la contra-revolución, por la transformación del estado de excepción político en estado de excepción militar, que el enemigo se desenmascara, muestra su verdadero rostro; conduciendo así, por su propio terror, a las masas a rebelarse en su contra, reforzando las contradicciones y haciendo la lucha revolucionaria ineluctable.
Como dice Marighela: "el principio de base de la estrategia revolucionaria en las condiciones de una crisis política permanente, es el de desarrollar, tanto en las ciudades como en el campo, tal cantidad de acciones revolucionarias que el enemigo se vea obligado a transformar la situación del pais en una situación militar. De esta forma, la insatisfacción se extenderá a todas las capas de la población, y los únicos responsables de lo más despreciable serán los militares".

2008/02/27

Apuntes biográficos sobre Ulrike Meinhof


A la hora de integrarse en la RAF, Ulrike Meinhof posee la particularidad de tener un pasado bastante largo como militante y haberse beneficiado en tanto que editorialista de Konkret de una cierta notoriedad en el seno de la izquierda alemana. Sin embargo, en tanto que antigua militante del KPD[1], representa otra tendencia. Las relaciones entre el KPD y el SDS nunca han sido muy estrechas: Ulrike Meinhof y su marido, acusados de querer instrumentalizar el SDS en beneficio del KPD, fueron excluídos de la organización estudiantil. Hasta 1967, Ulrike Meinhof ha permanecido pues al margen de esta izquierda antidogmática que estuvo en el orígen del movimiento estudiantil.

Ulrike Meinhof creció en un medio socialdemócrata de izquierdas. La mujer que se hizo cargo de su educación tras el fallecimiento de su madre, Renate Riemeck, militaba desde el final de la guerra en el SPD que abandonó tras el congreso de Bad Godesberg. Con otros disidentes del partido, fundó el DFU[2] y se implicó en la lucha contra la rearme de Alemania y contra su ingreso en la OTAN. Ulrike Meinhof ha participado desde muy jóven en la lucha contra el rearme militar y nuclear que reunía por aquel entonces principalmente por igual a cristianos progresistas que a comunistas. Con Peter Meier, estudiante de teología, y Jürgen Seifert, estudiante de Ciencias Políticas, publica durante el año 1958 en Münster un periódico panfletario, Das Argument, que defiende la causa antinuclear. En Enero de 1959, Ulrike, elegida delegada por sus compañeros de Münster participa en un congreso de estudiantes contra la bomba atómica en la Universidad Libre de Berlin, que reúne a 318 delegados que representan a los 20 comités del movimiento antinuclear de Alemania Occidental y de Berlin Oeste. Allí conoce a Klaus Rainer Röhl, miembro del KPD y director de la revista Konkret quien, próximo a la izquierda comunista, defiende la causa antinuclear. Ya desde Septiembre de 1959 Ulrike empieza a escribir artículos para la revista. Un año más tarde se convierte por entero en miembro de la redacción y deja Münster para instalarse en Hamburgo, abandonando de esta manera sus estudios.

Desde ese momento milita en el KPD y se hace redactora jefe de Konkret. En Diciembre de 1961, Ulrike Meinhof se casa con Klaus Rainer Röhl y tienen, poco tiempo después, dos niñas. Empieza a realizar emisiones tanto para la radio como para la televisión, y escribe a veces artículos para importantes periódicos o revistas. Evoluciona entonces entre la burguesía “intelectual y progresista de Hamburgo”. Durante varios años, Ulrike llevará al mismo tiempo y sin aparente contradicción su carrera de periodista y su vida militante. Sin embargo, su vida privada, relativamente burguesa, le parece cada vez más opuesta a su compromiso. Su relación con Klaus Rainer Röhl se degrada, personaje este bastante cínico que ha llegado al punto de introducir “rúbricas pornográficas” en Konkret[3] para poner así remedio a la situación deficitaria de la revista. En Diciembre de 1967, Ulrike marcha para Berlin con sus dos hijas y deja de ejercer actividades como redactora jefe en Konkret pero sigue escribiendo con regularidad artículos para la revista aún durante un año más.

A partir de 1967/68, Ulrike Meinhof orienta su periodismo hacia uno de tipo social. Escribe denunciando la miseria de la escuela, de las viviendas obreras, de las cárceles, de los centros de menores, lo que le acerca a los militantes del SDS y a grupos de intervención movilizados en este terreno. Es para situarse en el corazón de la revuelta que ha cambiado Hamburgo por Berlin. Cuando en 1968, el KPD es legalizado bajo las nuevas siglas de DKP, abandona su pertenencia al mismo. Aún siendo percibida por muchos en esencia como periodista, participa en el movimiento estudiantil no sólo como testigo sino en tanto que actor. También ella será acusada de participar en las violentas manifestaciones contra Springer. Como recuerda su hermana, ya no basta con “escribir sobre…”, quiere “trabajar con…”. Uno a uno, va cortando con todos los hilos que la unían con su vida anterior y con cierta sociedad: la familia, la pareja, el éxito profesional…

Es entre 1968 y 1970 que se tejen los primeros lazos entre Ulrike Meinhof y los futuros miembros de la RAF, mientras que durante el transcurso de intensas discusiones la concepción de la guerrilla urbana aparece y se impone como perspectiva política. Para Ulrike Meinhof, quien siempre ha demostrado en extremo ser consecuente, el paso a la lucha armado se inscribe como continuación de su compromiso. A partir del momento en el que esta política le aparece como justa y necesaria, el paso a la práctica se impone. En este sentido, pese a las apariencias, no existe ruptura en la trayectoria política de Ulrike, sino que bien al contrario una remarcable continuidad. Es la pertenencia de Ulrike Meinhof al grupo lo que permite establecer un hilo conductor entre la RAF y la izquierda de los años cincuenta que combatió contra el rearme, izquierda que se ha sentido despreciada por la nueva orientación adoptada por el el partido socialdemócrata.

Ulrike Meinhof no es representativa de la primera ola de militantes de la RAF quienes, en su mayoría, se han politizado con el movimiento estudiantil. Es inútil buscar las razones del compromiso político en el terreno de la psicología y en los azares de la biografía del individuo aislado, en la parte de su vida que no le pertenece, la familia, la escuela,... todo ello muy a pesar que el primer paso hacia la lucha armada sea individual.
[1] KPD (Kommunistische Partei Deutschlands): prohíbido en 1956 y forzado a la clandestindad. Se autoriza su reforma bajo las nuevas siglas de DKP (Deutsche Kommunistische Partei).
[2] DFU (Deutsche Friedens Union): unión alemana por la paz. Organización creada en 1960 por militantes del SPD que no aprueban la nueva deriva tomada por el partido. Antiguos miembros del KPD se unen a ellos. Pese a la demanda del SPD, se acusa al DFU de estar relacionado con el SED de Berlin Oriental, no fue llevado ante el tribunal constitucional.
[3] Esta nueva trayectoria podría ser interpretada como una transgresión en relación con el pudor que muestra el KPD pero Röhl se contenta con los habituales estereotipos que, bajo el paraguas de la liberación sexual, dan prueba de cierto desprecio hacia la mujer.

2008/02/25

Declaración de Jan Carl Raspe en el proceso de Stuttgart- Stammheim, y cartas de Baader y Ensslin a sus abogados antes de ser suicidados


11 de mayo de 1976

No hablaré mucho.
Pensamos que Ulrike ha sido ejecutada.
No sabemos cómo, pero sabemos por quién y podemos mostrar como esto mismo venía siendo sabiamente calculado.
Recordaré las declaraciones de Herold: “las acciones contra la RAF deben siempre ser llevadas de manera a tratar de evitar cualquier postura simpatizante”. Y los de Buback: “la seguridad del Estado existe porque hay gente comprometida con ella. Gente como Herold y yo mismo encontramos siempre una manera”.
Ha sido una ejecución fríamente concebida, como la de Holger, como la de Siegfried Hausner. Si Ulrike hubiese decidido terminar, porque en esto veía la última posibilidad de afirmarse, de afirmar su identidad revolucionaria contra la lenta destrucción de la voluntad en la agonía del aislamiento –nos lo habría dicho- por lo menos a Andreas, teniendo en cuenta su relación.
Creo que la ejecución de Ulrike ahora –en este momento- está motivada por el punto álgido, el primer superamiento político que conoce el enfrentamiento internacional entre la guerrilla y el Estado imperialista de la República federal alemana. Las informativos ya hablan de ello, no diré nada hoy.
Este asesinato se sitúa en una línea estratégica, después de todas las tentativas del Estado desde hace seis años para llegar al punto, para exterminar físicamente y moralmente a la RAF.
Y tienen por objeto todos los grupos guerrilleros alemanes, para los que Ulrike desempeña un papel ideológico esencial.
Querría ahora decir que desde que conozco la relación entre Ulrike y Andreas –y la conozco desde hace siete años-, esta era de intensidad y ternura, de sensibilidad y rigor.
Y creo que es precisamente el carácter de esta relación el que ha permitido a Ulrike soportar los ocho meses en la sección de aislamiento.
Ha sido una relación como la que se puede desarrollar entre hermanos y hermanas, orientada por un idéntico propósito y el rol que ha tenido esta política.
Y era libre –porque la libertad no es posible más que en el combate por la liberación. No ha habido durante este tiempo ninguna ruptura en su relación. No hubiese sido posible porque se determinaba sobre la política de la RAF. Y de haber habido contradicciones muy profundas en el grupo, se definían en una praxis concreta.
En el transcurso del trabajo teórico, el único que se puede en prisión, no pueden encontrar ninguna base, debido a la situación idéntica de lucha, y teniendo en cuenta la historia del grupo. Las discusiones, las cartas y manuscritos de Ulrike hasta este viernes noche aportan la prueba que ha sido exactamente así. Expresan claramente el verdadero carácter de esta relación. Pretender ahora que hubiese habido “tensiones”, un “enfriamiento” entre Ulrike y Andreas, entre Ulrike y nosotros, es una calumnia simple y siniestra que poder utilizar a continuación en la guerra psicológica con el fin de ejecutar a Ulrike: es propio de Buback, en su más completa asquerosidad.
Todas estas tentativas hasta hoy no han llevado más que a una cosa: a una visión cada vez más clara de las fuerzas reaccionarias en Alemania federal, de su fascismo.
J-C Raspe
El 7 de octubre de 1977, Andreas Baader envió a su abogado la siguiente carta:
“Como resultado de las medidas de las últimas 6 semanas, y de algunos comentarios de los guardias, uno puede sacar la conclusión de que la Administración de la Seguridad del Estado - como un guardia que está ahora premanentemente en la séptima planta ha dicho - espera provocar uno o más suicidios aquí, o, en cualquier caso, crear su apariencia. En relación con esto, hago hincapié en lo siguiente: Ninguno de nosotros – y esto está claro a partir de las pocas palabras que hemos podido intercambiar en las últimas semanas, y a partir de años de discusión – tiene la intención de suicidarse. Si somos – como dice otro guardia – “encontrados muertos”, es que hemos sido asesinados, siguiendo el procedimiento habitual y manteniendo la tradición de las medidas políticas y legales aquí”.
Gudrun Ensslin también escribió a su abogado afirmando:
“Temo ser suicidada de las misma forma que Ulrike. Si no hay más cartas mías y me encuentran muerta, en ese caso se tratará de un asesinato”.

Extraido de http://www.germanguerilla.com/red-army-faction/1977excerpts/4.html, artículo en el que se encuentran recopiladas otras evidencias materiales de los asesinatos de Andreas Baader, Gudrun ensslin y Jean-Carl Raspe por parte del Estado Aleman.

2008/02/22

Existen muchas formas de matar...


Hay muchas maneras de matar.
Se le puede clavar a alguien un puñal en la barriga,
quitarle el pan,
no curarlo de una enfermedad,
recluirlo en un tugurio,
hacerlo trabajar hasta que reviente,
empujarlo al suicidio,
llevarlo a la guerra, etc.

Sólo unas pocas están prohíbidas en nuestro Estado

por B. Brecht en el Me-Ti, el libro de los cambios.

De la protesta a la resistencia


Ya desde los primeros meses del movimiento estudiantil, el tema de la violencia revolucionaria ha sido planteado como muestra este texto, escrito en 1968 por Rudi Dutschke, líder del SDS: “Romper las reglas del juego inherentes al orden capitalista dominante solo puede tener por resultado el completo desenmascaramiento del sistema en tanto que ‘dictadura de la violencia’, pero para esto hace falta que sus centros neurálgicos sean atacados de muy diversas formas (que van desde las manifestaciones resueltamente pacíficas hasta tipos de acción conspirativa). De entre los numerosos centros neurálgicos del sistema destaca el congreso de los diputados, las percepciones, los tribunales de justicia, los centros de manipulación –como es el caso del Springer-, la casa de América, las embajadas de los regímenes fantoches, los cuarteles, las comisarias, etc. (…) En el transcurso del próximo mes, la tentativa genocida del pueblo vietnamita va a alcanzar una dimensión sin precedente alguno. De ninguna manera hay que quedarse de brazos cruzados ante esta perspectiva.”

Cuatro años más tarde, los militantes de la RAF reivindican dos atentados contra las instalaciones americanas en Alemania para protestar contra el reinicio de los bombardeos norteamericanos en el norte de Vietnam desde el 6 de abril de 1972 y el “genocidio del pueblo vietnamita”. Simultáneamente, la RAF atacaba cuarteles de la policía y la sede del grupo Springer, todos los objetivos marcados por los atentados de mayo del 72 habían sido designados por el movimiento estudiantil alemán y la ofensiva de la Fracción del ejército rojo era una aplicación directa de la estrategia definida por Rudi Dutschke en 1968. Los que habian mantenido discursos favorables a la lucha armada permanecieron en silencio o incluso criticaron estas acciones. Los militantes de la RAF, que esperaban al menos un respaldo de palabra, se sintieron traicionados por la actitud de sus antiguos camaradas. ¿Cómo explicar este corte entre la nueva izquierda y la misma RAF justo en el momento que las acciones de esta última se inscribían en la continuación del movimiento estudiantil?

Entre esos dos momentos, está el atentado que sufrió el dirigente estudiantil Dutschke, y las protestas que siguieron. En esa ocasión Ulrike Meinhof escribe un artículo que lleva por título, “de la protesta a la resistencia”:
“Si digo que tal y cual cosas no me gustan estoy protestando. Si me preocupo además de que eso que no me gusta no vuelva a ocurrir, estoy resistiendo. Protesto cuando digo que no sigo colaborando. Resisto cuando me ocupo de que tampoco los demás colaboren.” Eso más o menos –no literalmente- dijo un negro del movimiento Black Panther en la conferencia por el Vietnam celebrada en febrero en Berlín. (…) Por primera vez se ha cruzado la frontera entre la protesta verbal y la resistencia física durante las protestas contra el atentado a Rudi Dutschke, durante los días de Pascua, y la han cruzado muchos en masa, no individuos sueltos, y durante días, no sólo una vez suelta, y en muchos lugares, no sólo en Berlín, y de hecho, no sólo simbólicamente. Luego del 2 de junio sólo volaron por los aires tomates y huevos; esta vez han volado piedras. (…) Se ha cruzado la frontera entre la protesta y la resistencia, pero no se ha hecho de un modo eficaz, porque lo que ha ocurrido se puede repetir y no se han modificado las relaciones de fuerza. Se ha hecho resistencia. Pero no se ha ocupado posiciones de fuerza. ¿Ha sido todo, en consecuencia, violencia sin sentido, desbordada, terrorista, apolítica, impotente? (…) ahora que han saltado las ataduras de los Buenos Modales y la Decencia, se puede y se tiene que discutir de nuevo, desde el principio, sobre la violencia y la contraviolencia. La contraviolencia, (…) no es adecuada para despertar simpatía (…). La contraviolencia corre el peligro de convertirse en violencia, en la cual la brutalidad de la policía dicta la ley de la acción, una cólera impotente sucede a la racionalidad reflexiva y se contesta con medios paramilitares a la intervención paramilitar de la policía. (…) Se acabó la broma. (…). ”

2008/02/21

Violencia y brutalidad


por Jean Genet, Paris
para EL PAÍS - Opinión - 16-09-1977
Violencia y vida son casi sinónimos. El grano de trigo que germina y parte de la tierra helada, el pico del polluelo que rompe la cáscara del huevo, la fecundación de la mujer, el nacimiento de un niño, son actos de violencia. Y nadie acusa al niño, a la mujer, al polluelo, al brote, al grano de trigo. El proceso que se hace contra la Fracción Ejército Rojo, el proceso de su violencia es real pero Alemania Federal, y, con ella, toda Europa y América, quieren engañarse. Más o menos oscuramente, todo el mundo sabe que esas dos palabras, proceso y violencia, ocultan una tercera, la brutalidad. La brutalidad del sistema. Y el proceso hecho a la violencia es la brutalidad misma. Y cuanto más grande sea la brutalidad más infamante será el proceso y más imperiosa y necesaria se hará la violencia. Cuanto más dura sea la brutalidad, tanto más la violencia, que es vida, será exigente hasta el heroismo. He aquí una frase de Andreas Baader: «La violencia es un potencial económico».Cuando se ha definido la violencia, como más arriba, es necesario decir lo que es la brutalidad: el gesto o la gesticulación teatral que pone fin a la libertad y sin otra razón que la voluntad de negar o de interrumpir una realización libre.
El gesto brutal es el gesto que rompe un acto libre. Al hacer esta distinción entre violencia y brutalidad no se trata de reemplazar una palabra por otra, dejando a la frase su función acusadora con respecto a los hombres que emplean la violencia. Se trata de rectificar un juicio cotidiano y de no permitir a los poderes disponer a su antojo, para su comodidad, del vocabulario como lo han hecho, lo hacen todavía con la palabra brutalidad, que reemplazan aquí, en Francia, por borrón o incidentes del camino...
Debemos a Andreas Baader, a Ulrike Meinhof, a Holger Meins, a la RAF en general, el habernos hecho comprender, no sólo por palabras, sino por acciones, fuera de las prisiones y en las prisiones, que solamente la violencia puede acabar con la brutalidad de los hombres...
Cuando denuncian las brutalidades de Estados Unidos y de su agente privilegiado, Alemania Federal, es de esta Alemania sierva de la que ellos se preocupan, pero al mismo tiempo, en el mismo movimiento se preocupan de toda la miseria del mundo. Y cuando escriben sobre ello los miembros de La Fracción Ejército Rojo prueban no sólo la generosidad y la ternura velada de sus sentimientos, expresan todavía una sensibilidad muy delicada hacia los que aquí, en Europa, continuamos llamando la escoria. ¿Pero acusar al Gobierno alemán, a la Administración alemana, a la población alemana, qué significa esto? Si Estados Unidos no estuviese físicamente presente en Alemania, si su ambición no hubiese alcanzado esa envergadura, si Europa no le hubiese asegurado a la Alemania Occidental una función policíaca frente al Este, esta espina, que es la Fracción Ejército Rojo, en la carne demasiado grasienta de Alemania sería, tal vez, menos aguda y Alemania, menos inhumana.
Si se quiere, creo ver aquí un doble error. Alemania busca y en una cierta medida lo consigue, dar una imagen de la Fracción del Ejército Rojo terrorífica, monstruosa. Por otra parte, y por el mismo movimiento, el resto de Europa y de América, al estimular la intransigencia de Alemania en su actividad violenta contra la Fracción Ejército Rojo, buscan y, en una cierta medida, logran dar de la Alemania eterna una imagen terrorífica, monstruosa.

2008/02/20

Contestación al "suicidio" de Ulrike


Declaración de la comisión internacional de investigación sobre la muerte de Ulrike Meinhof en rueda de prensa:
(…) Los resultados de la investigación sugieren que Ulrike Meinhof estaba ya muerta cuando fue colgada y existen inquietantes indicios de la intervención de un tercero en relación con esta muerte”.
La comisión sólo puede expresar incertidumbre ante las circunstancias de la muerte de Ulrike Meinhof. Sin embargo, el hecho que, a parte del personal de la prisión, los servicios secretos tuviesen acceso a las celdas por un pasadizo separado y secreto posibilita toda sospecha”.

Además, la investigación no hace sino constatar el hecho de que las autoridades iniciaran la autopsia del cuerpo en condiciones de absoluto secretismo, antes incluso del plazo establecido en 24 horas previsto por la legislación alemana y sin autorizar la presencia de un médico de confianza, según declaraciones de la hermana de Ulrike.

Del 9 de mayo al 26 de mayo de 1976, y en relación con esta muerte, se contabilizaron 11 atentados o incendios provocados en la RFA, así como 20 en el extranjero, igual que 33 manifestaciones y mítines; 4.000 personas asistieron al entierro.

Durante la audiencia del 11 de mayo de 1976, Jan Carl Raspe declaró:
sabemos que Ulrike no ha muerto como consecuencia de su aislamiento. Ha sido asesinada, no sabemos cómo pero si sabemos por quién. Existe un responsable: Buback”.

No le es permitido inscribir a su hermana el siguiente epitafio en su tumba: "la libertad no es posible más que en el combate por la liberación".

Antes ya, el 1º de febrero de 1973, el psicólogo de la prisión de Colonia, el profesor Jarmer, comentaba así las condiciones de detención de Ulrike Meinhof: "la carga psíquica impuesta a la prisionera sobrepasa con mucho la medida que se entiende como normalmente inevitable en el caso de una detención en riguroso aislamiento. Si la detención en riguroso aislamiento, como lo muestran las experiencias, no es soportable por los detenidos más que por un tiempo limitado, esto vale aún más para la detenida Meinhof, ya que está impedida de toda percepción del entorno".

Las primeras exepriencias concernientes a la privación sensorial han sido realizadas en el transcurso de los años ciencuenta y sesenta en los Estados Unidos, en el marco de programas de la CIA llamados "Blue bird", "MK Ultra" y "Mik Delta" y hechos públicos en 1977 bajo la administración Carter. En la Alemania Federal, las experimentaciones sobre privación sensorial empezaron en 1971, año de los primeros arrestos de militantes de la RAF en la clínica psiquiátrica y neurológica de Hamburgo- Eppendorf, bajo la dirección del psiquiatra checoeslovaco Jan Gross, quien hizo en los años sesenta experimentacos parecidos en Praga con Svab.
Este programa de investigación se llamaba "Aspectos psicosomáticos, psicodiagnósticos y terapeuticos de la agresividad", fundado sobre la observación del comportamiento humano en situación de privación sensorial, está incluido en el Sector Especial de investigaciones 115, Sonderforschungsbereich 115, financiado por la Asociación Alemana de Investigación (DFG) de la universidad de Hamburgo. Estas experiencias, que empezaron sobre estudiantes que se ofrecian voluntarios, continuaron con jóvenes soldados del Bundeswehr.
Veintidós años después del entierro en Berlín de Ulrike Meinhof hemos sabido como su cerebro ha sido conservado en formol todos esos años. Se encontraba en el instituto de psiquiatría, de psicoterapia y de medicina somática de Magdebourg, donde los neurólogos han intentado demostrar la relación entre daños cerebrales y comportamiento irresponsable.

Además, el 16 de diciembre de 1974, el presidente G. Heinemann escribe a Ulrike Meinhof rogándole acabar con la huelga de hambre que mantiene desde el 13 de setiembre. Ella responde que "no acabará la huelga mientras las reivindicaciones no sean satisfechas: reagrupamiento de los prisioneros de la guerrilla o integración en condiciones normales de detención". El 5 de febrero de 1975, los prisioneros de la RAF, todos ellos sometidos a alimentación forzada, ponen fin al movimiento. Esto último, tras una carta de la RAF con fecha de 2 de febrero manifestando que los posibles objetivos han sido alcanzados pero sobretodo está la muerte de Holger Meins como consecuencia de 145 días de huelga y cuando aún con alimentación forzada sólo recibía 400 calorías en vez de las 1200 necesarias para sobrevivir. Su familia lo denunció y en Berlin 10.000 personas marcharon en manifestación.

También se puede contar como tras tres años de instrucción los acusados se encuentran privados, una semana antes del inicio del proceso, de los tres abogados mejor preparados y los más al día en el proceso. Todo ello mediante una ley del 1 de enero de 1975 que sirve de base legal a esta exclusión. Esta ley conocida como "lex Baader- Meinhof" ha permitido excluir a los abogados más importantes del proceso de Stammheim. El 23 de enero de ese mismo año los abogados Klaus Croissant y Christian Strobele son arrestados y acusados de "complicidad de asociación con malhechores" permitiendo, "la continuación de las actividades de una asociación criminal, acto de apoyo castigado según un párrafo del artículo 129 del código penal"; o lo que es lo mismo según la ley de excepción.

Y, por último, en el mes de marzo de 1977, un nuevo escándalo salpica la imagen de la justicia en la RFA. En el transcurso de una conferencia de prensa, el ministro de justicia y el ministro de interior de Bade-Wutemberg, Vogel y Maihofer reconocen que las conversaciones confidenciales entre los abogados y sus clientes, en la prisión de Stammheim, han sido intervenidas: se habían instalado micros en las celdas de los prisioneros y en los locutorios de los abogados por agentes del Bundesnachrichtendienst (BND) antes incluso del inicio del proceso.

P.S. El 7 de abril de 1977, es ejecutado el procurador federal Siegfried Buback. El comunicado, firmado por el comando Ulrike Meinhof de la RAF, hace a Buback responsable de la muerte de Holger Meins, Siegfried Hausner y Ulrike Meinhof.

2008/02/18

"Meinhof fué una especie de Beatnik prematura"


Entrevista a Jutta Ditfureth, la biógrafa de Ulrike Meinhof
por Cathrin Schütz


Ulrike Meinhof: rebelde en la era Adenauer, miembro del ilegal PCA, activista contra las leyes de emergencia y la guerra de Vietnam, cofundadora de la RAF (Fracción del Ejército Rojo, N. del T.). Entrevista con la biógrafa Jutta Ditfurth.
Jutta Ditfureth fue cofundadora del Partido de los Verdes y de 1984 a 1988 su presidenta federal. En 1991 abandonó, como otros muchos izquierdistas, los verdes. Esta publicista es hoy miembro de la agrupación “Izquierda Ecológica”. En 2001 entró como concejala de la “ÖkolinX-Antirassistische Liste” (Lista Antirracista-Ecoizquierda). El mes pasado apareció en la editorial Ullstein su libro Ulrike Meinhof. La biografía.

Arno Luik, de Stern, se sorprende de que la biografía de “Ulrike Meinhof, una mujer tan muerta como su política, la haya ocupado seis años".
Si hubiera sabido antes que tenía que ser primero investigadora antes de poder ser autora, y si hubiera sospechado que iba a trabajar seis largos y duros años en esta biografía de Ulrike Meinhof y contraer un montón de deudas, no lo hubiera hecho. Entiendo, pues, que Arno Luik se sorprenda. A mediados de los años 90 constaté que, salvo los estudios biográficos de Peter Brückner y Mario Krebs, no existía ninguna biografía de la “enemiga estatal número 1” de los años 70. Intenté entonces hallar una autora, un autor. El intento fracasó. Finalmente me convencí yo misma.
Pero son los medios burgueses los que recientemente han vuelto a colocar en el centro el tema de la RAF con el lema de “30 Años del Otoño Alemán”.
Este debate antiesclarecedor se mantuvo durante todo el año. Empezó con una absurda discusión sobre el indulto y terminó con un exitoso y ahistórico telefilm, en dos partes, de Stefan Aust, difundida por el ARD (el primer canal público de TV, nota del traductor), en el que pudo aparecer como testigo el funcionario nazi Horst Mahler, mientras que al mismo tiempo se despidió, de manera correcta, de la NDR (Norddeutsche Rundfunk canal, radiodifusión del Norte de Alemania, N. del T.), a Eva Herman y el mismo canal ocultó un film interesante y crítico sobre el pasado nazi de la familia del consorcio Quandt relegándolo a última hora de la noche con el título engañoso de “Inge Meysels”.
Los miembros de la resistencia armada de la República Federal son analizados psicológicamente en la presentación de los medios burgueses, se intenta demostrar el “gen terrorista” y desacreditarlos personalmente. Entre ellos cuentan también las manifestaciones tan citadas sobre Ulrike Meinhof de su ex marido Klaus Rainer Rol y su madre adoptiva Renate Riemeck. Se borran así el contexto histórico de esta actuación y la evolución política que condujo a eso. ¿Cuáles son las etapas más importantes en la evolución política de Ulrike Meinhof?
Tendría que resumir grandes partes de mi libro.
Inténtelo, aunque sea muy breve.
Hubo sutiles revueltas culturales. La joven Meinhof no sólo fue la estudiante formal, cristiana, que tocaba el violín, sino una especie de beatnik prematura. Amó mujeres y hombres. Apenas se ajustaba al papel de las jóvenes de la era Adenauer. En la evolución política de Meinhof se cuentan unos 12 a 15 años de rebelión plena: campaña contra el rearme y movimiento contra las armas nucleares, pertenencia al PCA de 1958 a 1964, las disputas entre el SPD (partido socialdemócrata alemán, N. del T.) y SDS (Sozialistischer Deutscher Studentenbund, Federación de Estudiantes Socialistas Alemanes.N. del T.) ), muchas luchas políticas antes de la oposición extraparlamentaria de 1967/68. Los 22 años que van de 1945 a 1967 y las experiencias de varias generaciones de jóvenes que lucharon contra los viejos nazis, por una verdadera democratización de la sociedad, contra las guerras de Corea, Argelia, y luego contra las leyes de emergencia y la guerra de Vietnam, todas estos conflictos casi se han olvidado hoy. Se esfuman en la sombra de ciertos sesentayochos (por los acontecimientos de 1968, N. del T.), ahistóricos, aunque influyentes, cuando, por ejemplo, afirman que antes de 1967 los jóvenes no sintieron jamás las porras de la policía germano- occidental. Y una se pregunta quién mató realmente al joven comunista Philipp Müller en Essen en n1952, y quién persiguió, desposeyó, pegó y encarceló durante los años 50 a miles de jóvenes y viejos izquierdistas tan sólo por sus ideas.
Cuando Ulrike Meinhof, a principios de 1968, con sus 33 años, se muda finalmente con sus hijos a Berlín, no es que se marche en retirada. En Febrero, el gran congreso internacional de Vietnam refuerza la autoconciencia de la izquierda germano-occidental. Pero el 11 de abril cae víctima de un atentado el “amigo político favorito” de Ulrike Meinhof, según Rudi Dutschke. Por muy diversas razones, la APO (Ausserparlamentarische Oposition, Posición extraparlamentaria, N. del T.) se desintegra en numerosos componentes. El Pacto de Varsovia ataca en agosto la Primavera de Praga, un trauma para izquierdistas como Ulrike Meinhof. Por muchas razones que expongo en el libro, apoya un año después del Congreso de Vietnam y un año antes de la liberación de Andreas Baader, a principios de la primavera de 1969, el ataque a un barco de guerra que la dictadura portuguesa había encargado a los astilleros Blohm & Voss de Hamburgo.
Ulrike Meinhof pasa a la clandestinidad después de que el 14 de mayo de 1970 en la liberación de Andreas Baader se disparase inesperadamente a un empleado. Riemeck dice que Meinhof no pensó bien las consecuencias de la acción. ¿Es que de repente volvió a encontrarse en la ilegalidad?
Renate Riemeck ha mentido tanto a lo largo de toda su vida que también se descarta aquí como testigo. Hasta el final de sus días ocultó su pasado nazi y difundió la mentira de que ayudó a los judíos. También tendría que volver a investigar su biografía, siempre se la ha creído. No, no fue así. Hay una evolución larga, polifacética, y no una decisión de un día o tonterías semejantes. Lo cierto es que Ulrike Meinhof se había decidido ya por la clandestinidad y la lucha armada meses antes de la liberación de Baader en mayo de 1970.
El abogado de Meinhof, Heinrich Hannover, escribe en sus “Erinnerungen” (Recuerdos), que los abogados fueron tratados desde la primera hora como cómplices de sus mandantes “terroristas”. Lo que usted escribe sugiere también que fue imposible cualquier tipo de defensa.
¿A qué “hora” se refiere? En sus “Recuerdos”, Hannover se refiere al intento, en junio de 1972, de ver a Ulrike Meinhof, encarcelada por la Cancillería Federal. Eso lo consiguió cuatro días después. Hasta entonces se le aplicaron a su mandante toda clase de análisis, incluso violentos, pero sobre todo análisis corporales humillantes, conscientes, por un Estado que afirma ser un Estado de Derecho. A partir de este momento escaló también el trato del Estado con los abogados.
Precisamente desde que en los últimos meses volvieron a centellear en las pantallas imágenes de acusados perturbadores, insultantes, en el proceso de Stammheim considero importante observar que solamente estas escenas del proceso saldrían al público.
Estamos en 1975 y Ulrike Meinhof, Gudrun Ensslin, Andreas Baader y Jan Carl Raspe están acusados ante la Audiencia Territorial de Stuttgart-Stammheim. Tras cuatro años de encarcelamiento miserable, inhumano, se hallan en un estado físico y psíquico que hasta los peritos del tribunal, esto es, peritos rechazados por los presos y sus abogados, consideran tan deplorables que atestiguan su incapacidad para actuar. A pesar de todo no se reduce la duración de la vista. No se aceptan ni las pausas recomendadas ni la unión en grupos interactivos mayores, como recomiendan los médicos. Durante cierto tiempo Ulrike Meinhof tiene mucho miedo a derrumbarse ante el tribunal, a desmayarse ante sus enemigos. Entonces los procesados descubrieron que eran excluidos y, por eso, podían forzar pausas de recuperación cuando tras prolongadas e inútiles disputas verbales insultaban al juez presidente con epítetos como “cara de culo” o cosas semejantes. Esto es lo que salía sobre todo al exterior.
Hace poco, Stefan Aust vendía la vieja teoría de que el conflicto con otros presos de la RAF llevó a Ulrike Meinhof a suicidarse.
Claro que en estas condiciones de encarcelamiento también había discusiones duras, violentas, agresivas, entren los detenidos. Eso también ocurre en comunidades de vecinos, en el centro de trabajo o en las familias bajo condiciones mucho más favorables. De la disputa entre Gudrun Ensslin y Ulrike Meinhof dan fe las cartas de ambas, pero hacia tiempo que acabó, antes de que muriese Ulrike Meinhof.
Se insinúa también por entonces Meinhof también se distanció de la RAF.
Ulrike Meinhof fue hasta su muerte miembro convencido de la RAF. Poco antes de su muerte urdió una nueva campaña que debía demostrar la colaboración entre los EEUU y el Gobierno federal en la guerra de Vietnam. Si se hubiera querido salir lo hubiera podido hacer fácilmente. Había personas próximas a ella que hubieran reaccionado inmediatamente al menor indicio suyo. Lo que dijo una vez ante el tribunal y lo que devotamente se cita no fue ninguna insinuación con la que quisiera aclarar a la justicia ninguna contradicción en el comportamiento.
Desde que Ulrike Meinhof fue hallada muerta en su celda el 6 de mayo de 1976 en la JVA de Stuttgart-Stammheim se enfrentan la dos teoría del suicidio y del asesinato por encargo del Estado.
Hay muchas cosas curiosas. Expongo con toda precisión los resultados de mi investigación en mi libro. Las actas de la justicia eran más contradictorias de lo que sospechaba. No sé si fue suicidio o asesinato. Pero cuando una presa bajo la “custodia” del Estado y en condiciones de detención inhumanas comete suicidio es algo que me parece bastante terrible. Entre las cosas curiosas está lo siguiente: Se impidió que los médicos que gozaban de la confianza de la hermana o de los abogados de la muerta estuvieran en la decisiva primera autopsia. Hasta dos días después de su muerte no pudo ver el cadáver, ya bastante estropeado, el segundo perito, el catedrático Jansen, director del Instituto de Medicina Jurídica de la Diversidad de Hamburgo. Explicó que esta autopsia posterior tiene “posibilidades de conocimiento mucho más reducidas”. Como ya había pasado demasiado tiempo, no podían realizarse en absoluto determinados análisis. Los que efectuaron la primera autopsia dijeron que era “suicidio”, y Jansen no pudo ya constatarlo, sobre todo teniendo en cuenta que la fiscalía les prohibió proporcionarle información.
De su libro se deduce que usted ha conseguido hablar también con los de la RAF que han rechazado los actuales espectáculos de propaganda. ¿Cuál ha sido su actitud ante su proyecto de libro?
Hace decenios que se conoce mi posición de izquierdista no dogmática. Hubo, naturalmente, muchas discusiones, escépticas, reservadas, pero también creaciones amistosas. Evidentemente algunos han hablado conmigo, unos se mencionan en los agradecimientos, otros no.
Volviendo a Stern. ¿Está Ulrike Meinhof políticamente muerta?
Es evidente que no si considero las reacciones a mi libro, las conferencias repletas de asistentes, las reacciones sumamente diferentes de los medios, las impresionantes cartas que recibo. Pero lo que esto pueda significar políticamente es otra cuestión muy distinta.

Traducido por Vicente Romano para Rebelion y Tlaxcala para Jungewelt

2008/02/15

Tres poemas apátridas


de Erich Fried,

Sentencia condenatoria para Ulrike Meinhof

1. Fué empujada
a la demencia
política
por los políticamente
normales
y sus normas.

2. Tan verdad
como que era demente:
un clásico ejemplo
de suicidio.

Quien así no lo crea,
acaso cometerá
suicidio
como ella.

3. Si todavía pudiera escribir,
ella misma tendría que redactar
el informe definitivo
sobre su muerte

y examinar
las pruebas
y sopesarlas
una a una

y decir
quién
ha cometido
este suicidio.

Derecho de regulación

1. No la excepción
sino el estado de excepción
confirma
la regla.

¿Qué regla?
Para impedir la respuesta
a esta pregunta
se proclama
el estado de excepción.

2. El estado de emergencia
se encuentra
a tiro
de la ley marcial

es decir
no más lejos
que la longitud del cuerpo
de una democracia
asesinada.

Superación terapeútica de la militancia

Tu resistencia
contra la policia
que te pisotea
precisa de interpretación analítica

en tanto que conflicto antiguo
con la autoridad del padre
y secreto deseo
de ser forzado por él.

Así te verás liberado del odio
contra la policía,
no tendrás que llorar
por sus gases lacrimógenos,

y reconocerás bajo cada casco
los ojos de un ser humano
al que podrás sonreir
cuando te acribille.

"En el año 2050 habrá un lugar dedicado a Ulrike Meinhof para recordarnos sus propuestas"


El historiador y ensayista Erich Kuby:

"Cuando era niño, la guerra era vista aún como la única acción de asesinato en masa legítima y aprobada por la ley. Hoy no es necesaria una guerra para lograr una acción de asesinato en masa en una escala mucho mayor. Pero los dueños del poder no hacen nada contra el peligro total; al contrario, hacen todo lo posible para agrandarlo cada vez más. Siguen construyendo nuevas plantas atómicas y no desvían los miles de millones de dólares, que se gastan para subvencionar la industria atómica, en el desarrollo de soluciones alternativas. Además, continúan siendo solidarios con una potencia mundial incontrolable que se sigue preparando para la guerra atómica. Los asesinos potenciales no están entre nosotros sino sobre nosotros y sólo por la razón de que millones de corderos los votan, divididos en social-cristianos, liberales y socialdemócratas. Como emplean principios democráticos como material propagandístico de juego, no tienen nada en contra de que de vez en cuando algunos griten: '¡esto no nos gusta nada!". Al contrario, eso es bueno y además no molesta para nada a los de arriba. Pero el primer embozado que arroje una piedra, es calificado de criminal y va al calabozo. Cuando ocurra en Alemania el primer Chernobyl -y sólo Chernobyl- serán algunos cientos de miles de estos llamados 'criminales' que se lanzarán a la calle. El ejército comenzaría a actuar. Pero por lo menos esta discusión se actualizaría, saldría del medio intelectual, y se haría más popular. Claro, de cualquier manera, de acuerdo a las circunstancias actuales, todo aquel que guiado por su conciencia realice actos de violencia individuales, no podrá cambiar nada. Pero que en el futuro no se ponga su nombre a calles, como ejemplo, de eso no estoy tan seguro. Desgraciadamente estoy muy viejo para hacer apuestas, pero lo haría y por la cantidad más alta, que en el año 2050 habrá un lugar dedicado a Ulrike Meinhof para recordarnos sus propuestas".

Los misterios del «otoño alemán» persisten 30 años después


por Ingo Niebel,

El «otoño alemán» es un término en la jerga política alemana que para los defensores del sistema político y económico de la República Federal de Alemania (RFA) simboliza la victoria del Estado sobre un grupo revolucionario porque no negoció. Para quienes se mantienen fieles a los ideales que profesaban en los años 70 del siglo XX, el «otoño alemán» significa la abolición de derechos fundamentales, además de la aún no aclarada implicación del Ejecutivo de Bonn en la muerte de tres de sus más destacados enemigos.
El «otoño alemán» empezó el 5 de setiembre de 1977 cuando un comando de la Fracción del Ejército Rojo (RAF) asaltó el convoy del jefe de la patronal alemana, Hanns-Martin Schleyer, en Colonia. En la acción murieron los tres guardaespaldas y el chófer del que fuera un oficial de las SS. Los miembros de la RAF se llevaron ileso a Schleyer y lo escondieron en un piso franco, con el objetivo de canjearlo por un grupo de presos de la RAF, entre los que se encontraban sus fundadores Andreas Baader, Gudrun Ensslin, Jan-Carl Raspe e Irmgard Möller. El Estado alemán los mantenía aislados de los presos comunes en el séptimo piso de la cárcel de alta seguridad de Stammheim.
Cuatro días después del secuestro, la Policía tenía localizado el piso donde se encontraba retenido uno de los hombres más influyentes de Alemania occidental. Gracias a un sofisticado sistema los agentes habían seleccionado una lista de pisos que fueron alquilados mediante una práctica habitual para la RAF: pagando el alquiler al contado poco antes de la acción.
Dos agentes, pistola en mano, llamaron a la puerta. Al otro lado, Peter-Jürgen Boock cargó su pistola y apuntó a Schleyer. A pesar de que nadie abrió la puerta, los agentes se retiraron y nadie dio la orden de asaltar el apartamento. Poco después, el comando trasladó el secuestrado a los Países Bajos. La actitud del mando policial es uno de los misterios del «otoño alemán», porque entonces los agentes prácticamente tenían carta blanca para actuar contra cualquier persona sospechosa de ser de la extrema izquierda.
La sociedad de la RFA, sobre todo aquel sector que había sostenido al nazismo, rechazaba profundamente a aquellos jóvenes que arremetieron contra los valores conservadores, el silencio sobre la dictadura nazi y la guerra de EEUU en Vietnam. La ira de la derecha burguesa contra una generación rebelde provocó, en 1967, la muerte del estudiante Benno Ohnesorg en una manifestación. En 1968, el líder estudiantil Rudi Dutschke fue gravemente herido en un atentado tras una campaña mediática orquestada por la derecha al son de «a por ellos».
Paralelamente, el Estado perfeccionó sus instrumentos represivos: policías fuertemente armados patrullaban las calles, el control social aumentó, a los detenidos se les aplicó el régimen de aislamiento, se espió a abogados y defendidos, y, para ello, se emplearon grupos secretos que no fueron legalizados hasta 1994.
En Bonn gobernaba el socialdemócrata Helmut Schmidt, que decidió no negociar con la RAF. El «Estado de Crisis», dirigido por él e integrado por todos los líderes políticos, se convirtió en un Gobierno paralelo al margen del control parlamentario.
Ante la negativa de Schmidt, la RAF decidió secuestrar un avión de la Lufthansa el 13 de octubre de 1977. Un comando palestino se apoderó del Landshut en Mallorca, llevándolo hasta Somalia, pero Bonn puso en marcha a su tropa de élite, el GSG9.
Mientras tanto, la Policía federal BKA mantenía el contacto con los presos de la RAF en Stammheim. Según la versión oficial, los activistas contaban con un secreto sistema electrónico de comunicación y, además, tanto Baader como Raspe disponían de pistolas. Los registros tras el secuestro de Schleyer fueron infructuosos y las autoridades ni encontraron armas ni descubrieron ese sistema secreto de comunicación.
A las 00:05 horas del 18 de octubre el GSG9 asaltó al avión secuestrado matando a tres de los cuatro captores. Ese día aparecieron muertos los presos Baader y Raspe, con disparos en la cabeza; Ensslin ,ahorcada y Möller gravemente herida por varias cuchilladas. La única superviviente mantiene aún que no se autolesionó.
El trabajo forense estuvo plagado de contradicciones. En el caso de Baader, el tiro en la nuca se efectuó a 30 centímetros de distancia, no se compararon las tres balas y los casquillos con la pistola, y en sus manos no había restos de pólvora. Igual de desastrosa fue en los otros casos. Las dudas sobre el suicidio persisten, porque en 1976 la cofundadora de la RAF, Ulrike Meinhof, falleció en circunstancias sospechosas y el 12 de noviembre de 1977 murió ahorcada Ingrid Schubert.
Entre el 18 y 19 de octubre activistas no identificados mataron a Schleyer.
El semanario «Der Spiegel» acaba de sostener la versión oficial del suicidio, pero pregunta por las cintas y transcripciones de las escuchas que el Estado practicaba en las celdas de Stammheim. El Estado alemán le ha informado que el material ya no existe y que los altos mandos policiales deben mantener el secreto profesional.
disparos
Andreas Baader y Jan-Carl Raspe aparecieron muertos con sendos disparos en la cabeza; Gudrun Ensslin fue hallada ahorcada y Imrgard Möller, la única superviviente, gravemente herida por arma blanca.
La muerte de Meinhof, otro enigma
La Comisión Internacional que en 1976 investigó la muerte de Ulrike Meinhof llegó a la conclusión de que la activista estaba ya muerta antes de aparecer ahorcada en su celda. La cuerda estaba hecha con las tiras de una toalla que nunca habría soportado el peso de la presa y era tan larga que Meinhof no se cayó, ya que tenía un pie en la silla cuya colocación también daba lugar a dudas. Además, su cadáver no presentaba las lesiones habituales que se producen cuando alguien muere en esas circunstancias. No había lesiones en el cuello, pero sí hematomas en la cadera y en las piernas.
El Estado le prohibió al forense que respondiera a las preguntas de los responsables de la investigación alternativa.
En 1977, apareció igualmente ahorcada en una cárcel alemana la activista Ingrid Schubert. También se fabricó una cuerda de una sábana, cuyos restos sobrantes nunca aparecieron en la celda ni en la ropa de la muerta. I.N.
Los cuatro de Stammheim ya no tienen abogado
«Este Estado fascista está interesado en matarnos. Tenemos que organizar la resistencia. La violencia sólo puede ser respondida con la violencia. Ésa es la generación de Auschwitz, con éstos no se puede argumentar», dijo en su día la activista de la RAF Gudrun Ensslin. En 1977 muchos alemanes no creyeron a Andreas Baader cuando éste acusó al Estado de espiar sin base legal las conversaciones con su abogado, pero ahora el semanario «Der Spiegel» acaba de presentar públicamente las pruebas documentales que dan la razón al cofundador de la RAF.
La consecuencia lógica sería iniciar una nueva investigación de lo ocurrido en la cárcel de Stammheim. Sin embargo, los muertos de la RAF ya no tienen abogado ni hay una fuerza política dispuesta a exigir semejante cosa.
En el ámbito político, los partidos tradicionales, como son socialdemócratas (SPD), cristianodemócratas (CDU/CSU) y liberales (FDP) nunca han instrumentalizado aquella época con fines políticos, tal y como ocurrió en el Estado español con los casos GAL. Además, el Estado alemán logró asimilar a destacados abogados de la RAF: el letrado de Ensslin, Otto Schily, llegó a ser ministro de Interior. Entre 2001 y 2005, Schily endureció las leyes antiterroristas de 1977. El talante protofascista de su sucesor, Wolfgang Schäuble, es aún más abierto: espionaje indiscriminado, cárcel preventiva para sospechosos, campos para no extraditables, ejecuciones preventivas y derribo de aviones secuestrados.

I.N. Colonia 2007 oct. 19 para el diario Gara

2008/02/14

RAF. "La Guerrilla Urbana"


El imperialismo y todos los reaccionarios, vistos en su esencia, a largo plazo, desde un punto de vista estratégico, deben verse como lo que son: tigres de papel. Sobre éste punto de vista deberíamos construir nuestra estrategia. Mao Tse Tung, 1/12/1958.

Si el tigre de papel que es el imperialismo americano puede ser derrotado. Si la táctica de los comunistas chinos son correctas y puede lograrse la victoria sobre el imperialismo americano combatiendo a las fuerzas imperialistas en todas partes, separándolas y derrotándolas por separado. Si estas afirmaciones son correctas, entonces no hay ninguna razón para dejar fuera de la lucha anti-imperialista alguna región o país. Esto es así incluso cuando las fuerzas revolucionarias son particularmente débiles o las fuerzas reaccionarias son particularmente fuertes en dichas regiones o países.

Es erroneo desalentar a las fuerzas revolucionarias subestimándolas. Es también erroneo alimentar disputas entre ellas, que podrían llevarlas a su destrucción. Existe sin duda una tensión entre la Fracción del Ejército Rojo y algunos de nuestros sinceros camaradas (dejaremos aparte a los veletas, por ahora) que militan en organizaciones políticas. Por un lado, nosotros les acusamos de desalentar a las fuerzas revolucionarias; por otro lado, ellos nos acusan a nosotros de presionarlos sin necesidad. Existe una tendencia al faccionalismo en los centros de trabajo y los grupos que ha ido demasiado lejos, entre la Facción del Ejército Rojo y algunos camaradas activos. El dogmatismo y el aventurerirmo son desviaciones características en las fases más débiles de la revolución. Por último, sobre el reproche que nos hacen los anarquistas de que somos unos oportunistas, no hay nada nuevo, ellos siempre han criticado el oportunismo.

El concepto de Guerrilla Urbana viene de América Latina. La situación allí es la misma que aquí: una intervención revolucionaria por parte de fuerzas revolucionarias relativamente débiles.

La Guerrilla Urbana no está esperando a las órdenes de marcha prusianas que algunos llamados revolucionarios esperan para liderar la lucha popular. Cuando el momento ha llegado, la Guerrilla Urbana está completamente preparada para la lucha armada. Ella asume que en un país como la República Federal, con una débil tradición revolucionaria y un potencial masivo para la violencia estatal, dicha intervención revolucionaria es una necesidad. La Guerrilla Urbana asume que las condiciones para la revolución nunca han sido mejores que en el presente, debido a las circunstancias económicas y políticas prevalecientes en el capitalismo tardío.

En este contexto, la Guerrilla Urbana puede ser vista como una consecuencia lógica de la larga tradición de la negación de la democracia parlamentaria por sus propios representantes. La Guerrilla Urbana es la inevitable respuesta a las leyes de emergencia y las “leyes-granadas-de-mano”; a la disposición del sistema para usar todos los medios necesarios para liquidar a sus adversarios. La Guerrilla Urbana se basa en el reconocimiento de estos hechos más que en el intento de disculparlos.

El movimiento estudiantil tiene al menos una experiencia parcial de las tácticas de guerrilla, habiendo traducido algunas de las tácticas usuales de la izquierda, agitación y propaganda, a formas más concretas de lucha. Esto podría verse en la campaña contra Springer o en la campaña contra Carbora-Bassa, llevadas a cabo por los estudiantes de Heidelberg. Resultaba también evidente en la campaña contra la ayuda dada a las burguesías nacionales por la República Federal. También fueron usadas tácticas de guerrilla para poner en evidencia el sistema de justicia, luchando contra la justicia clasista y luchando por la justicia en las fábricas y otros centros de trabajo. La Guerrilla Urbana transforma el discurso sobre el internacionalismo en la práctica de conseguir dinero y armas. Obstruye la táctica estatal de volver irrelevantes a los comunistas organizando un movimiento clandestino que la policía no puede penetrar. La Guerrilla Urbana es un arma de la lucha de clases.

El concepto de Guerrilla Urbana puede y debe ser visto como una lucha armada en el terreno de los métodos de “disparar a matar” de la policía y de la justicia clasista que se las arregla para liberar a Kurras. El sistema enterraría vivos a nuestros camaradas si no se lo impidiéramos. No seremos desmoralizados por la violencia del sistema.

La Facción del Ejército Rojo trata de poner fuera de acción temporalmente partes específicas del aparato de gobierno y seguridad del Estado. Esto destruirá el mito de la invencibilidad del sistema.

El concepto de Guerrilla Urbana conlleva poner en marcha una organización ilegal que incluye pisos francos, armas, munición, coches, documentos, etc. Para ello, el Pequeño manual de Guerrilla Urbana de Marighela enseña lo necesario. Daremos información adicional a quien la necesite para la lucha armada. Podemos no saberlo todo, pero ya hemos aprendido algunas lecciones.

Antes de embarcarse en la lucha armada es importante obtener la experiencia política apropiada. Si vuestro apego por la izquierda revolucionaria tiene que ver más con la moda, entonces vuestro compromiso no podrá ir más allá del punto en el que todavía podéis volveros atrás.

La Facción del Ejército Rojo, uniendo la facción con la práctica política, ha trazado una clara línea divisoria con respecto al enemigo. Como resultado, seremos los que encontrarán una oposición más dura por parte del Estado. Esto implica el logro de una identidad política, así como el hecho de que hemos aprendido ya algunas lecciones importantes.

Nuestro concepto organizativo original nos comprometía a unir a la Facción del Ejército Rojo con activistas de base. Pensábamos participar en los grupos socialistas existentes, trabajar con ellos, influenciar sus debates, ganar experiencia, aprender algunas lecciones. Sin embargo, pronto se volvió obvio que eso no funcionaría. La infiltración de los servicios de seguridad y su conocimiento de los encuentros, agendas y planes, ha llegado a un punto en el que uno no puede hablar libremente. No se puede combinar el activismo político legal con una práctica política ilegal.

Ser una Guerrilla Urbana requiere una serie de de convicciones claras: Tienes que ser insensible a los ataques de los titulares. Todo el rollo de “antisemitas/criminales/mafiosos/asesinos/pirómanos”, que es usado para atacar a los revolucionarios, toda esa mierda no debe afectarte cuando operas como una Guerrilla Urbana.

El sistema estará preparado para usar cualquier medio, incluso escandaloso, para restringir nuestroterreno y mostrar su determinación de enfrentarnos.

No queda ningún medio de comunicación que no tenga, de un modo u otro, el objetivo principal de servir a los intereses del capital. Esto es cierto incluso para los medios de izquierda, cuyas actividades no van más allá de sus subscriptores, sus apoyos, su organización internacional y sus cuadros. Estas actividades juegan en el contexto de las más privadas, casuales, personales y burguesas formas de comunicación. Ninguna publicación escapa del control de los intereses financieros: a través de la publicidad, a través de los periodistas ambiciosos que intentan hacerse un nombre, a través de la televisión y la radio, a través de la concentración de la propiedad de los medios. En el dominio público, el rol dominante lo tiene una poderosa élite. Ellos se reparten el mercado, llenando nichos de mercado y distribuyendo contenidos ideológicos para audiencias específicas. El mensaje de los medios en esencia es… vender. Cualquier cosa que no se pueda vender no tiene valor: las noticias y la información se convierten en mercancías para el consumo, y las publicaciones más populares se encuentran saturadas. Una batalla de audiencias tiene lugar en la televisión. Todo esto es un intento de evitar las contradicciones y antagonismos latentes en la audiencia; las contradicciones que son resaltadas son las que carecen de consecuencias reales. Para conseguir una posición en el mercado debes someterte a las grandes corporaciones mediáticas; por ejemplo, la dependencia de las entidades más pequeñas con respecto a la Corporación Springer crece en proporción a la expansión de Springer, que ha empezado a tragarse a los periódicos locales. Una Guerrilla Urbana no puede esperar nada más que una fuerte hostilidad por parte de estas instituciones. Una Guerrilla Urbana sólo puede orientarse a sí misma por medio de la autocrítica y de la crítica marxista – nada más: “Sólo el que no tiene miedo de ser ejecutado puede atreverse a tirar al rey de su caballo” (Mao).

Formular estrategias de largo alcance o dedicarse a pequeñas tareas, etc., son cosas propias de la Guerrilla Urbana, en el sentido de que ella no sólo habla de estas cosas: actúa. Esto ocurre sin ninguna posibilidad de retorno a algún tipo de vida burguesa. No se puede volver ya a hacer la revolución poniendo carteles en los corchos. Debe haber un deseo, incluso con su pathos inherente, de lo que formulara Blanqui: “El deber de todo revolucionario es luchar, llevar a cabo la lucha, luchar hasta la muerte”. Nunca hubo luchas revolucionarias en las que este principio no fuera aplicado: Rusia, China, Cuba, Argelia, Palestina, Vietnam.

Algunos piensan que no han sido agotadas todas las posibilidades para el trabajo político en la forma de la propaganda, la movilización y la agitación. Mantienen que sólo cuando todas estas avenidas han sido cortadas, debemos recurrir a la lucha armada. Nuestra respuesta: Nunca será posible explotar totalmente estas vías políticas, y la lucha armada es parte integrante del proceso de politización. La identificación estratégica de los reaccionarios como tigres de papel es el resulta de su identificación táctica como lo que realmente son: criminales, explotadores y asesinos.

No vamos a fanfarronear acerca de la lucha armada – vamos a llevarla a cabo. La liberación de Andreas Baader no fue hecha por motivos publicitarios – queríamos sacar de la prisión a nuestro camarada. Los robos de bancos que los policías nos atribuyen – sólo los hicimos para conseguir un poco de dinero. El “éspléndido éxito” al que se refiere Mao cuando “el enemigo te pinta con los colores más oscuros” ocurrirá cuando consigamos resultados. Estamos en deuda con nuestros camaradas de Latinoamérica por nuestros progresos. Ellos ya han establecido una clara línea divisoria con respecto al enemigo. El gobierno está preocupado de que ocurra lo mismo aquí. Ya han afirmado que se “levantarán vigorosamente contra nosotros” – y ello cuando lo único que ha ocurrido es que somos sospechosos de unos pocos robos de bancos. ¡La gran protesta contra nosotros da la impresión de que la Facción del Ejército Rojo ya es del todo operativa!


Extraído de "El concepto de Guerrilla Urbana", manifiesto fundacional de la RAF, atribuido a Ulrike Meinhof.

Nota a la "Pequeña antología" de Ulrike Meinhof


Por Manuel Sacristán
8 de Junio de 1976. En: Ulrike Meinhof, Pequeña Antología, Barcelona, Anagrama, 1976.

Con esta reducida y apresurada antología no se pretende mucho más que facilitar el recuerdo de una víctima en verdad nada típica, pero sí muy característica, de esta sociedad, intentando ayudar a la comprensión de lo que hizo, documentando brevemente el desarrollo de sus motivaciones y de su pensamiento hasta la etapa final de su vida. Es una antología desequilibrada, además de breve: no contiene ningún artículo anterior a 1960, ni de los años 1961, 1963, 1965. Y sólo presenta un artículo de cada uno de los años 1960, 1962, 1964 y 1966. En cambio, da cuatro de 1967 y ocho de 1968. Ese desequilibrio obedece a una hipótesis que no se debe callar al lector: la de que la fase en la que se decide la actitud final de Ulrike Meinhof comprende esos dos años 1967 y 1968. Los argumentos de los años anteriores sirven sobre todo para documentar el largo arrastrarse de los problemas políticos y sociales de los que arrancó la actividad organizativa y publicística de Ulrike Meinhof: también documentan así, indirectamente, la derrota de los esfuerzos democráticos por evitar la involución política de Alemania tras las esperanzas suscitadas por la derrota del nazismo. Desde 1959 propaga Ulrike Meinhof la necesidad de resistir contra las leyes de emergencia; pero trece años más tarde, en la cárcel, con esas leyes represivas ya promulgadas (y por la socialdemocracia, no sólo por la derecha tradicional), tendría que escribir contra algo mucho peor, más claramente neofascista: los decretos contra los radicales de 1972, obra de un gobierno de coalición del Partido Socialdemócrata y el Partido... Liberal. Aunque la motivación de esta antología sea sólo contribuir a un recuerdo de Ulrike Meinhof, sin embargo, ya esa intención requiere unas cuantas rectificaciones de errores difundidos por la prensa a raíz de su muerte. No se trata de hacer ninguna apología, aunque un homenaje a esta víctima, como a cualquier otra, estaría justificado. Pero impide limitarse a ello (y precisamente por fidelidad del recuerdo) la importancia que los problemas entre los que ha vivido Ulrike Meinhof tienen para una política revolucionaria. Seguramente por eso la persona que más conoció a Ulrike Meinhof –su madre adoptiva, Renate Riemeck- creyó necesario referirse críticamente a ella en dos ocasiones, la más reciente ya posterior a su muerte. Sólo la debilidad y el aislamiento de la izquierda alemana explican que la admirable Renate Riemeck –animadora y dirigente de la única resistencia algo popular a la restauración conservadora en la República Federal durante lo peor de la guerra fría- sea poco conocida por los demócratas europeos. Renate Riemeck registraba en 1972 la consunción de la onda agitatoria iniciada en Alemania en 1967 y reforzada por los hechos de mayo de 1968 en Francia ("La agitación se ha apagado porque las ideas confusas no hacen un programa político y los conceptos nebulosos no tienen fuerza coordinadora") y, sobre ese fondo, describía así la penúltima época de su ahijada, la fase de clandestinidad: "Ulrike Meinhof se ha quedado sin tierra bajo los pies. Su visión del futuro corresponde al nivel de consciencia de los adolescentes que pueden saltarse el presente y despreciar tranquila e inocentemente el pasado. Ulrike habría debido saber de qué hablaba. Para reanimar su viejo amor por el vagabundo Knulp de Hermann Hesse no necesitaba disfrazarse ella misma de vagabunda redentora. No estaba ya en los diecisiete años, y sabía que sólo se consigue consciencia revolucionaría cuando se ponen fundamentos racionales y objetivos claros". Renate Riemeck tiene tanta razón en ese juicio como en este otro que es, además, un presentimiento (y hasta un epitafio), desgraciadamente acertado, del final de la historia, escrito con cuatro años de anticipación: "Ahora está (Ulrike Meinhof) férreamente atenazada por el destino del grupo. No le abandonará, sino que preferirá morir antes que hacer algo que le parezca traición. Ulrike Meinhof: la ira contra los males del mundo la empujó a huir de la realidad".
* * *
En la prensa semanal han aparecido errores tontos (aunque a veces malintencionados) ante los que no vale la pena detenerse. Baste con recordar de paso que es falso que el padre de Ulrike Meinhof muriera a consecuencia de una depresión profunda (que hubiera traumatizado a Ulrike cuando tenía cinco años): murió de una grave enfermedad orgánica, como su madre; que es poca sería la insinuación de que en sus últimos tiempos Ulrike estuviera mentalmente alterada por causa de un tumor cerebral, pues el tumor de que se trata le fue operado no recientemente, sino en 1962, y el lector tiene en esta antología muestras de su razonamiento y su percepción de la realidad en los años siguientes; y que también es inconsistente la pretensión de algunos periodistas de explicar la conducta de Ulrike Meinhof por supuestas complicaciones pasionales de su relación con Andreas Baader, un destacado miembro de la Fracción Ejército Rojo (FER): entrando por un momento en el mundo mental de esos periodistas, se puede indicar que acompañante asiduo de Ulrike Meinhof en sus últimos tiempos de libertad no fue Baader, sino Müller, sobre el cual más vale no razonar, sino sólo mirar y pasar, porque traicionó al grupo y actuó de delator ante la policía. Pero al lado de esas falsedades, que se encuentran sobre todo en prensa de entretenimiento, están las destinadas a públicos más interesados por cuestiones políticas. De ellas vale la pena mencionar dos: - El sociólogo Helmut Schelsky ha afirmado que la FER se proponía implantar una “tiranía profética” en cuya preparación Ulrike Meinhof desempeñaba el papel de “sacerdotisa de la violencia”. Seguramente la lectura de las pocas páginas de esta antología bastará para mostrar la implausibilidad de esa interpretación de Schelsky, la incoherencia entre la figura que él dibuja y las raíces filosóficas de Ulrike Meinhof. (Otros pensamos, dicho sea de paso, que los catedráticos reaccionarios son levitas de una hierocracia parasitaria de letratenientes). - La otra falsedad principal de este tipo es la deformación ideológica del pensamiento político de Ulrike Meinhof y de toda la FER. El error que consiste en enmarcar la actitud de Ulrike Meinhof en el Sesentayochismo no necesita refutación: lo subsanan las simples fechas (lo que no quita que el Sesenta y Ocho haya tenido, efectivamente, mucha influencia en el pensamiento político ya maduro de Ulrike Meinhof). Más sutil es la costumbre que tienen muchos publicistas y las instancias policiales de llamar “anarquista” a un grupo que se considera a sí mismo fracción de un ejército rojo. Me parece que esa impropiedad revela el prejuicio de que la FER es un grupo de inconsecuentes sin pensamiento serio, y también la tendencia a ensombrecer la palabra “anarquismo” haciéndola sinónimo de “explosiones” y “muerte” (las órdenes de captura dictadas contra el grupo hablan de “delincuentes violentos anarquistas”). Dos pájaros de un tipo. Pero sobre este punto los presos de Stuttgart-Stannheim (cuando, ya muerto Holger Meins, eran todavía cuatro: Andreas Baader, Gudrun Ensslin, Ulrike Meinhof, Jon Carl Raspe) tuvieron ocasión de expresarse con precisión en la entrevista por escrito que les solicitó el semanario liberal Der Spiegel en enero de 1975. Es sumamente probable que la redactora de las respuestas fuera Ulrike Meinhof:
“PREGUNTA: ¿Cómo se consideran ustedes a sí mismos? ¿Se consideran anarquistas o marxistas?
RESPUESTA: Marxistas. Pero el concepto de anarquismo de los servicios estatales (…) es un intento de aprovechar para el estado imperialista la vieja disputa entre el marxismo revolucionario y el anarquismo revolucionario. (…) Más, de acuerdo con esa falsa comprensión del marxismo, Lenin era anarquista y su obra Estado y Revolución sería un libro anarquista (…)”
No he recogido entre los puntos merecedores de rectificación el frecuente reproche despectivo, dirigido a los miembros de la FER, de que se trata de un grupo de “desesperados” o, como se dice en varias lenguas europeas, con un término castellano corrompido, “desperados”. (Por cierto que, aunque alguna vez se recuerda que los castellanos hemos suministrado al léxico político el término “liberal”, no se suele recordar que también hemos ofrecido el complemento: “desesperado”.) No lo he hecho porque esta cuestión es más larga de tratar. No es raro que unos marxistas o unos demócratas radicales se desesperen de vez en cuando en la República Federal Alemana (o en la Democrática, por lo demás). El fiscal general de la República Federal, Siegfried Buback, considera que incluso las últimas disposiciones restrictivas de la libertad de ejercicio de los abogados defensores, agravadoras del derecho penal material y hasta limitadoras de la libertad de prensa, son una sana reacción contra un período en el cual “se inhibió la función del Estado en la garantía de la paz interior.” (Obsérvese que ese período que a Buback le parece de libertinaje no reconoció a los comunistas más domicilio que las cárceles.) Por eso opina el fiscal general que “legislar más duramente la detención es una de las medidas que se pueden entender como una especie de rectificación de las anteriores liberalidades, que iban demasiado lejos”. Se puede admitir que en un país cuyo fiscal general, habiendo vivido el pasado reciente que sabemos, opina cosas así, debe haber bastantes “desperados”. De todo eso sabemos aquí lo suficiente, por otra parte, para no arrojar la primera piedra a nadie. Los entonces cuatro de Stuttgart lo sabían también, y se expresan al respecto en la entrevista antes citada: “Desde 1918/1919 la burguesía imperialista, su Estado, tiene la iniciativa de las luchas de clases en Alemania, y está a la ofensiva contra el pueblo, hasta el aplastamiento completo de las organizaciones del proletariado bajo el fascismo, de modo que la derrota del viejo fascismo no se produjo por una lucha armada aquí, sino por el ejército soviético y los aliados occidentales. (…) Aquí no ha habido resistencia antifascista armada, como la hubo en Francia, Italia, Yugoslavia, Grecia, España e incluso Holanda. Los aliados occidentales destruyeron inmediatamente, en el 45, los conatos que había. Eso significa, para nosotros y para la izquierda legal, que aquí no hay nada con qué enlazar, nada ya dado organizativamente o en la consciencia del proletariado, ni siquiera tradiciones democráticas republicanas.” Lo que a muchos observadores parece ceguera de “desperados” tiene, pues, su explicación. Y probablemente tiene, además, sentido y una sensatez considerable. Renate Riemeck, con la penetración que le da su superior conocimiento de Ulrike Meinhof, ha observado que ésta, bastante mayor que los estudiantes del 68 y formada mucho antes y más solidamente que ellos, tuvo siempre reservas respecto del movimiento principalmente universitario (en Alemania, exclusivamente universitario-intelectual) al que se suele aludir con aquella fecha, pero que, por otra parte, no se resignó nunca –como, en cambio, se han resignado tantos estudiantes de los de entonces- al enfriamiento de aquella chispa, sino que se entregó luego a "una especie de desesperación tozudamente no resignada que la condujo a juicios erróneos". En Ulrike Meinhof no han dejado nunca de vivir las esperanzas que el Sesenta y ocho dio a mucha gente que se afanaba desde mucho antes. La vena sesentayochista de Ulrike Meinhof ha sido tan auténtica como lo era todo en ella. Esa autenticidad –en esto no me parece acertada Renate Riemeck- no es nada adolescente. Y a propósito de la "especie de desesperación" tozuda que la ha llevado a errores, cosa innegable, habría que añadir que no sólo a errores, sin embargo. El paso siguiente de la entrevista de enero de 1975 (cuya redacción ya he dicho que atribuyo a Ulrike) será todo lo inquietante que se quiera, pero no resulta evidente que sea un error: "Hoy la política revolucionaria tiene que ser a la vez política y militar. Eso se desprende ya de la estructura del imperialismo, del hecho de que el imperialismo ha de asegurarse su poder –hacia dentro y hacia fuera, en las metrópolis y en el Tercer Mundo- de un modo primariamente militar, mediante alianzas militares, intervenciones militares, programas de antiguerrilla y de "seguridad interior", que son desarrollo de un aparato de violencia. A la vista del potencial de violencia del imperialismo, no hay política revolucionaria sin solución de la cuestión de la violencia en cada fase de la organización revolucionaria"
* * *
Creo que estas columnas de "konkret", la revista cuya principal animadora fue Ulrike Meinhof, se deberían completar con una selección de escritos de la cárcel. Pero lo que hoy se puede recoger es todavía demasiado poco y demasiado fragmentario. Las pocas notas informativas puestas a algunos artículos de Ulrike Meinhof son todas de la presente antología en castellano.

Recuerdo de Ulrike Meinhof, 30 años después


por Peter O. Chotjewitz

Treinta años después de su muerte violenta el 9 de mayo, las imágenes son tan imponentes como el primer día. Sobre todo las publicadas. La primera placa de detenida; la primera foto de encarcelada; la imagen final, colgada.
1970, 1972, 1976; los números de los años lo declaran: el ascenso de la publicista Ulrike Meinhof, de estrella intelectual de un periódico estudiantil a icono de la moral política y de los derechos humanos, se cumplió en un breve período de su vida, el último. Qué hubo antes y por qué pasó a la RAF [Rote Armee Fraktion, fracción del ejército rojo], queda de todo punto eclipsado. Podría dar cierta plausibilidad indeseada a su último y radical paso.
La posteridad la ha reducido prácticamente al papel de una Juana de Arco de la resistencia contra el Leviatán, la omnipotente superpersona del Estado. Se la ha elevado al Olimpo de los elegidos dispuestos a morir por sus convicciones, como los santos Sócrates, Hus, Giordano Bruno y Michael Kolhas, a quien en 1540, dándosele la razón, se hizo ajusticiar con el suplicio de la rueda como perturbador del orden público.
Jovencitas ávidas de instrucción ante la próxima campaña antiglobalización, las más todavía en edad escolar, devoran libros que hablan de ella, no importa su veracidad. No es por azar que una biografía suya muy leída fuera publicada por Beltz & Gelberg, una editorial juvenil.
La basura con que autores mercenarios a sueldo de gigantescos aparatos de Estado la cubrieron desde mayo de 1970, es decir, desde el tiroteo en el Otto Suhr Institut de Berlín occidental, no ha impedido su conversión en una figura luminosa, a la que aun historiadores conservadores como Joachim Fest deben rendir sus respetos.
La RAF fue derrotada, pero no impera la paz. Sus análisis y objetivos programáticos, que pueden releerse en manifiestos escritos también por la mano de Meinhof, siguen viviendo en una suerte de cenotafio. Sólo una opción tiene el Estado para protegerse de ese peligro dormido. Tendría que dejar de entenderse a sí mismo como auxilio de la plutocracia, para convertirse en un valedor consecuente y eficaz de las necesidades de las clases bajas del propio pueblo y de los pueblos explotados de los Estados y los continentes pobres.
La conmoción desatada por la muerte de Ulrike Meinhof en 1976 llevó a arrebatadas manifestaciones por todo el territorio federal. En Francfort, en donde había una convocatoria frente a la Casa de los estudiantes, se llegó a enfrentamientos con las fuerzas de orden público. Yo venía de Stuttgart, y todavía veo la ciudad sublevada: me viene a la mente un furgón policial en llamas, pero puede que se trate de otra manifestación.
En el suicidio anunciado por el gobierno creyeron pocos. Eso guarda relación con el estado de confrontación. El tribunal de Stuttgart, que debía juzgar a cinco cuadros de la RAF, había ya perdido a un acusado –Holger Meins, a quien se dejó morir en noviembre de 1974 de inanición en Wittlich—. Los tres acusados restantes morirían diecisiete meses después en la prisión judicial de Stuttgart-Stammheim en circunstancias no aclaradas, de manera que ninguno de los juicios llegó a realizarse.
Fue sobre todo en el momento de la detención que murieron estos enemigos del Estado buscados con tanto ardimiento. Las más veces, fueron ejecutados sin llevar armas, o, ya desarmados, cuerpo en tierra. Eso despertó la impresión de que había una orden superior de no hacer prisioneros. Werner Sauber –Daniel de Roulet le ha levantado un monumento en su novela Double— fue ejecutado el 9 de mayo de 1975 en un estacionamiento de Colonia cuando estaba ya indefenso sobre el asfalto: justo un año antes que Ulrike Meinhof. El médico Karl-Heinz Roth, sentado junto a él en el automóvil, quedó herido de extrema gravedad. El tercero, Roland Otto, resultó ileso. Cuando Roth y Otto fueron absueltos, tronaron los policías: "Tendríamos que haber liquidado también a los otros dos".
La lista es larga. Desde Rauch y Weißbecker, hasta Grams, pasando por Stoll y van Dyck. Todos ejecutados en situaciones que no justificaban el uso policial de armas de fuego. Es verdad que los Colts se manejaban a la ligera, por ambas partes, y que se puede explicar el gatillo fácil de algunos funcionarios que podían temer por su vida. Disculpa no es; ni moral, ni jurídica.
Por lo demás, las dudas en el caso Meinhof fueron alimentadas por el informe de una comisión investigadora internacional (publicado por la editorial Maspero de París) que en 1978 decía: "La afirmación de las autoridades estatales, según la cual Ulrike Meinhof se dio muerte a sí misma colgándose, no está probada. Los resultados de las investigaciones más bien permiten concluir que Ulrike Meinhof no podía colgarse por su propia mano".
Ulrike Meinhof era ya evidentemente una celebridad antes de que fundara con otros la Rote Armee Fraktion, que se entendía a sí misma como brazo armado de la resistencia antiimperialista, y a la que –dicho sin precaución— pudo llamarse leninista. Recuerdo la fascinación con que leíamos sus columnas en la revista konkret, que publicaba la editorial Klaus Wagenbach, en cuya página web, ¡pequeña ignorancia!, puede leerse ahora que la autora murió en 1972.
Yo consumía desde 1955 la hoja que para la APO [oposición extraparlamentaria] desempeñaba un cierto papel, y desde 1960 leía siempre, lo primero, los artículos analítico-polémicos de Meinhof, que todavía hoy resultan legibles y actuales. Muestran la amplitud de su compromiso social y político. Temas nacionales como la permanencia de viejos nazis, las leyes de excepción y emergencia o la pobreza figuran en el ancho repertorio de su obra periodística, no menos que los problemas de la política internacional: imperialismo, luchas de liberación en el tercer mundo, tricontinentales, la guerra de Indochina, las protestas estudiantiles en los EEUU.
Lo que ahora su hija Bettina Röhl, en un incalificable libro de revelaciones, puede saldar de barato como sensación, era archisabido por los admiradores de entonces de la Meinhof. Que simpatizaba con la prohibida KPD [Partido Comunista de Alemania, ilegalizado por Adenauer en 1956], con la Unión Soviética y con la RDA (siempre críticamente, huelga decirlo). Que gracias al movimiento contra la guerra nuclear y las marchas de Pascua de los años cincuenta, consiguió hacerse un nombre. Que tenía sus raíces en las tradiciones humanistas de Occidente, con una impronta cristiana. Que su insólita rigidez ética venía en parte de su relación con Renate Riemeck, que hacia 1960 era uno de los mascarones de proa de una Unión Alemana por la Paz más bien irrelevante políticamente.
La opción por la lucha armada a comienzos del verano de 1970 fue sin embargo interpretada por muchos como una ruptura y vista con incomprensión. Pero estaba en la lógica de la oposición extraparlamentaria no seguir atacando sólo verbalmente los excesos y los efectos del orden social capitalista postfascista.
En la bibliografía a ella dedicada, la separación de su marido, el abandono de la existencia comparativamente pequeñoburguesa en el barrio de la alta sociedad de la Elbchausee de Hamburgo y el traslado a Berlín occidental no son interpretados de un modo suficientemente claro como reacción al espíritu de los tiempos. Lo cierto es que, como muy tarde desde el 2 de junio de 1967 –el día en que las autoridades de Berlín occidental reprimieron brutalmente una manifestación ante la Ópera alemana y dejaron que se ejecutara alevosamente a un estudiante, a fin de generar una escalada—, estaba en el orden del día el proyecto de atacar directamente, como baluarte del imperialismo, al Estado y a sus obscenos representantes, y de radicalizar la resistencia mediante la propaganda con hechos.
Ulrike Meinhof dejó casa y séquito cuatro días antes de la Conferencia internacional contra los crímenes de guerra estadounidenses en Indochina, que empezó en Berlín occidental el 17 de febrero de 1968. La declaración final, que culminó en una gran manifestación, todavía se lee hoy como un llamamiento a pasar definitivamente a la sublevación. Se pedía sin afeites la colaboración política y organizativa con los movimientos revolucionarios de liberación y la creación de un frente unido de resistencia en los EEUU y en los países europeo-occidentales. Enemigo: el imperialismo norteamericano y su peón de brega europeo. Objetivo: la revolución socialista mundial.
Apenas dos meses después, ardían en llamas dos grandes almacenes comerciales en Francfort: un acontecimiento que fue generalmente celebrado como la ceremonia fundacional de la RAF, pues empujó a dos protagonistas a la ilegalidad, aun cuando los daños fueron muy limitados. Ulrike Meinhof dedicó al incendio una reseña comprensiva que fue entendida por buena parte de la izquierda de entonces como una invitación a seguir trabajando en esa línea. Tal vez los redactores de la resolución final de la Conferencia sobre Vietnam no dieran a sus protrépticas palabras el sentido que nosotros inferimos. O tal vez se retractaron luego, a la vista de la que se había organizado, y les entró el miedo ante su propio coraje.
El hecho es que Meinhof y los demás fundadores de la RAF albergaron de buena fe la esperanza de que su lucha hallaría simpatías y apoyos en los medios legales. Jamás fue la RAF –nadie habla hoy de ello— concebida como una organización de masas, sino como grupo de cuadros y como punta de lanza capaz de agudizar las contradicciones políticas y ampliar los márgenes de maniobra de la oposición legal. Tragedia de esa organización: jamás fue aprovechada tal posibilidad, poniéndose en cambio muy pronto en marcha un proceso de desolidarización que, en lo venidero, llegó incluso a rechazar el bienintencionado consejo de un [Heinrich] Böll: "un salvoconducto para Ulrike Meinhof".
Las condiciones de encarcelamiento a las que se expuso a Ulrike Meinhof a partir de 1972 eran homicidas. En Colonia-Ossendorf llegó a estar hasta tres veces en aislamiento total –la primera vez, inmediatamente después de su detención, durante 237 días—. Sobre las consecuencias psíquicas y físicas de este tipo de tortura escribió un informe conmovedor, que ahora es una pieza distinguida de la historia de la literatura.
El objetivo de las numerosas humillaciones era claro y se declaró abiertamente: quebrantar la personalidad. Quería ofrecerse al loco a la opinión pública, moverla a ella distanciarse de su biografía política y estimular a sus camaradas en la clandestinidad a abandonar la lucha desigual. Con algunos, se logró. Contra los principales acusados, que no cedieron, hubo que adoptar medidas más extremas. Otros, como Christian Klar y Birgit Hogefeld, que no se dejaron instrumentalizar, siguen todavía entre rejas.
Pero lo que nosotros discutíamos –yo representaba legalmente a Andreas Baader— en casi cada visita a la séptima planta de la prisión judicial de Stammheim no eran tanto las condiciones de cárcel, que dicho sea de pasada, tras el inicio del proceso, se relajaron un poco, sin llegar a pasar nunca del aislamiento en ínfimos grupos. Un tema importante era el deterioro de la situación política: se hacía cada vez más precaria, y la solidaridad con los presos remitía. Si en el verano de1972 los objetivos y los métodos de la RAF aún despertaban simpatías en amplios sectores de la población, tras la muerte de Holger Meins y la ejecución del presidente de la Audiencia de Berlín occidental, Günter von Drenkmann, a finales del otoño de 1974, se desmoronó incluso la disposición al compromiso con una mejora de las condiciones de encarcelamiento.
Hay cartas desde la cárcel, dirigidas a conocidas personalidades, que muestran cómo los presos se sentían crecientemente abandonados a su suerte, hasta quedar completamente inermes. Que la pugnaz voluntad subversiva de finales de los sesenta trocara en cobardía y resignación, es tema aparte. Tiene que ver con la campaña mediática de odio y criminalización contra toda izquierda que no se prestara a un distanciamiento profiláctico.
Cuando Ulrike Meinhof murió, asistimos a un último encalabrinamiento de la opinión pública, fundado en el hecho de que había sido una prestigiosa intelectual, una de las grandes esperanzas de la publicística en lengua alemana. Tras los atentados de 1977, también el grueso de la izquierda se alegró de que los más populares cuadros de la RAF estuvieran finalmente muertos.
traducido del freitag alemán en sinpermiso

2008/02/13

Cuando empieza la vista


Prólogo de Manuel Sacristán a Heinrich Böll, Garantía para Ulrike Meinhof, Barcelona, Seix Barral, 1976.

Este volumen, compuesto por Frank Grützbach, recoge piezas de una polémica en los grandes medios de comunicación y difusión alemanes: periódicos diarios, semanarios, radio, televisión. La controversia se sitúa en la inveterada pugna entre la derecha social y los intelectuales liberales, progresistas o críticos. No es, sin embargo, muy representativa del tipo tradicional de estas disputas, porque, como lo comprobara el lector, hombres de iglesia se encuentran –como el desencadenador de la polémica, Heinrich Böll, que es él mismo un hombre religioso- entre los que intentan proteger a la “banda” de “terroristas” Baader- Meinhof de la histeria que desencadena contra ellos la violencia del sistema y, en cambio y por ejemplo, el escritor Günther Grass, tambor mayor de la propaganda del Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD), ironiza en un sentido en última instancia opuesto. (Las intervenciones aludidas se encuentran bajo las fechas 27-I-1972 y 5-II-1972.) Pero, a pesar de complicaciones como ésa –que quizás sean sólo detalles de una época de transición en la recomposición de la tradición de izquierda entre los intelectuales-, el volumen presenta numerosas muestras de la rotundidad con que los conservadores reaccionan contra la sensibilidad de los intelectuales liberales para con las complicaciones de la vida social. Valga como ejemplo esta afirmación de un colaborador del seminario Quick: “El que, como Heinrich Böll, o también el profesor Bruckner y sus compañeros de ideas, muestra una consciencia tan escindida es a la larga un peligro mayor para nosotros que Ulrike Meinhof y sus pistoleros” (2-II-1972).
La misma preeminencia dada a Ulrike Meinhof en la polémica, en el título del artículo de Böll e incluso en el ambiente en el que acaba de empezar el proceso contra algunos miembros del grupo, remite al medio de intelectuales en el que se desarrolla la discusión, porque Ulrike Meinhof, que llega al grupo tardíamente y es mayor que todos sus compañeros (tiene 40 años cumplidos: Baader, el más joven de los ahora juzgados, tiene 32), es también la única con un historial de intelectual destacada. La situación policíaco-procesal no justifica que se subraye así el caso de Ulrike Meinhof. El ministro federal del interior dijo en mayo de este año que había setenta presos del grupo Baader-Meinhof (Rote Arme Fraktion, Fracción del Ejercito Rojo, FER), detenidos entre 1972 y el atentado en que murió el juez Von Drenkmann en 1974, y 24 detenidos después. A eso hay que añadir los seis detenidos tras el atentado de Estocolmo (de los que se afirma que pertenecen a un grupo, el “2 de Junio”, nacido con posterioridad a la FER, pero parte del mismo movimiento). El ministro añadió que la policía buscaba aún a 27 personas consideradas “peligrosas” y a 100 consideradas “seguidores”, y que estimaba en 200-300 el número de los simpatizantes que dan apoyo a estos revolucionarios designados oficialmente con la expresión “violentos anarquistas de diferentes grupos, buscados con orden de detención”. Tampoco es Ulrike Meinhof la única acusada en el proceso de Stuttgart-Stannheim –proceso bastante cargado, al que se prevé, muy poco precisamente, una duración de uno a tres años y en el que, en cualquier caso, se ha de oír a casi 1.000 testigos, estimar casi 1.000 peritaciones de unos 80 peritos y dominar un sumario de unos 50.000 folios-, sino que con ella comparecen Andreas Baader, Gudrun Ensslin y Jan Carl Raspe, y habría tenido que comparecer también Holger Meins si no hubiera muerto antes, durante la huelga de hambre del grupo en protesta por su larga prisión preventiva en parcial incomunicación.
Hay que tener en cuenta, sin embargo, que toda la polémica presentada en este volumen es anterior a la detención de cuatro de los cinco procesados en Stuttgart. El volumen se cierra el 23 de Febrero de 1972. En esa fecha, el único miembro preso de lo que la prensa alemana llama el “núcleo duro” de la FER era Gudrun Ensslin. Baader, Meins y Raspe fueron detenidos el 1 de junio de 1972 en Frankfurt, Meinhof lo fue el 15 del mismo mes en un lugar de la Baja Sajonia, Langenhagen, entregada a la policía por uno de esos intelectuales liberales de consciencia escindida que tanto inquietan a la derecha. Ulrike Meinhof se había refugiado en su casa. Ahora bien, en la situación anterior a la detención del “núcleo duro”, Böll y otros intelectuales liberales no tenían sólo motivos de afinidad para ver en Ulrike Meinhof la personificación de toda la tragedia. Algunos, como Klaus Rainer Röhl, ex-marido de Ulrike Meinhof y antiguo editor de “konkret", se debieron mover, en parte al menos, por motivos muy personales (es patéticamente llamativo que en sus artículos Röhl no hable nunca de “grupo Baader-Meinhof”, sino sólo de “grupo Baader”); pero los más se han visto movidos por la gran representatividad de Ulrike Meinhof. Sus diez años largos de columnista en una de las pocas revistas de la pobre izquierda alemana que ha tenido una proyección algo masiva –“konkret”- han dado de sí una articulación y formulación muy completa de la evolución que lleva de las primeras resistencias universitarias contra la guerra fría hasta el proceso de Stuttgart. (Mucho antes de que empezara la oposición estudiantil a la guerra fría, al armamento atómico y a la guerra del Vietnam, los mutilados restos de la izquierda obrera organizada habían luchado ininterrumpidamente –aunque, la verdad sea dicha, a la desesperada y con poco resultado- por esas mismas causas, hasta que la sentencia del Tribunal Constitucional, declarando fuera de la Ley al Partido Comunista a mediados de los años cincuenta, los lanzó a las cárceles y a la clandestinidad. Tendría mucho interés estudiar detalladamente la actitud de los democristianos (CDU/CSU), los liberales (FDP) y los socialdemócratas (SPD) ante aquel proceso. Pero no es éste el momento de hacerlo.)
* * *
Por su condición de portavoz asidua, no por los actos ilegales que se le imputan en Stuttgart, es Ulrike Meinhof tan representativa de la trayectoria de la “nueva izquierda” alemana que ella convocaba en 1962. Ulrike Meinhof nació el 7 de octubre de 1934. Su madre, Renate Riemeck, ha sido una de las dirigentes más destacadas de la Unión Alemana por la Paz. En la fase final de la guerra fría estilo Foster Dulles, luchar contra la cual fue el principal objetivo de la Unión, Ulrike Meinhof, entonces estudiante de literatura en la Universidad de Münster, Westfalia, formó parte de un grupo de acción contra lo que entonces se llamaba La Bomba, y desempeña su papel en el Congreso de Berlín contra el armamento atómico. Es el año 1959: en otoño se celebra la entrevista de Camp David entre Eisenhower y Jruschov, que encarrila el acuerdo sobre desarme controlado. Aquel acuerdo no sirvió para casi nada, como sabemos hoy, pero entonces suscitó grandes esperanzas. Ese otoño empezó Ulrike Meinhof sus columnas en “konkret”. “konkret” había sido hasta entonces un papel muy modesto –a menudo sólo cuatro páginas de máquina plana a una sola tinta- que apareció irregularmente y se vendía casi sólo en las universidades. En la de Münster, poco, y entre las miradas hostiles de una aplastante mayoría “negra”. Entre las causas de que llegara a ser en algún momento el principal periódico de la izquierda –no sólo de la nueva- hay que contar las columnas de Ulrike Meinhof.
Los ejes de esas columnas sin durante mucho tiempo la distensión internacional, la lucha contra el rearme y el armamento atómico de la República Federal de Alemania (RDA) y la lucha por la democratización del Estado, lucha sentida, en realidad, como resistencia a un proceso de restauración, que más tarde Ulrike Meinhof entenderá como fascistización. El primer proyecto de leyes de emergencia, el del ministro Schröder –un cristianodemócrata de derecha (en cualquier país del sur europeo se le consideraría un fascista pobre de ideología)-, en, en efecto, de enero de 1960. Con el paso de los años, esos ejes de la actividad periodística de Ulrike Meinhof se adentrarán en terrenos nuevos y sí, por ejemplo, la campaña por la paz se hará con naturalidad campaña antiimperialista. Sus columnas no perderán su orientación, aunque cambiarán algo de tono.
En la primera mitad de los años sesenta, pese a la frecuencia de acontecimientos políticos preocupantes, las columnas de Ulrike Meinhof se mantienen en un tono animado, tranquilo, que refleja la sensación de movimiento en desarrollo, de organismo en crecimiento, que tiene por entonces la izquierda alemana estudiantil e intelectual. Ulrike Meinhof escribe hasta llamamientos tan sin problemas como éste: "Al que pregunte, ¿qué se puede hacer, qué se puede hacer contra las armas atómicas, contra la guerra, contra un gobierno que no negocia [el problema centroeuropeo con la URSS y la RDA], sino que sólo se rearma?, se le dirá dónde puede apuntarse para la marcha de Pascua de 1963” ("konkret", 4/1963). Y eso que el año anterior había habido la crisis de Berlín, y que aquel mismo año se había presentado (en enero) a la Dieta Federal el segundo proyecto de leyes de emergencia y que en noviembre sería asesinado el presidente Kennedy. Es verdad que también ese año, el 5 de agosto, se firmó en Moscú el tratado de prohibición de las pruebas atómicas. Tampoco ese tratado sirvió para mucho, pero todavía hoy se comprueba el alivio que supuso, especialmente para los centroeuropeos. La sensación de alivio da un marco adecuado a la confianza optimista en procedimientos políticos como las "Marchas de Pascua": la de 1963 se orientó especialmente contra las leyes de emergencia.
Incluso la ruptura definitiva de la socialdemocracia con la tradición socialista se podía asimilar sin graves traumas cuando aún imperaba un estado de ánimo esperanzado, de movimiento progresivo que crece sin roturas (y sin que, por otra parte, la constancia del movimiento estable de la economía capitalista –del "milagro económico"- facilite la defensa contra la insinuación de los valores del sistema). Tras el Congreso de Karlsruhe de la SPD, Ulrike Meinhof titula una de sus columnas El mal menor ("konkret", 12/1964). El mal menor es la socialdemocracia. No parece dudoso que ese fuera en aquel momento el sentir de la mayoría de la gente de izquierda en las facultades y en las redacciones.
En la primavera de 1965 ocurre algo que se puede tomar como punto crítico en la maduración de una consciencia antiimperialista en los grandes países del capitalismo: los bombardeos de Vietnam del Norte por decisión de la administración Johnson. Muy poco después empieza a notarse la crisis económica que alcanzará su punto más bajo a finales de 1967. Los motivos críticos de los jóvenes universitarios norteamericanos encuentran en Alemania un fundamento conceptual bastante más sólido que en otras universidades, a saber, las tradiciones más o menos intensamente marxistas de centros como el Instituto de Frankfurt o de cátedras desempeñadas por socialistas inequívocos, como Abendroth o Hofmann. Es un momento políticamente difícil para la gran burguesía alemana, porque la crisis económica está agotando el único prestigio de la Democracia Cristiana de Ludwig Erhand, dejando a éste en ridículo como economista y sociólogo de la "sociedad formada". El Partido Socialdemócrata salva la situación, de acuerdo con su viejo papel en Alemania: en noviembre de 1966 se concluye la "gran coalición" entre la SPD y la CDU, un pacto por el cuál los socialdemócratas entran en el gobierno con un canciller democristiano (Kiesinger.) La decepción de la izquierda alemana ante la desaparición incluso del mal menor es grande.
Sobre todo porque ya en febrero de 1967 ese gobierno con socialdemócratas en vez de clausurar el tenaz esfuerzo de la derecha por conseguir rellenar la "laguna" de un derecho de emergencia, presenta a la Dieta Federal el tercer proyecto del mismo. Ulrike Meinhof tiene aún ocasión de comentar la decepción con el lenguaje de ritmo largo y discursivo natural en los tiempos de cotidianeidad sin sobresaltos, antes de que éstos se acumulen en los tensos años 1967/1969. Así escribe en el nº 1 de "konkret" de aquel año, bajo el título El proceso de clarificación: "La adhesión de Dahrendorf [destacado jurista y sociólogo del Partido Liberal, FDP] a la gran coalición es [...] instructiva. Hace poco más de un año escribía aún: 'La gran coalición termina con la lucha de partidos como instrumento de un régimen democrático [...] El precio lo paga la sociedad alemana con la vitalidad de sus instituciones democráticas'. Una de esas instituciones es la Universidad alemana; dentro de la Universidad, el mismo Dahrendorf se había convertido en institución; ideólogo principal de la admisión del conflicto [...], ha depuesto luego la actitud con la cual había podido ser eficaz la oposición y se ha puesto al servicio de los que han cortocircuitado el conflicto. La fórmula, presentada al margen de los partidos, resulto puro formulismo, voceado no para hacer sitio a la oposición del trabajador industrial frente al management y al capital, a la oposición frente al gobierno, al parlamentarismo frente al ejecutivo; no fue más que una generalización aguda y sin compromiso, con la cual no se trataba de abrir trincheras en la clase de los dominantes, sino a lo sumo, de asesorarlos estilísticamente".
Si ya la decepción respecto de las opciones liberales o por el "mal menor" socialdemócrata permitía prever una salida explícitamente socialista y revolucionaria a la nueva izquierda alemana, los hechos del 67 y el 68 aumentan la probabilidad de ese desarrollo. El 2 de junio de 1967, al final de una manifestación antiimperialista, la policía berlinesa mata de un disparo a bocajarro a un estudiante que caminaba solo y sin armas de ninguna clase, Benno Ohnesorg; y el Jueves Santo de 1968 se produce el atentado contra Dutschke, uno de los portavoces más visibles del movimiento socialista estudiantil. El lenguaje de Ulrike Meinhof cambia, como cambió el estado de ánimo del movimiento: Se acabó la broma ("konkret", 5/1968) y hay que utilizar "medios distintos de los que han fracasado, puesto que no han podido impedir el atentado contra Rudi Dutschke".
El movimiento estudiantil –que ya era más que eso, era la Oposición Extraparlamentaria, OEP- reaccionó al atentado con un ataque a los periódicos de la cadena Springer, que venían llevando desde hacía tiempo una campaña de incitación a la violencia contra la izquierda. Axel Springer es un buen ejemplo del financiero que se construye un poder político penetrando tentacularmente con su dinero en los medios de comunicación de masas. Las acciones contra la prensa de Springer se extendieron por una veintena de ciudades; en ellas hubo dos muertos y cuatro centenares de heridos; la policía detuvo a unas ochocientas personas. Las formulaciones de Ulrike Meinhof en aquella ocasión articulaban seguramente el pensamiento más autocrítico y más cauto de la OEP: "[...] ahora que se han saltado las ataduras de los Buenos Modales y la Decencia, se puede y se tiene que discutir de nuevo, desde el principio, sobre la violencia y la contraviolencia. La contraviolencia, tal y como se ha practicado en estos días de Pascua, no es adecuada para despertar simpatía, para atraer a liberales espantados al lado de la opinión extraparlamentaria. La contraviolencia corre el peligro de convertirse en violencia, en la cual la brutalidad de la policía dicta la ley de la acción, una cólera impotente sucede a la racionalidad reflexiva y se contesta con medios paramilitares a la intervención paramilitar de la policía" ("konkret", 5/1968).
El último esfuerzo (baldío) por evitar la aprobación de las leyes de emergencia, la impresión –por otra parte- de los hechos de mayo y junio en Francia, la tensión en el Pactode Varsovia: todo eso contribuye, en unos a la radicalización de las tácticas (en otoño, Baader y Ensslin causan, según dicen sus condenas, los incendios de Frankfurt) y en otros, los más, a la radicalización y profundización del pensamiento político. Ésta es la época en la que Ulrike Meinhof formula más insistentemente un pensamiento socialista. Así escribe autocríticamente tras la última marcha contra las leyes de emergencia: "Hemos defendido la democracia política en vez de atacar a los poderes sociales, las asociaciones de empresarios, junto con sus dependencias en el Estado y en la sociedad misma [...]. Hemos argumentado contra las leyes de emergencia, en vez de luchar contra la fuerza de las grandes compañías. [...] No hemos realizado la defensa de la democracia como lucha por la democracia económico-social, como lucha de clase por debilitar a los propietarios de la sociedad" ("konkret", 6/1968).
Es una autocrítica emparentada con la crítica que dirige a los partidos comunistas de Occidente (por cierto, que el de Alemania intenta renacer legalmente por entonces mediante la fundación de uno nuevo, el Deutsche Kommunistiche Partei, DKP, el 28 de Septiembre de 1968): "Los partidos comunistas del oeste de Europa se han quedado parados en el estadio de las reformas sociales y el parlamentarismo" ("konkret", 7/1968). Seguramente anda Ulrike Meinhof más cerca de los sentimientos de la OEP en aquel momento que de la dieta alimenticia de los ciudadanos de la URSS cuando llama a la política jruschoviana "comunismo del gulasch". En cualquier caso, la invasión de Checoslovaquia por las tropas del pacto de Varsovia (21 de agosto de 1968) consolida, por un lado, la actitud crítica respecto de los partidos de la que fue III Internacional, pero, por otro, obliga a Ulrike Meinhof –como había obligado a Dutschke, meses antes, el previo desarrollo checo- a una profundización en los problemas del socialismo que la libera, al menos, de las versiones doctrinarías simplistas. En una de sus columnas mejor escritas escribió Ulrike Meinhof sobre el intento político de la mayoría Dubcek del PCCh varias consideraciones analíticas de interés en las que coincidía con otros observadores, y una aguda valoración del resultado cultural más decisivo del stalinismo: la despolitización de trabajadores en otro tiempo comunistas. Los hechos checos muestran, comenta Ulrike Meinhof, "lo poquísimo que habían conseguido los intentos stalinistas de politización mediante la agitación y la propaganda. La ingenuidad con la cual se hablaba antes de la invasión de un socialismo democrático de nuevo tipo, de compromiso con la Iglesia, de política antiimperialista, de una nueva formulación del marxismo, sin decir material y exactamente en que pensaba [...] es probablemente un producto de la despolitización masiva por obra de la política stalinista" ("konkret", 10/1968).
El balance de la OEP, y en general de la izquierda alemana, a finales de 1968, es bastante malo: los años de campaña contra los proyectos de leyes de emergencia, años de lucha por una interpretación democrática o incluso simplemente liberal de la Constitución, han terminado en derrota; el agotamiento del mayo francés y el contundente barrido electoral del sesentayochismo en Francia disipan muchas esperanzas descabelladamente alimentadas por aquellos jóvenes pequeño-burgueses y burgueses que se rebelaron contra el sistema sin tener experiencia, ni siquiera consciencia, de la base clasista en la que habrían tenido que reorientarse para cambiar de bando realmente; la política exterior de los países del Pacto de Varsovia –y muchos elementos de su política interior- quitan a otros esperanzas un tanto diferentes; en el seno de la OEP alemana, en su núcleo mejor organizado, está a la vista no ya una sintomática descomposición, sino la descomposición misma. En noviembre la Liga de Estudiantes Socialistas (SDS) intenta terminar en Hannover su XXIII conferencia de delegados, que ya no le había sido posible llevar a término dos meses antes en Frankfurt. La conferencia es un caos. Alguien distribuye, por ejemplo, entre los delegados, una octavilla que se puede traducir así:
Ffffffruuuuustraciónnnnn
Pal Culo
Esto es un congreso del SDS
Antes de terminar la conferencia se habían marchado como la mitad de los delegados, y también se habían ido algunos de los portavoces de mayor influencia en los años y meses anteriores, como Semmler o Lefèvre. Lo que hoy hacen estos dos hombres podría ilustrar, ahorrando palabras, las dos principales salidas de la descomposición de la Oposición Extraparlamentaria: Lefèvre ha vuelto a integrarse en el escalafón académico, con prometedores resultados, como es natural en un hombre de sus talentos; Semmler es hoy un dirigente del Partido Comunista (Marxista-Leninista) de Alemania (KPD-ML). Como queda dicho, el viejo partido comunista se reconstituyó mediante una nueva fundación en agosto (DKP); su organización juvenil, Spartakus, es una de las tendencias más fuertes de la izquierda marxista. Pero los resultados electorales de todas las formaciones comunistas son muy bajos. Es notable que queden incluso por debajo de los modestísimos –del orden del 3-4%- obtenidos por la Unión Alemana por la Paz de Renate Riemeck, la madre adoptiva de Ulrike Meinhof, en los años de represión más dura e ilegalidad de los comunistas. Pero en los ambientes universitarios, la catástrofe, tan poco gloriosa, del Sesenta y Ocho movió a renovar las formas clásicas de organización y lucha de la izquierda de clase. En este punto pierde seguramente mucha verdad la afirmación, hecha antes, de que la especial notoriedad de Ulrike Meinhof se debe a lo muy representativa que es de la nueva izquierda alemana. Por lo menos, ahora hay que reducir esa representatividad a la parte, muy minoritaria, de la vieja OEP que no se reintegró en el sistema, como lo hizo la mayoría, ni se decidió a engrosar y renovar la izquierda de clase tradicional, como lo hizo una minoría de cierta amplitud. Ulrike Meinhof siguió por de pronto practicando su periodismo crítico, en el que cada vez se percibe más su personal aprendizaje del Sesenta y Ocho y un desarrollo consecuente del mismo, dicho sea ignorando la cuestión de si ese desarrollo recoge o no realidad suficiente.
A finales de 1968 se celebró la vista contra Andreas Baader y Gudrun Ensslin, acusados de haber incendiado dos grandes almacenes de Frankfurt. El artículo de Ulrike Meinhof en el número 14 de "konkret" de 1968 crítica la ilusión de que actos como esos puedan desorganizar el aparato de producción y explotación. Pero no se distancia sin matices de los que siete años más tarde, en estos días, son sus compañeros de banquillo: "El momento progresivo del incendio de unos grandes almacenes no está en la destrucción de las mercancías; está en la criminalidad del hecho, en la violación de la ley". La que pocos meses antes, a raíz del atentado contra Dutschke, había llamado la atención sobre la necesidad de no practicar una contraviolencia que resultase incomprensible para los liberales no puede dejar ahora de suscribir la crítica de los incendios por el SDS, por ejemplo. También aquí con una reserva: "Pero queda también lo que ha dicho Fritz Teufel en la conferencia de delegados del SDS: 'Siempre es mejor quemar unos grandes almacenes que dirigir unos grandes almacenes'".
La actitud de Ulrike Meinhof respecto de los incendios de Frankfurt se compone con motivaciones varías, no siempre fáciles de mantener ensambladas en una síntesis política: hay un análisis político-social revolucionario que tiende a borrar el acotado bienpensante que separa el "crimen político" del "delito común". En este punto reaparece la afinidad, si no con el intelectual medio, si con el poeta. Böll dirá a la radiotelevisión de Hessen el 28 de enero de 1972: "considero en cualquier caso errónea la separación tajante entre lo político y lo criminal, error que, además, es intelectualmente insincero. Se puede incluso decir que una persona que para conseguir sobrevivir, para no morirse de hambre, tiene que robar en una sociedad es, naturalmente, también un criminal político. [...]".
Por otra parte, como lo sugiere la cita de Fritz Teufel reproducida, le está ganando a Ulrike Meinhof la natural repulsión por el apartamiento de lo fundamental, tan frecuente en la cotidianeidad política. La conferencia del SDS llevará razón al condenar los incendios de Frankfurt: pero no se olvide que "siempre es mejor", etc. Esta repugnancia se va extendiendo a los que sólo hablan, aunque hablen con la radical veracidad del poeta. En el volumen colectivo Revolution gegen den Staat, editado por H. Dollinger aquel año, Ulrike Meinhof escribe que "Decir revolución exige decirlo en serio" y que la palabra 'revolución' rompe tabúes –tabúes de medios cómodos y prestigiosos, como lo son los de los intelectuales tradicionales- y "corta el camino que lleva de la mala conciencia a la resignación".
Alusiones así indican una perdida de afinidad con la matriz social de la autora, no ya sólo con el profesional corriente, sino también con el verdadero poeta (o científico, o filósofo), veraz, pero preso de la palabra o limitado a ella. Hay que reconocer eso, y ver bajo esa luz el abandono de que la FER va siendo objeto por parte de sus antiguos simpatizantes en los medios cultos. Pero eso no es razón para fechar en un momento u otro de esa disociación una supuesta desorganización mental de Ulrike Meinhof que explicaría el irrealismo de su política y la reducción de su representatividad. Hasta tumores cerebrales ha aducido la prensa liberal, probablemente con la mejor intención. Hay que decir que no serían muy malignos esos tumores, si Ulrike Meinhof –a diferencia de su camarada Katharina Hammerschmidt, por ejemplo, muerta de cáncer a finales de junio, a los 30 años de edad, tras más de un año de pésima asistencia médica (si asistencia se puede llamar a eso) en el curso de su larga prisión preventiva en Berlín- sigue en pie desde que abandonó las últimas ilusiones sobre la evolución del capitalismo hacia la libertad.
Sus columnas de 1969 para "konkret" –las últimas- muestran un pensamiento político socialista mucho más radical, sin duda, que el que expusiera antes del Sesenta y ocho, pero de consistencia innegable, tanto en la estimación y construcción de los datos como en la argumentación. Dos ejemplos. Uno de consideración de objetivos del movimiento obrero, en este caso la codecisión o gestión paritaria de la industria: "La codecisión es un monstruito. La ley de consejos de empresa de 1920 era heredera directa del movimiento consejista de 1918/1919, resto de una revolución derrotada. La codecisión en la industria minera, en 1951, se impuso en la Dieta Federal bajo graves amenazas huelguísticas, como fósil de una renovación democrática que no ha tenido lugar en los demás sitios. La discusión de 1968/1969 sobre la codecisión, que tendrá también una función en la campaña electoral en puertas, se diagnostica por parte de los empresarios como cola de la rebelión estudiantil aquí y de las agitaciones en Francia. [...] La codecisión, igual en el marco del taller que en el de la empresa, no ha sido nunca producto de una fuerza obrera victoriosa, sino siempre de una fuerza obrera reducida a la defensiva" ("konkret", 3/1969).
Otro de estimación de la situación política: Ulrike Meinhof discrepa del análisis optimista que, como si estuviéramos en 1945, ve en curso en Europa un proceso de tranquila evolución democrática; ella advierte, por el contrario, un "proceso de fascistización de la República Federal y Berlín Oeste"; pero, sin embargo, eso no le impide reconocer que "desgraciadamente, todavía vale la pena hablar de la diferencia entre [el muy conservador] Schröder y [el ex-resistente democrático] Heinemann" ("konkret", 7/1969). El contexto es la elección presidencial.
A finales de 1968 Ulrike Meinhof se ha separado de su marido, el antiguo (no presente) editor de "konkret", Röhl, y se ha mudado con sus hijos a Berlín. Renate Riemeck cuenta que la vio por última vez a mediados de 1969. El 14 de mayo de 1970, la policía la identifica entre los miembros armados de la Fracción Ejército Rojo que liberan a Andreas Baader, y pone un precio de 10.000 DM a informes sobre su paradero que puedan dar pie a su captura. A tenor del bando de la policía, Ulrike Meinhof habría vivido hasta aquella mañana misma en la casa berlinesa alquilada a su nombre. Después de la liberación de Baader pasa a la clandestinidad. El 15 de Junio de 1972, poco después de la captura de Baader, Meins y Raspe, la policía la detiene en una casa del profesor de Hannover Fritz Rodewald, su denunciante, en la que había buscado refugio. El 13 de septiembre anuncia, con otros compañeros, la huelga de hambre en protesta por la incomunicación en el curso de la cual muere Holger Meins. También esta huelga de hambre, así como otros rasgos de la conducta de la FER en la cárcel, es para parte de la prensa liberal alemana un inicio de enajenación mental. Der Spiegel publica en su número 23 de 1975 pasos de un papel de Ulrike Meinhof fechado el 21 de octubre de 1974 e incautado en 52 ejemplares por funcionarios de prisiones en celdas ocupadas por detenidos de la FER. El papel hace sospechar que la información de los miembros de la FER, o de Ulrike Meinhof en particular, está deformada de un modo que los lleva a sobreestimar sus posibilidades: "¿en qué país extranjero no se preparan todavía manifest. etc. contra la embajada rfa. consulado general, instituto goethe, etc., contra las filiales de las grandes compañías rfa.? / ¿qué periódico extranjero no tiene todavía la declaración para la prensa? organizar para la prensa internacional una resolución internac. de protesta contra el gobierno federal." Pero la verdad es que las cárceles producen espejismos parecidos en presos de organizaciones revolucionarias de lo más clásico, de modo que esa circular no es razón suficiente para suponer especiales desvaríos de los presos de la FER. Más preocupante parece el estilo, tan poco propio de ella, de otro texto atribuido por la policía y el mismo semanario a Ulrike Meinhof. La convulsión y el descuido de esta forma de decir puede deberse a una duda ya adensada casi en angustia. Pero también el escribir corriendo, apoyándose en la rodilla y ante quien, arriesgándose, espera para recoger el papel y pasarlo, puede dar el mismo resultado: "Sólo la violencia ayuda donde la violencia impera y el amor al hombre no es posible más que en el ataque portador de muerte lleno de odio al imperialismo-fascismo".
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La misma extrema derecha alemana da una pista de interés acerca de los efectos políticos de la FER: la derecha, en efecto, empezó pronto a desinteresarse de la FER y a concentrar su atención sobre la izquierda socialista clásica. Bajo la fecha 27-I-1972 encontrará el lector la siguiente advertencia del comentarista Klaus Harpprecht: "El anarquismo adolescente de los [...] rodean a Ulrike es un diversivo al lado de los peligros verdaderos, que se muestran en la fría resolución de las organizaciones espartaquistas en las universidades." Y el antiguo dirigente del partido neo-nazi (Partido Nacional-Demócrata), Adolf von Thadden, amplía ese llamamiento (4-II-1972). ¿Prueba suficiente de que los de la FER, ya antes de ser unos pobres locos presos, eran unos pobres locos en libertad, inofensivos no sólo no sólo para el sistema social, sino incluso para la visión de éste por la extrema derecha? ¿O incluso algo peor que eso? Parte de la prensa liberal alemana ve en la FER la causante de las recientes medidas, legales o administrativas, con que el gobierno federal está reforzando el ejecutivo y haciéndolo más expeditivo y suelto de gatillo, al mismo tiempo que reduce las posibilidades de defensa de los procesados en general y de los de la FER en particular. Der Spiegel escribía en su nº 25 de este año que "los pistoleros [...] del bienestar han conseguido empujar la reacción de los guardianes del orden "hasta los límites" (canciller Schmidt) del estado de Derecho, y en algunos puntos incluso más allá. /
No es un azar que bastantes funcionarios huelan de nuevo en las escuelas de policía 'el moho restaurativo de otro tiempo', ni que dirigentes policiales como el jefe superior de Wuppertal se quejen de que 'el proceso hacia la policía amiga del ciudadano' ha sido frenado por el terrorismo, 'si no ya invertido con una tendencia inversa'. No sin motivo ponen en guardia renombrados profesores de Derecho contra una regresión legislativa en la que parece haber dado el parlamento de Bonn". Pero el encuestador del gran semanario liberal podría haber hecho notar al jefe superior de Wuppertal que el agente Kurras mató extrañamente a Benno Ohnesorg mucho antes de que existiera la FER ni nada parecido y los juristas podrían recordar que las leyes de emergencia no se pueden imputar a la ingenuidad de la Fracción, alguno de cuyos miembros no tendría más de diez años cuando el gobierno federal empezó a presentar ese proyecto legislativo a la Dieta. No hay dudas de que las leyes limitativas de la defensa de los acusados votadas en lo que va de año por la Dieta Federal tienen para la conciencia jurídica liberal la mácula de ser auténticamente leyes especiales, leges FER. Por ejemplo, contra el anterior procedimiento penal alemán, ahora queda limitado el número de defensores que puede nombrar un acusado; es posible excluir de una defensa al abogado sospechoso de complicidad con el defendido; se puede expulsar de la sala a un acusado y seguir su proceso; se admiten "testigos cruciales" de la acusación, gente que traiciona a sus coimputados y recibe en premio la impunidad suya, o una sentencia de especial lenidad; se controla, como en cualquier despotismo, la comunicación entre el preso "terrorista" y su defensor; se endurece la prisión preventiva de dicho preso "terrorista". También se altera el derecho penal material, introduciendo el tipo delictivo "formación de asociaciones terroristas". Y la administración de justicia no se ha retrasado mucho respecto del legislativo: a las pocas sesiones de juicio, ya están excluidas de la defensa de Andreas Baader tres abogados, o incluso de la defensa de cualquier otro de los procesados de Stuttgart-Stannheim.
En la izquierda hubo desde el principio, como es natural, crítica a la FER. Bajo la fecha 21-I-1972 el lector de este volumen encontrará la de Jurgen Seifert, un universitario naturaliter socialista: socialista de ideas y, antes que eso, de herencia, de manera de ser y de trato. Seifert se formó también en la Universidad de Münster y tiene casi la misma edad que Ulrike Meinhof. "Éste grupo que se da el nombre de Fracción Ejército Rojo", dice severamente Seifert en su discurso de la Escuela Técnica Superior de Hannover, "intenta desde hace dos años –por usar sus palabras- 'averiguar si es correcto organizar ahora ya la lucha armada'. Si todavía es capaz de análisis político, el grupo tiene que reconocer de una vez su fracaso". Y Junge Welt ("Mundo joven"), el periódico central de las juventudes comunistas alemanas (FDJ), luego de acusar de aventurerismo al grupo FER, razona por una línea leninista-stalinista sólida y tradicional: "Una antigua verdad cuenta con una nueva prueba: el que ignora las experiencias de la lucha de clases y se separa de ellas cae en las filas de la reacción. Los Baader-Meinhof se han extraviado en el laberinto de su teoría pseudorevolucionaria, están aislados en la periferia de la sociedad". "Han fracasado con su programa y se han convertido objetivamente en aliados de aquéllos contra los que hace dos años bajaron a la trinchera." (En este volumen, 25-I-1972.) Junge Welt añade a esa crítica –compartida prácticamente por toda la izquierda alemana- una observación de interés: "Poco han ayudado, en sus años de existencia [como grupo], a la reflexión sobre las tendencias políticas presentes en la República Federal". Es verdad. Es verdad si está dicho de toda la FER, no tanto de Ulrike Meinhof, como espero que se haya visto. Y cuando se lee ingenuidades como la de Gudrun Ensslin, para la cuál es, a estas alturas, un objetivo valioso conseguir que "los cerdos mismos se vean obligados a abolir su propia ideología", (¡como si a las grandes compañías se les diera algo de 'los valores espirituales de la civilización occidental' o del 'estado de Derecho'!), puede pasarle a uno lo que a Federica Montseny respecto de Daniel Cohn-Bendit cuando el Congreso Anarquista de Carrara de septiembre de 1968, que se limitó a comentar fríamente: "Le sentarían bien un par de bofetadas."
El acierto del sentido general de estas críticas –incluso de la muy expeditiva de la Montseny- parece fuera de duda. Pero sus formulaciones desembocan con facilidad en confusiones políticas bastante generalizadas en la izquierda durante esta resaca del Sesenta y Ocho. Se podría tomar como ejemplo, sin salirse de la antología que es el presente volumen, una frase más del discurso de Jürgen Seifert ya citado, aquella en la que critica a la FER por creer que "no se puede renunciar a una agudización de la lucha de clase ni siquiera cuando esa agudización produce fascismo abierto". Es verdad que el fascismo aparece como solución capitalista en los momentos de crisis y consiguiente agudización de la lucha de clases. Pero, por una parte, esa agudización no depende decisivamente de ningún grupo político, ni pequeño ni grande. Y, por otra, como también el socialismo requiere esa agudización, no parece que haya más alternativa a ésta que una eterna estabilización capitalista; la cual, como no parece que pueda serlo económica, habrá de ser política, con una forma u otra de represión, fascista policroma o fascista gris-burócrata. Es probable que la teoría y la práctica de la Fracción Ejército Rojo no tengan justificación política alguna (aunque siempre es mejor, parafraseando a Teufel, intentar echar a los mercaderes del templo que cambalachear con ellos). También es posible que entre las causas que expliquen la obnubilación política de los de la FER algunas arraiguen en flojeras científicas o morales. (Pero no es menor probable que otras arraiguen en robusteces de ambas clases: ver la carta de Mahler a Böll, en este volumen, 31-I-1972).
Pero al menos una de las causas puede impedir que algunos se queden satisfechos con la comprobación, tan obvia, de que la FER no va a ninguna parte, o con la recolección de "pruebas nuevas de viejas verdades". Esa causa es la citada confusión de la resaca del Sesenta y Ocho. La crisis que se ahonda y se alarga en las grandes sociedades capitalistas –crisis económica, crisis de concretas maneras de producir, crisis de instituciones, crisis políticas en algunos estados: crisis cultural, en suma- está originando ya desde hace algún tiempo medidas de defensa fascista del sistema, en las pintorescas formas del pasado, o en la sorprendente fórmula norteamericana hecha de corrupción y violencia, o en la forma legalista y burocrática de la que puede ser ejemplo algún aspecto de la presente evolución legislativa y ejecutiva alemana. Esta situación hará necesarias grandes concentraciones antifascistas cuya definición política global, como su contenido, tenga poco perfil. Pero de lo que no se ve ninguna necesidad es de presentar eufóricamente una situación semejante. Y, sin embargo, esto está ocurriendo en la izquierda con frecuencia cada vez mayor, confundiendo mucho el pensamiento. No es difícil dar en publicaciones de izquierdas con curiosos análisis sociales que se suponen críticos y afirman, por ejemplo, la neutralidad de órganos del Estado. O con fantasiosas perspectivas de una utopía reformista que ve evolucionar lisamente la sociedad hasta el socialismo desde el capitalismo, incluso desde una forma fascista de éste. Tesis que hasta hace relativamente poco tiempo se recibían como fruto irrelevante de la ignorancia –por ejemplo, la democracia social de Andrei Zajárov, en la que confluirían finalmente capitalismo y socialismo- o como gastados señuelos contrarrevolucionarios –por ejemplo, la vieja frase de la "tercera vía"- se oyen ahora a gentes que el público tiende a relacionar con la izquierda de clase. En medio de esa confusión, una insania política como la de Holger Meins se hace bastante comprensible, como si al negarse a comer se hubiera negado también a tragarse semejantes purés ideológicos. Muy poco antes de su muerte en prisión, al final de unas líneas que escribió, Meins garrapateó esta última frase: En medio no hay nada (Dazwischen gibt es nichts).