2008/04/14

Moral y política en la sociedad opulenta 1


Intervención de Rudi Dutschke en la Universidad Libre de Berlín en julio de 1967; y publicadas en "El final de la utopía" de Herbert Marcuse.

Me parece lamentable que los profesores Marcuse y Löwenthal, a pesar de todas sus discrepancias, utilicen ambos el concepto de totalitarismo para subsumir sistemas diversos. Con eso se pierde la dimensión histórica que ha sido, en el otro lado, el punto de partida histórico de la emancipación. Hemos de recordar simplemente 1917 como punto de partida de ese proceso de emancipación, la dictadura del proletariado en la forma de los soviets o consejos, presente en todos los ámbitos de la vida social. Al operar con el concepto de totalitarismo perdemos precisamente esa dimensión histórica del resultado de la revolución y del proceso luego atravesado por esa revolución. Me limito a tomar el resultado final, el que hoy podemos ver. Y así sin cualificación se toman, bajo el rígido y cristalizado esquema del totalitarismo, sistemas diversos que tienen puntos de partida distintos, en vez de verlos en el proceso de su génesis y de su transformación. Eso para empezar.
En segundo lugar, ocurre que abandonando el concepto de totalitarismo y apelando al de la dictadura del proletariado en la forma de la democracia de los consejos, se conquista la perspectiva adecuada para entender cómo puede sucumbir una revolución, cómo de la dictadura desde abajo ejercida por las masas puede nacer una dictadura del partido y, al final, una dictadura del aparato del estado y acaso luego de la tecnocracia. Esto último, a lo sumo, se podría recoger con un concepto de totalitarismo, precisando, como queda dicho, que con eso se recogen sólo resultados, no la génesis ni la transformación. Por eso es en mi opinión necesario abandonar el concepto de totalitarismo como concepto teorético, hablar del punto de partida de esa revolución y considerar su desarrollo, cómo se llegó a la dictadura de un solo individuo en un cuadro de partido y de burocracia.
Y así llegamos al punto en el cual Marx, en los Manuscritos económico-filosóficos, distingue entre dos clases de comunismo, el comunismo democrático y el comunismo despótico. El desarrollo de la dictadura del proletariado desde febrero de 1917 hasta la dictadura del individuo único en la persona de Stalin durante los años cuarenta, y hasta la dictadura de burocracia sustantivada durante los años sesenta, son cosas que hay que comprender, en vez de subsumirlas abreviadamente bajo el concepto de totalitarismo. También la componente expansionista del stalinismo de los años cuarenta y cincuenta, tal como la hemos experimentado aquí en Berlín, ha de entenderse plenamente dentro de esa dimensión histórica, y no abreviadamente en esa forma de la expansión, con la que aludimos por lo general a los sistemas fascistas o a todos los sistemas antidemocráticos, con el primitivo concepto de rojo-negro y pérdida de las dimensiones históricas de la transformación del punto de partida de la meta posible.
Otra cosa más, no puedo entender cómo alguien se permite hablar de la posibilidad de una solución pacífica del problema colonial. Podemos contemplar el desarrollo del problema colonial desde hace decenas de años, especialmente desde la segunda guerra mundial, y sabemos cómo se llegó a la llamada descolonización de África por el imperialismo inglés, y que a finales de los años cincuenta hubo en todas partes, en el Oeste, sublimes esperanzas de descolonización pacífica y acaso de proceso gradual de industrialización de esos países, con eliminación de la miseria. A mediados de loa años sesenta se revela algo que marxistas como Kart Korsch habían visto ya a fines de los años cuarenta, a saber: que el imperialismo actual destaca precisamente por su capacidad de aliarse con las capas corrompidas de las presentes oligarquías, con lo cual la sustitución del colonialismo directo por la forma de la independencia no es más que una reproducción de la total dependencia económica con revestimiento legal. Estoy es hoy manifiesto. El único punto que hace excepción podría ser el intento de Frei en Chile, que se tendría que discutir. Espero que uno de nuestros amigos chilenos tome posición al respecto en la discusión, indicando qué significa una ley de reforma agraria aprobada por n parlamento burgués, y qué posibilidades de realización tiene. Sabemos lo que ocurrió con la ley de reforma agraria en el Vietnam del Sur, bajo Diem; y desde luego que me gustaría que algún amigo chileno repitiera el análisis de modo adecuado a las condiciones chilenas, entre otras cosas para destruir este único ejemplo prestigioso de occidente.
Último punto puede ser la cuestión de la oposición total del individuo a la sociedad, rechazada por el profesor Löwenthal. En mi opinión hay que decir a este respecto lo siguiente: todo el que entiende lo muchísimo que hay en este mundo, las numerosas posibilidades que podría ofrecernos, las universales posibilidades de apropiación que en realidad existen, ha de entender también que se nos niega un mundo entero, un mundo enteramente nuevo, y, por lo tanto, comprenderá la necesidad de la oposición total del individuo, no como representante de una clase, sino como representante de la especie, contra este sistema que amenaza precisamente con destruir la especie misma. Hay que practicar oposición en sentido total, para conservar a la especie y emanciparla, cosa que hoy es posible.