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2011/07/07

Acampada anticarcelaria, Ebrach julio de 1969

Bajo el nombre de "Semana roja contra las cárceles", se organizó en Ebrach (Baviera) una acampada entre el 15 y el 21 de julio de 1969. Esta iniciativa, la primera de este tipo, dió origen a grupos como Rote Hilfe (Socorro rojo) y Schwarze Hilfe (Socorro negro) que se irán creando poco a poco a lo largo de 1970 como reacción a los arrestos de varios revolucionarios (Irene Görgens, Monika Berberich, Hilmar Budde y Jimi Vogler). En la cárcel de Ebrach estaba cumpliendo condena el activista del APO muniqués Reinhard Vetter.
La iniciativa partió, sobre todo, desde Frankfurt, Berlín, Múnich y Bamberg. Aunque la octavilla invitaba a asaltar la cárcel, realmente los particpantes lo habían enfocado como un pequeño Woodstock. Pese a todo, la acampada fue prohibida, se tiró para delante y como consecuencia de esta acción fueron detenidas 40 personas. Aunque el acto salió mal, las consecuencias de este encuentro fueron significativas. Muchos de los participantes terminaron sumándose a la lucha armada en los años sucesivos. Resulta obvio que sirvió para estrechar lazos y discutir estrategias, pues estuvieron presentes Andreas Baader, Gudrun Ensslin, Astrid Proll, Irmgard Möller, Brigitte Mohnthaupt, por parte de la RAF e Ina Siepmann, Fritz Teufel, Georg von Rauch, Tommy Weissbecker por parte del Blues/ 2 de Junio.

Al terminar la acampada un grupo de unas 20 personas se fue para Italia invitados por un grupo de anarquistas italianos que también habían estado presentes en Ebrach. La expedición tuvo diversos contratiempos y despues de una discusión que duró toda una noche cinco de ellos decidieron tomar la dirección de Palestina con Al Fatah, el resto de gente volvió a Alemania. Entre los cinco se encontraban Kunzelmann, Weissbecker, Ingrid Siepmann y Georg von Rauch. Se cuenta que von Rauch recibió financiación del editor Feltrinelli para comprar un radiotransmisor. Según Kunzelmann:
"A la vuelta del viaje, haciendo escala en Turquía, tuvimos la idea de construir un grupo de guerrilla urbana, siguiendo el ejemplo de las metropolis latinoamericanas, los "tupamaros Westberlin"."

La ruptura, o el paso de los Rebeldes del hachís (organización semilegal) a una, por completo, ilegal se produce al regreso de Ammán. En noviembre de ese año ya andaban por la escena berlinesa.

2010/08/08

Itinerario de Ulrike Meinhof


Hace apenas unas semanas, la prensa alemana informaba de la puesta en libertad de Brigitte Mohnhaupt, tras dieciocho años de cárcel. Mohnhaupt fue condenada por haber participado en varios atentados de la Fracción del Ejército Rojo. Las crónicas de su salida de la cárcel han presentado a Mohnhaupt como una superviviente. Primero, en el sentido literal: los principales dirigentes del grupo terrorista aparecieron muertos en prisión, víctimas de una oleada de suicidios que dio lugar a una agria polémica en Alemania. Pero en segundo lugar, Monhaupt ha sido presentada como una superviviente en un sentido más general. Cuando ingresó en prisión seguían existiendo los bloques y su país estaba aún dividido por el muro. Los cambios experimentados desde finales de los 80 no parecieron afectarle, según los funcionarios encargados de su custodia. Nunca se arrepintió de los asesinatos cometidos durante su juventud y, por otra parte, nunca renunció a la ideología que imaginaba promover con ellos.
La Fracción del Ejército Rojo, al igual que el de las Brigadas Rojas o Acción Directa, fueron episodios terroristas que, a diferencia de lo que ocurrió en España, no estaban vinculados al nacionalismo sino a una radicalización de los grupos juveniles de izquierda. De algún modo representaron el contrapunto de los felices 60, según la versión que se ha conservado de aquellos años. Si la mayor parte de la juventud de la época reivindicó el pacifismo en medio de una bonanza económica general, la Fracción del Ejército Rojo consideró, en cambio, que había llegado el momento de recurrir a la violencia contra una situación política que, a su juicio, portaba aún el estigma del nazismo en muchos de sus comportamientos. La Fracción surgió en medios universitarios con una sólida formación y una situación personal más o menos confortable: su opción fue el resultado de una mezcla de factores propios del momento, como la desconfianza de una parte de la juventud alemana frente al relato del reciente pasado de su país o el recrudecimiento de la guerra de Vietnam, convertida en símbolo de una violencia que se ocultaba a los ciudadanos europeos y norteamericanos pero que se ejercía sin contención contra los de otras partes del mundo.
Los gobiernos y los medios de comunicación alemanes que tuvieron que abordar en su día el episodio de la Fracción del Ejército Rojo pusieron un especial cuidado en que no se consolidase esta denominación, entendiendo que supondría una primera victoria de aquel grupo de jóvenes fanatizados. Preferían referirse a ellos como la banda Baader-Meinhof, una manera de señalar su condición marginal y de situarlos en el entorno de la delincuencia común. Además, sugería una equívoca relación personal entre Andreas Baader y Ulrike Meinhof que, por algún conducto del subconsciente colectivo, remitía al universo gansteril de Bonnie y Clide. En realidad, Baader era el jefe único de la banda, y su personalidad y comportamiento estaban más cerca de la acción por la acción que en el caso de Meinhof, una periodista de talento. Sus columnas en la revista Konkret revelan una inteligencia poderosa y una singular capacidad de análisis, al tiempo que iban dejando constancia del itinerario seguido por alguien que acaba abandonando la escritura y empuñando las armas. Después de su muerte en prisión, se publicaron algunas antologías de sus textos luego traducidas a otros idiomas, incluido el español.
La lectura de estos artículos una vez que han quedado atrás los hechos inmediatos que les sirvieron de estímulo, y también su relación directa o indirecta con algunos crímenes y acciones terroristas, depara algunas sorpresas que, en resumidas cuentas, vuelve a suscitar el viejo problema de la relación entre los medios y los fines. Los análisis de Ulrike Meinhof sobre las leyes de excepción que se proponía aprobar la República Federal, y que fueron finalmente las leyes que se les aplicaron a la banda, sugieren un profundo conocimiento de la historia, la filosofía política y la actualidad internacional de su época, orientado en principio hacia la defensa del Estado democrático. Meinhof cita a Carl Schmitt y se refiere al peligro de que, como sucedió durante la República de Weimar, la excepción se convierta en un estado permanente. A su juicio, las crisis se deben resolver salvaguardando la democracia, no sacrificándola a las necesidades del momento.
Las reflexiones de Ulrike Meinhof sobre la presencia de trabajadores extranjeros en Alemania –es significativo que, en los sesenta, no se emplease todavía el término de “inmigración” o de “inmigrante”– abundan en la idea de que no son tan distantes los problemas de hoy y los que preocupaban entonces. La periodista, que aún no había pasado el rubicón de la violencia, denuncia la xenofobia que observa en Alemania, y la pone en relación con las condiciones de vida y de trabajo que padecen los extranjeros. Meinhof cree que existen “instintos nacionalistas” en la Alemania de la época, pero la tensión entre los trabajadores alemanes y los que vienen de fuera tiene que ver, a su juicio, con el efecto sobre los salarios de una masiva llegada de mano de obra desde el exterior. “Los sindicatos –escribe Meinhof–, por motivos evidentes de razón democrática, se abstienen de utilizar el resentimiento xenófobo de los alemanes contra los empresarios, y éstos pagan utilizando contra los sindicatos ese resentimiento que ellos mismos han creado”. En esta época, la crítica de Meinhof se expresa todavía a través de un discurso que, aunque severo y contundente, no recurre en exceso al dramatismo ni a los recursos emocionales.
El punto de inflexión se produce en el momento en que se ocupa, por una parte, de la guerra de Vietnam y, por otra, de los enfrentamientos entre la policía y los estudiantes alemanes, que arroja un saldo de un universitario muerto y varios heridos. Da la impresión de que Meinhof construye a partir  de estos dos acontecimientos distantes y sólo relacionados por la presencia genérica de la violencia, un enemigo único, una especie de monstruo con muchos brazos y una sola cabeza. No se trata sólo de que el análisis de Meinhof parezca incorporar por esta vía una cierta dosis de paranoia, sino de que, al imaginar que hay un único protagonista detrás de la guerra de Vietnam y de los disturbios en Alemania, la posibilidad de alegar la noción de legítima defensa se amplía hasta el infinito, amparando la acción terrorista de la Fracción del Ejército Rojo. Meinhof empieza a creer, así, que cometer un atentado en Colonia o Düsseldorf puede ser entendido como respuesta a una acción del ejército norteamericano en una aldea vietnamita. El equívoco se ve acentuado por el hecho de que, como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial, los jóvenes alemanes están habituados a la presencia de las tropas norteamericanas en su territorio y tienden a considerar a su propio gobierno como cómplice de Estados Unidos.
En poco tiempo, la capacidad de análisis de Meinhof va adoptando un horizonte distinto al que se apreciaba en sus primeros escritos. La defensa de la democracia pasa a un segundo plano, hasta desaparecer, y va cobrando protagonismo la pretensión de encontrar una legitimación a la violencia terrorista. Las estaciones de este itinerario quedan reflejadas en algunos títulos de sus columnas de la época, como “Vietnam y los alemanes”, “Contraviolencia” o “De la protesta a la resistencia”. No basta con decir que Meinhof se va radicalizando; su pensamiento era radical desde el primer momento. Lo que ha aparecido en sus escritos es una nube más sombría: la convicción de que es legítimo recurrir a la violencia para defender ese pensamiento. La periodista empieza a inclinarse hacia el lado del terror, y acabará participando en una acción de la Fracción del Ejército Rojo que acaba con un muerto y dos heridos. El propósito del atentado era liberar a Andreas Baader, con ocasión de su traslado a otra prisión en un furgón policial. Baader es, en efecto, liberado, y las autoridades reparten miles de carteles y octavillas con la fotografía de Ulrike Meinhof, ofreciendo una recompensa de 100.000 marcos a quien pudiera dar noticias de su paradero. La policía la describe de manera sumaria: “35 años de edad, 1,65 de estatura, delgada, cara alargada, cabello castaño largo, ojos castaños”. A pesar de su juventud, era la mayor del grupo.
La puesta en libertad de Brigitte Mohnhaupt ha supuesto para los alemanes, y para el resto de Europa, una evocación de aquellos años contradictorios, y en gran medida pendientes de explicación, en los que pudo convivir la ingenuidad de los movimientos alternativos con el fanatismo violento de grupos como el que lideró Abdreas Baader y al que se sumó una periodista de talento, Ulrike Meinhof.

x José María Ridao para El Siglo de Europa nº 737, 16 abril de 2007

2010/02/14

El largo brazo de la injusticia

El terrorismo
tiene un brazo muy largo

La perfidia de estos tipos iba de consuno
con capacidades especiales
que podrían parecer increibles

Por ejemplo Andreas Baader:
para fingir que lo asesinaban
cometió su famoso suicidio
no sólo disparándose astutamente en la nuca
de manera que la bala salió por la frente
(y encima con la mano derecha
aunque era zurdo)
sino que encima
según testimonio de los expertos en balística
de la Brigada Federal de Investigación Criminal
hizo este disparo
a una distancia de entre treinta
y cuarenta centímetros entre el cañon
de la pistola y su cabeza

¡A ver quién es el guapo que lo repite!
Lo único que puede uno decir
es que el terrorismo tiene
un brazo muy largo*

[LS 41]

Erich Fried

* El 30 de cotubre de 1980, Stern de Hamburgo (entre otras publicaciones) reveló detalles aquí mencionados en un artículo sobre las muertes de Stammheim (nota de Erich Fried)

2009/05/20

Guerra psicológica contra las mujeres

Discusión celebrada en la Rote Fabrik de Zurich, en 1997

-Christine Kuby: la guerra psicológica llevada a cabo contra las mujeres se hizo mucho más dura hacia la mitad de los años Setenta, cuando muchas de las compañeras estaban en busca y captura. El Estado veía una particular amenaza en el hecho que las mujeres se armasen, porque esto significaba infringir en diferentes facetas los roles pre-establecidos, rompiendo no solo con el monopolio estatal de la fuerza, sino que además con la imagen del rol de los hombres. Al inicio, las mujeres militantes eran representadas como mero accesorio, como oprimidas o como compañeras. La representación de la relación entre Gudrun, Ulrike y Andreas constituye un claro ejemplo. Puedo leer un par de citas recogidas en 1979 durante mi proceso. (...)

...he aquí [también] un ejemplo proveniente de "Kriminalistik" de julio de 1976: "las menstruaciones son prácticamente el problema más importante. En Alemanía Occidental, al final de 1958, eran 12.448.000 mujeres en una edad comprendida entre los catorce y los cuarenta y cinco. Si se restan los números de embarazos y se multiplica, con cautela, el número de las "debilidades femeninas" en vez de por trece solo por seis, se obtienen en el curso del año 75 millones de fases de riesgo. La vida de una nación está llena de posibilidades de crisis que nosotros, en su mayoría, ni tan siquiera podemos llegar a imaginar. Si la mujer revolucionaria asume el rol de fermento, o si cualquier mujer superdotada es empujada por una conciencia disfuncional en el desempeño de un cargo importante, por muchas y diversas razones y en periodos convulsos, esta mujer representa una excepcional amenaza para el sistema".

En este contexto podemos introducir aquí un comunicado del jefe de la BKA, Herold, y difundido por el Spiegel, según el cual las mujeres de la RAF regulaban entre ellas los periodos de la menstruación gracias a la píldora. Esto ya vendría siendo verificado mediante el examen de las compresas encontradas en sus "guaridas". Ahora os reís todos: es cierto que hoy parece algo divertido, pero es así que se construía esa imagen, por una máquina de combate mistificadora de todo lo que para nosotras era importante.

2009/03/31

¿Por qué ahora ellos?

artículo de Josep Torrell a propósito del estreno de la película "RAF: Facción del Ejército Rojo" y aparaceido en la revista Mientras Tanto nº68, (de abril 2009).
En la España de mediados de los años setenta, Ulrike Marie Meinhof —en gran parte debido a un par de libros traducidos por Manuel Sacristán Luzón— se convirtió en una especie de alegoría de la desesperación revolucionaria. Ulrike Meinhof nació en 1934 y tenía 23 cuando participó en las Marchas de Pascua, que era el primer movimiento pacifista de los años cincuenta, y posteriormente contra las leyes de emergencia. Afiliada al partido comunista (1958-1964), fue miembro activo de Federación de Estudiantes Socialistas (SDS). Profesionalmente fue periodista y jefe de redacción de la revista Konkret (1959-1969) y tuvo fama como periodista radiofónica y televisiva.
La evolución antidemocrática del gobierno alemán, su sujeción a los dictados del amo estadounidense y le preocupante pasividad de las clases trabajadoras inquietaron primero a Ulrike y la indignaron después. La matanza de un manifestante contra el Sha de Irán (1967) y el atentado contra el líder estudiantil Rudi Dutschke (1968) constituyeron puntos de no retorno en su reflexión política. Desde su columna de Konkret, defendió a Andreas Baader cuando incendió unos grandes almacenes y luego dio el paso a la guerrilla urbana, al participar en la fundación de la Fracción del Ejército Rojo (conocida policialmente como banda Baader-Meinhof). Era lo paradójico de su trayectoria —una dirigente pacifista que acaba fundando un grupo armado— lo que convertía su caso en motivo para pensar. Por utilizar un término de Eric Hobsbawm, que hizo fortuna por aquel entonces, era una revolucionaria sin revolución. Sacristán invocó el término de desesperado.
Cada vez más consciente de que la estrategia armada no llevaba a ningún lado deseable, pero también que decirlo era una traición para quienes pensaban lo contrario, Ulrike se quitó la vida el 9 de mayo de 1976, aniversario de la derrota de las tropas nazis. Treinta años más tarde, reflexionar de nuevo sobre Ulrike Meinhof podría ser un modo de pensar qué es la izquierda y qué podemos hacer en una situación que no deja de tener inquietantes similitudes con la Alemania de entonces. Hacer una película podía servir para dibujar —para las generaciones que han venido después— la situación de bloqueo y las alternativas que barajaba la izquierda juvenil de aquellos años: para tratar sencillamente de desvelar aquella alegoría.
Es cierto que los cineastas de aquella generación y posteriores intentaron acercarse a la experiencia de este grupo armado. Margarette von Trotta le dedicó dos de sus mejores películas: El segundo despertar de Krista Klages (1977) y, sobre todo, Las hermanas alemanas (1981). Reinhard Hauff hizo también Stammheim: el proceso (1986), editada ahora en DVD. Entre las películas recientes cabe destacar El silencio tras el disparo (1999) de Volker Schöndorff (sobre la tragedia de una arrepentida entre las dos estados alemanes) y Die Innere Sicherheit (2000) de Christian Petzold (sobre los hijos que hubieron de sufrir la trayectoria fugitiva de sus padres). También el cine documental se ha ocupado del tema, con la sobria y lúcida Ulrike Marie Meinhof. Lettre à la fille (1994) de Timoun Koulmasis. Cada una de ellas trataba, a su manera, de acercarse a las razones subyacentes a la decisión de pasar a la lucha armada.
Aunque la película RAF: Facción del Ejército Rojo (Der Baader-Meinhof Komplex, 2008) de Uli Edel, que acaba de estrenarse, no parece ir por esos derroteros. Es cierto, por supuesto, que resulta impactante la reconstrucción de la época y las escenas que son el caldo de cultivo del grupo, desde el asesinato a sangre fría de Benny Ohnesorg en la manifestación ante el régimen del Sha hasta el atentado contra Rudi Dutschke. Son rápidas, pero convincentes, las noticias que llegan de todo el mundo. Pero esa presentación se va deshinchando poco a poco a medida que se adentra en la historia del grupo y su planteamiento de la guerrilla urbana contra el imperialismo.
Meinhof tenía diez años más que sus compañeros, y tenía también más experiencia, sobre todo política, pero también muchos contactos, en particular entre la intelectualidad. Sin embargo, nada se dice en la película ni de que había sido pacifista ni de su simpatía entre sectores de los intelectuales. Así, por ejemplo, se pasa por alto que fue detenida no en cualquier piso franco sino en casa de un intelectual (que la entregó a la policía). Podría parecer anecdótico, pero no lo es: es el retrato del personaje el que resulta falseado y, por lo tanto, dañado.
También causa cierta sorpresa ver la fragilidad y la timidez de Ulrike Meinhof en relación con los demás miembros del grupo, cuando la imagen que ella daba por televisión —y son imágenes que puede haber visto cualquiera— es diametralmente opuesta: elocuencia argumental, claridad de propuestas, réplicas fulminantes y capacidad de convicción. Es muy posible que en la vida privada fuera algo diferente, pero esto no quiere decir que hiciera cosas tan social-ridículas (como leer la carta al Sha a un grupo que más parecen potentados que gente de Konkret), o que ocupara un segundo término dentro del grupo. El personaje real de Ulrike se desdibuja.
El retrato que se ofrece de Andreas Baader y Gudrun Ensslin es igualmente discutible. Posiblemente es acertado ver cierto personalismo en Baader, pero cuesta bastante de creer que jugasen con las pistolas como si nada (por ejemplo, en la carrera nocturna disparando en la carretera). Probablemente ese juego sólo es posible para quien no ha tenido un arma cargada en sus manos. Además hay algo importante que se pierde: el politicismo del tiempo; el hablar siempre en lenguaje político (incluso de las cosas más íntimas). Gudrun Esslin parece responder a este modelo, pero no los demás. Parece que estén allí para jugar un poco, o simplemente para cubrir el repertorio.
La reflexión sobre lo que hacían se esfuma en el aire. Cómo se teoriza la guerrilla urbana, cómo se fijan sus objetivos, cómo se evalúa la pasividad de las masas, etcétera, sencillamente no cuentan al hacer el guión de la película. Las divergencias en prisión —que existieron— podían haberse resuelto mediante una discusión entre ellos (las reuniones están, pero no la discusión), pero se optó por diseminar las frases relevantes a lo largo de muchas secuencias (sin relación dramática entre sí).
Lo mismo sucede con la muerte. Salvo Holger Meins —probablemente porque había el abogado presente— se omiten las muertes de los demás. Que Ulrike Meinhof se suicidara está comprobado, pero la versión que Baader, Esslin y Raspe se suicidaran deja mucho que desear. Es la frase final la que los da por suicidados a todos. Pero es la frase más etérea (y tramposa) de cuantas suenan en la película. Porque el espectador —a quien se remite ese “¿qué os habíais creído que eran?”— en realidad no puede pensar nada, porque no se le han dado los elementos de juicio para pensar cabalmente. Es una frase que permite repasar la película, pero al mismo tiempo es la garantía de que el espectador no va a encontrar más que lo que él mismo haya metido (y nunca los guionistas).
¿Por qué, ahora, ellos? Tal vez buscar la alegoría de esa activista por la paz metida a colocar bombas en las bases norteamericanas sea sólo un sueño de mi generación, el sueño de quienes un día de otoño de 1977 sentimos el frío en el corazón ante el suicidio de estado de los tres prisioneros. Tal vez esta historia vieja, del siglo pasado, sirva sólo para vender más entradas de cine (sobre todo si tiene cierta proporción de aventuras). Tal vez.
Si no fuera porque, desatendida la motivación política de los personajes, sólo queda su enfrentamiento directo con la policía. Terroristas contra serenos, con algunas frases —sobre la guerra cuando no hay guerra— que pertenecen más a este siglo que al pasado. Ahí está todo. En este duelo, por lo demás, gana la policía. En concreto, el presidente de la oficina criminal federal, Horst Herold (bien interpretado por Bruno Ganz), que fue el encargado de eliminar la Fracción del Ejército Rojo. A la nulidad con que se presenta el pensamiento político en torno a la guerrilla urbana se contrapone con todo lujo de detalles el discurso de la represión y el aniquilamiento: un Herold que, mientras saborea una sopa de bogavante, hace cábalas sobre como acabar con su enemigo. Es decir, la imagen del estado policial.
Probablemente el único héroe positivo que concibe el mercado sea éste. Un ángel exterminador de las esperanzas de cambio. Pero la Fracción del Ejército Rojo no se merecía ese escarnio desazonador, por mucho que uno disienta del camino que emprendieron.

2009/02/11

Baader-Meinhof Komplex -Trailer

Este es el trailer de una película que acaba de estrenarse. Todo ha sido resultado del testimonio de un compañero de Ulrike Meinhof en la redacción de Konkret, Stefan Aust. En la actualidad, es periodista del Spiegel, ha triunfado con las ventas de la versión literaria de aquellos acontecimientos, toda vez que ha realizado varios documentales también sobre este mismo tema que finalmente ha sido llevado al cine. En resumen, es el autor de esta versión oficial, que revisita la historia a ritmo de película de acción.



En la película se encuentran reunidos, esta vez en clave de ficción, todos los estereotipos a los que han querido reducir con el paso del tiempo al movimiento. En ella encontramos la idea romántinca de Bonnie and Clyde; se presenta a la Meinhof como una depresiva que se une a esta espiral por motivos afectivos; de forma casual se ve atrapada y sin salida, aislada por sus compañeros más que por el sistema de tortura carcelario; todo a fin de explicar, a toro pasado, el dramático final; se recurre a presentar la escalada como producto de un Baader, chulito y visceral macho entre feministas; y como resultado de un choque generacional se termina justificando la situación carcelaria actual. Etc...

2008/08/08

Consecuencias francesas de la represión en Alemania y 3


Pero es otro acontecimiento el que va a provocar, un gran día, el surgimiento del movimiento autónomo. El 5 de septiembre, el presidente de la patronal alemana, Hans Martin Schleyer, es secuestrado por la Fracción del Ejército Rojo. La RAF exige un intercambio con sus militantes encarcelados. El 13 de octubre, un comando palestino secuestra un avión de Lufthansa con todos los pasajeros como apoyo a las reivindicaciones de la RAF. En la noche del 17 al 18 de octubre, las autoridades alemanas ponen fin al secuestro, y anuncian a la mañana siguiente el “suicidio” de tres militantes de la RAF (Andreas Baader, Gudrun Ensslin y Jan-CarlRaspe) en la prisión de Stammheim. Para los militantes de extrema izquierda, estos tres prisioneros han sido asesinados. La edición del martes 18 del rotativo Libération ha sido entonces impresa demasiado pronto como para tener en cuenta los hechos de esa noche. En este número, el periódico oficializa su ruptura con el movimiento revolucionario al condenar la acción de la RAF. En portada aparece: « RAF-RFA: la guerra de dos monstruos». Al siguiente día, la RAF anuncia entonces la muerte de Hans Martin Schleyer. El miércoles 19 de octubre, se organiza en París una reunión de autónomos en la que se juntan 70 personas. El jueves 20, nuevamente se reúnen y esta vez son 100. La muerte de los militantes de la RAF es un choc para muchos. Se trata pues de organizar de inmediato una movilización ese mismo viernes por la tarde. La policía impide la reunión: 300 personas son arrestadas. El sábado, 200 autónomos se dan cita en la Universidad de Vincennes. Los autónomos consideran una traición la condena realizada por Libération. Este periódico surgido del movimiento maoísta venía siendo percibido hasta ese momento por muchos militantes de extrema izquierda como el periódico oficial del movimiento revolucionario: muchos militantes, incluso los futuros autónomos, habían participado en su aparición en 1973 por medio de suscripciones. La mayoría de los grupos de extrema izquierda tenían entonces por costumbre publicar sus comunicados en el diario, que se pretendía autogestionado y escrito en parte por sus lectores. Pero desde 1973, los periodistas de Libération venían evolucionando, abandonando progresivamente sus referencias revolucionarias terminando por formar un periódico de corte clásico. En 1977, muchos militantes de extrema izquierda rechazan esta evolución del periódico, al que consideran aún como suyo. Por todas estas razones, los autónomos ocupan los locales de Libération el domingo 23 de octubre y exigen poder publicar una página, manera ésta de poder contestar la negativa del periódico a publicar convocatorias de movilización a lo largo de la semana. Los periodistas rechazan las reivindicaciones de los autónomos, la ocupación se prolonga a lo largo de toda la jornada, impidiendo así la salida del diario la mañana siguiente. La movilización adquiere continuidad con motivo de la extradición de Klaus Croissant, abogado de la RAF refugiado en Francia. Los autónomos se hacen notar con acciones émeutières en las manifestaciones: rotura de vitrinas y enfrentamientos en particular con la policía. A continuación, estas acciones violentas de los autónomos serán sistemáticas en todas las manifestaciones. Estas movilizaciones van dando amplitud al movimiento autónomo: es así como el sábado 29 de octubre la Asamblea parisina de Grupos Autónomos (APGA) convoca a 500 personas en la Universidad de Jussieu. A partir de este momento y hasta el mes de abril, en Jussieu se organizan semanalmente asambleas generales autónomas que reúnen entre 200 y 300 personas.
Klaus Croissant es finalmente extraditado el 16 de noviembre. Se organiza una última manifestación el viernes 18 congregando entre 10.000 y 30.000 personas. Los autónomos intervienen con cócteles molotov: quince policías son heridos y numerosos bancos incendiados. Al mismo tiempo muchos autónomos habían ocupado en el 14e arrondissement. La mayoría de estas ocupaciones son desalojadas el 24 de noviembre, lo que provoca nuevos enfrentamientos émeutiers contra la policía.

Documento de la memoria de tesis de Sebastien Schifres para la universidad de Paris X Nanterre y titulada: el Movimiento autónomo en Francia de 1976 a 1984. http://sebastien.schifres.free.fr/

2008/08/05

La peor manera de hacer Europa


Rechazada su petición de asilo, Croissant es detenido y mientras sigue pendiente su extradición, se desata una campaña de apoyo encabezada por Sartre y Foucault. En una columna de Le Monde que lleva por título "La peor manera de hacer Europa", el 2 de noviembre, Deleuze y Guattari se hacen eco de esta situación. A continuación, un extracto:

"Tres cosas nos preocupan en este momento: la posibilidad que mucha gente de izquierdas en Alemania, en un sistema organizado de delación, vean como su vida se hace insoportable en la RFA, y se vean forzados por ello a abandonar su pais. De manera inversa, la posibilidad que el Sr. Croissant sea librado, devuelto a Alemania donde se teme lo peor (Andreas Baader y sus compañeros habían sido encontrados muertos en su celda en circunstancias no aclaradas el 18 de octubre de 1977), o bien, sea simplemente expulsado a un pais de su "elección" que no lo acepte sobremanera. Para terminar, la perspectiva que Europa al completo pase por encima de este tipo de control reclamado por Alemania".

"Los de la Baader-Meinhof fueron asesinados en la cárcel"


Entrevista a Klaus Croissant, de Soledad Gallego Diaz para El Pais 30-12-1980.

El abogado alemán, proscrito y condenado, se encuentra actualmente en Madrid.
Cuenta Aníbal Ponce, en su ensayo sobre Proudhon, que sus padres, honestos comerciantes, le dieron una paliza de muerte el día que el niño, con diez años, convenció a los clientes para que compraran en un comercio cercano, más barato y de mejor calidad. La anécdota serviría para Klaus Croissant, un conocido abogado de la República Federal de Alemania, con aspecto de vendedor de productos de limpieza, que un día decidió asumir la defensa de varios miembros de la llamada «banda Baader-Meinhof» y terminó él mismo en la cárcel, cumpliendo condena de dos años y medio, inhabilitado para ejercer su profesión y proscrito en los medios oficiales de su país. El abogado, que pasa unos días en Madrid, cenó el viernes con un grupo de colegas españoles.
Croissant, sin un duro, vestido como de prestado, pacífico y con mirada inocente, pero testarudo y tenaz como un mastín, continúa impertérrito proclamando a los cuatro vientos su más íntima convicción: «Estoy absolutamente seguro de que todos ellos, Andreas Baader, Ulrike Meinhof, Jan-Karl Raspe y Gudrun Ensslin, fueron asesinados fríamente en la cárcel».

Pregunta. Pero ¿por qué? ¿Qué necesidad tenían de asesinarlos? ¿Eran acaso tan peligrosos para la sociedad de la RFA? Resulta difícil de comprender. Estaban ya detenidos, la población no les apoyaba...
Respuesta. Hay que saber el efecto de su muerte para comprender la motivación. La estrategia antiterrorista en mi país consiste en extirparla en sus raíces, destruirles, aniquilarles. En la calle es una guerra y en la cárcel una destrucción sofisticada. Querían destruirles, temían que existieran tentativas de liberarles. Aprovecharon todo el asunto de Mogadiscio (el secuestro de un avión y la espectacular intervención de la brigada antiterrorista) para aniquilarles.
P. ¿Cree usted que la existencia de la banda Baader-Meinhof tuvo algún impacto en la sociedad alemana? Visto desde fuera parece que no establecieron ninguna relación con la población de su país.
R. Creo que tuvo más consecuencias de las que se creen. Al margen de estar de acuerdo o no con sus procedimientos, mucha gente se planteó por qué un grupo de personas de izquierda, inteligentes, se lanzó a la lucha armada, en su intento por cambiar algo de fondo. Sí, mucha, gente se planteó si es posible cambiar algo, en la RFA por los medios legales.
P. Usted está convencido de que fueron asesinados; hace poco se reabrió el "dossier Baader-Meinhof". ¿Cree que algún día se establecerá la verdad de lo sucedido en la cárcel de máxima seguridad de Stammheim sin ningún género de duda o sospecha?
R. Honestamente, no. Los familiares de Baader y de Ensslin han perdido un proceso contra el Estado, pero yo, soy muy escéptico sobre las posibilidades de que se haga la luz. La opinión pública está terriblemente intoxicada. La represión psicológica e ideológica, a nivel científico, es tan fuerte que no creo que existan muchas posibilidades.
P. Usted fue detenido en Francia, en septiembre de 1977, y juzgado en la RFA dos meses después, con el cargo de «apoyo a una asociación criminal». Recuerdo que sus primeras declaraciones antes de salir de París, camino de su país, fueron decir solemnemente: «Yo no Pienso suicidarme». ¿Tuvo al guna vez miedo por su integridad física?
R. Sí, en algún momento pensé que todo era posible. Nada más llegar a la RFA descubrí en mi celda una cuchilla de afeitar. ¿Qué hacía allí? Yo también estuve considerado como «terrorista» y recibí el mismo trato que mis Clientes, aunque nunca estuve en la séptima planta de la cárcel de Stammheim, donde ellos murieron. Usted sabe que las cárceles de máxima seguridad como ésa son consideradas ya por Amnistía Internacional como «tortura blanca». No existen malos tratos físicos, pero psíquicamente alcanzan niveles de sofisticación insospechados. Las autoridades de mi país reconocen paladinamente que «son sólo para terroristas», lo que supone, en el fondo, una confesión de que con ellos todo está permitido y que reconocen su objetivo de exterminarlos.
P. ¿Qué sentido puede tener un grupo como el formado por Andreas Baader y Ulrike Meinhof en la RFA?
R. Para explicar su existencia habría que comprender el papel que desempeña en la RFA la socialdemocracia y la responsabilidad que le corresponde en todo esto. La socialdemocracia alemana garantiza la existencia de la sociedad capitalista y camufla sus contradicciones. El mismo problema se plantea, creo, en Italia con el partido comunista. La socialdemocracia de la RFA tiene un papel importante en el mundo y a través de ella se integra y coordina la represión en toda Europa. Es un Estado fuerte, capaz de hundir la revolución portuguesa o cualquier otra que pueda surgir en Europa.

Klaus Croissant se despide para cenar con un grupo de abogados españoles, entre los que se encuentra Cristina Alberdi, miembro del colectivo de abogados que asumió su defensa en Francia para impedir, infructuosamente, su extradición. Mañana viajará a Cuba y luego regresará a Stuttgart, donde reside desde que en diciembre de 1979 salió de la cárcel. «Pero sigo en paro. Estoy inhabilitado por cuatro años como abogado. En 1983 podre pedir el reingreso, pero estoy seguro de que el Ministerio de Justicia lo rechazará. Al menos mientras que no me calle. Y no pienso hacerlo».

2008/08/03

Klaus Croissant no ha cedido


A la memoria de Jean-Jacques de Felice, cuyo corazón ha dejado de latir en la noche del 26 al 27 de julio de 2008, abogado y autor de este bonito texto, recuerdo de un combate extremamente duro y que aún hoy nos deja huella. Leer para entender uno mismo lo que puede ser la fuerza de una defensa…

Klaus Croissant no ha cedido.
Incluso sus amigos le han criticado, inlcuso sus allegados han podido pensar que su concepción de la defensa política era “exagerada” – que su gestión de abogado no mantenía la “distancia tradicional” entre acusado y defensor, distancia que el estado moderno traduce por obligación de condena y anatema: debo decir – al comenzar mi alegato – que “¡no apruebo los métodos de mi cliente! …”, cláusula de estilo tal vez necesaria en las defensas del futuro…
Klaus Croissant no ha cedido.
Leamos estos textos de combate. De combate por la defensa de los que confiaban en él – de combate por su defensa, pues la implacable represión dirigida por “el Estado de la vigilancia total” – como Croissant llama al estado alemán – no tolera nada y menos que nada la palabra acusadora, la palabra libre…
Klaus Croissant no ha cedido.
No se ha convertido en el “terrorista” que se pretendía que fuese. Nadie – y sobre todo nadie en Francia en el momento de su petición de asilo político, en julio de 1977 – creyó en esta acusación absurda: él estaba libre en París, la polícía sabía donde encontrarle y le hubiera detenido de considerarle “peligroso”. Pero, en agosto y septiembre, las presiones aumentaron y la acusaciones de Klaus Croissant, emitidas por la televisión francesa, tenían aire de desafío: convenía que no hablara…
Klaus Croissant no ha cedido.
Yo soy de los que dicen a quienes le confían su defensa: toda mi palabra o mi eficiencia para defenderos lo mejor posible, pero no coartéis mi libertad de palabra. No pronunciaré un doble discurso: lo que yo diga a la audiencia será mi verdad, intentaré hacer de modo que vosotros expliquéis la vuestra. Puede ocurrir, debe ocurrir que ambas discrepen.
A menudo he discutido con Klaus Croissant de estos problemas. Él siempre me dijo: “muchos de nuestros jueces son antiguos nazis, la represión se vuelve científica. Contempla la muerte de Holger Meins, de Ulrike Meinhof, de Gudrun Ensslin, de Raspe, de Baader… Si el abogado no defiende con todas sus fuerzas a los clientes que siente, ve y sabe amenazados de muerte, no es “digno de serlo”.
Klaus Croissant no ha cedido.
Habría podido defenderse de otro modo, adoptando una parte del lenguaje de sus jefes, dando impresión de arrepentimiento o de acomodación a las realidades que había querido ignorar; prefirió pronunciar un discurso duro y sin concesiones, con riesgo de inquietar a sus amigos, como para hacerles entender con humor que sus consejos no le harían cambiar de rumbo.
Klaus Croissant no ha cedido.
Que no se espere de mi una crítica respecto a este hombre detenido, entregado, después de extraordinarias controversias jurídicas, de debates inolvidables y muy enrarezidos sobre el carácter político de tal o cual acto. Fuente de extradición u obstáculo a la extradición, azar aparente u oculto: a los MacNair no se les castiga con la extradición, a Croissant sí, a Abou Daoud no, a Winter sí, a Mac Cann no… Bonita diversidad de apreciación. No criticaré a Klaus Croissant prisionero en La Santé, entregado el 1º de noviembre de 1977, precipitadamente…
Klaus Croissant no ha cedido.
Temimos entonces por su vida, una vida que podía concluir –y era posible de haberse tratado de otro hombre- con el suicidio como demostración “terrorista”, con el suicidio como medio último –y refinado- de oposición mórbida: la hoja de afeitar de su primera mesita de noche en Stammheim no fue únicamente simbólica. Con el tiempo hicieron cuanto pudieron por destruirlo –y de manera sutil en la lentitud de un proceso interminable- ante aquellos mismos que se habían indignado por su extradición y que tal vez se cansaban de defenderle ya que podían olvidarle…
Klaus Croissant no ha cedido.
Sus textos, leídos por un lector en un contexto diferente al de Stuttgart, pueden sorprender. Deben situarse en aquel contexto, en aquella justicia implacable de Stammheim, metalizada, electrónica, deslumbrante –con la paradoja engañosa para el ciudadano sensible de una condena “moderada”, según comentarios casi unánimes, una condena de dos años y medio de prisión, cuando seguramente, se merecía más…
Klaus Croissant no ha cedido.
Ojalá este hombre pueda estar libre cuanto antes y contarnos cómo y por qué no ha cedido.

Introducción de Jean-Jacques de Felice, para la editorial Maspéro, en cahiers libres 353, 1979 y publicado en castellano como introducción a Proceso en la República Federal alemana, Klaus Croissant, Anagrama 1979.

2008/02/25

Declaración de Jan Carl Raspe en el proceso de Stuttgart- Stammheim, y cartas de Baader y Ensslin a sus abogados antes de ser suicidados


11 de mayo de 1976

No hablaré mucho.
Pensamos que Ulrike ha sido ejecutada.
No sabemos cómo, pero sabemos por quién y podemos mostrar como esto mismo venía siendo sabiamente calculado.
Recordaré las declaraciones de Herold: “las acciones contra la RAF deben siempre ser llevadas de manera a tratar de evitar cualquier postura simpatizante”. Y los de Buback: “la seguridad del Estado existe porque hay gente comprometida con ella. Gente como Herold y yo mismo encontramos siempre una manera”.
Ha sido una ejecución fríamente concebida, como la de Holger, como la de Siegfried Hausner. Si Ulrike hubiese decidido terminar, porque en esto veía la última posibilidad de afirmarse, de afirmar su identidad revolucionaria contra la lenta destrucción de la voluntad en la agonía del aislamiento –nos lo habría dicho- por lo menos a Andreas, teniendo en cuenta su relación.
Creo que la ejecución de Ulrike ahora –en este momento- está motivada por el punto álgido, el primer superamiento político que conoce el enfrentamiento internacional entre la guerrilla y el Estado imperialista de la República federal alemana. Las informativos ya hablan de ello, no diré nada hoy.
Este asesinato se sitúa en una línea estratégica, después de todas las tentativas del Estado desde hace seis años para llegar al punto, para exterminar físicamente y moralmente a la RAF.
Y tienen por objeto todos los grupos guerrilleros alemanes, para los que Ulrike desempeña un papel ideológico esencial.
Querría ahora decir que desde que conozco la relación entre Ulrike y Andreas –y la conozco desde hace siete años-, esta era de intensidad y ternura, de sensibilidad y rigor.
Y creo que es precisamente el carácter de esta relación el que ha permitido a Ulrike soportar los ocho meses en la sección de aislamiento.
Ha sido una relación como la que se puede desarrollar entre hermanos y hermanas, orientada por un idéntico propósito y el rol que ha tenido esta política.
Y era libre –porque la libertad no es posible más que en el combate por la liberación. No ha habido durante este tiempo ninguna ruptura en su relación. No hubiese sido posible porque se determinaba sobre la política de la RAF. Y de haber habido contradicciones muy profundas en el grupo, se definían en una praxis concreta.
En el transcurso del trabajo teórico, el único que se puede en prisión, no pueden encontrar ninguna base, debido a la situación idéntica de lucha, y teniendo en cuenta la historia del grupo. Las discusiones, las cartas y manuscritos de Ulrike hasta este viernes noche aportan la prueba que ha sido exactamente así. Expresan claramente el verdadero carácter de esta relación. Pretender ahora que hubiese habido “tensiones”, un “enfriamiento” entre Ulrike y Andreas, entre Ulrike y nosotros, es una calumnia simple y siniestra que poder utilizar a continuación en la guerra psicológica con el fin de ejecutar a Ulrike: es propio de Buback, en su más completa asquerosidad.
Todas estas tentativas hasta hoy no han llevado más que a una cosa: a una visión cada vez más clara de las fuerzas reaccionarias en Alemania federal, de su fascismo.
J-C Raspe
El 7 de octubre de 1977, Andreas Baader envió a su abogado la siguiente carta:
“Como resultado de las medidas de las últimas 6 semanas, y de algunos comentarios de los guardias, uno puede sacar la conclusión de que la Administración de la Seguridad del Estado - como un guardia que está ahora premanentemente en la séptima planta ha dicho - espera provocar uno o más suicidios aquí, o, en cualquier caso, crear su apariencia. En relación con esto, hago hincapié en lo siguiente: Ninguno de nosotros – y esto está claro a partir de las pocas palabras que hemos podido intercambiar en las últimas semanas, y a partir de años de discusión – tiene la intención de suicidarse. Si somos – como dice otro guardia – “encontrados muertos”, es que hemos sido asesinados, siguiendo el procedimiento habitual y manteniendo la tradición de las medidas políticas y legales aquí”.
Gudrun Ensslin también escribió a su abogado afirmando:
“Temo ser suicidada de las misma forma que Ulrike. Si no hay más cartas mías y me encuentran muerta, en ese caso se tratará de un asesinato”.

Extraido de http://www.germanguerilla.com/red-army-faction/1977excerpts/4.html, artículo en el que se encuentran recopiladas otras evidencias materiales de los asesinatos de Andreas Baader, Gudrun ensslin y Jean-Carl Raspe por parte del Estado Aleman.

2008/02/21

Violencia y brutalidad


por Jean Genet, Paris
para EL PAÍS - Opinión - 16-09-1977
Violencia y vida son casi sinónimos. El grano de trigo que germina y parte de la tierra helada, el pico del polluelo que rompe la cáscara del huevo, la fecundación de la mujer, el nacimiento de un niño, son actos de violencia. Y nadie acusa al niño, a la mujer, al polluelo, al brote, al grano de trigo. El proceso que se hace contra la Fracción Ejército Rojo, el proceso de su violencia es real pero Alemania Federal, y, con ella, toda Europa y América, quieren engañarse. Más o menos oscuramente, todo el mundo sabe que esas dos palabras, proceso y violencia, ocultan una tercera, la brutalidad. La brutalidad del sistema. Y el proceso hecho a la violencia es la brutalidad misma. Y cuanto más grande sea la brutalidad más infamante será el proceso y más imperiosa y necesaria se hará la violencia. Cuanto más dura sea la brutalidad, tanto más la violencia, que es vida, será exigente hasta el heroismo. He aquí una frase de Andreas Baader: «La violencia es un potencial económico».Cuando se ha definido la violencia, como más arriba, es necesario decir lo que es la brutalidad: el gesto o la gesticulación teatral que pone fin a la libertad y sin otra razón que la voluntad de negar o de interrumpir una realización libre.
El gesto brutal es el gesto que rompe un acto libre. Al hacer esta distinción entre violencia y brutalidad no se trata de reemplazar una palabra por otra, dejando a la frase su función acusadora con respecto a los hombres que emplean la violencia. Se trata de rectificar un juicio cotidiano y de no permitir a los poderes disponer a su antojo, para su comodidad, del vocabulario como lo han hecho, lo hacen todavía con la palabra brutalidad, que reemplazan aquí, en Francia, por borrón o incidentes del camino...
Debemos a Andreas Baader, a Ulrike Meinhof, a Holger Meins, a la RAF en general, el habernos hecho comprender, no sólo por palabras, sino por acciones, fuera de las prisiones y en las prisiones, que solamente la violencia puede acabar con la brutalidad de los hombres...
Cuando denuncian las brutalidades de Estados Unidos y de su agente privilegiado, Alemania Federal, es de esta Alemania sierva de la que ellos se preocupan, pero al mismo tiempo, en el mismo movimiento se preocupan de toda la miseria del mundo. Y cuando escriben sobre ello los miembros de La Fracción Ejército Rojo prueban no sólo la generosidad y la ternura velada de sus sentimientos, expresan todavía una sensibilidad muy delicada hacia los que aquí, en Europa, continuamos llamando la escoria. ¿Pero acusar al Gobierno alemán, a la Administración alemana, a la población alemana, qué significa esto? Si Estados Unidos no estuviese físicamente presente en Alemania, si su ambición no hubiese alcanzado esa envergadura, si Europa no le hubiese asegurado a la Alemania Occidental una función policíaca frente al Este, esta espina, que es la Fracción Ejército Rojo, en la carne demasiado grasienta de Alemania sería, tal vez, menos aguda y Alemania, menos inhumana.
Si se quiere, creo ver aquí un doble error. Alemania busca y en una cierta medida lo consigue, dar una imagen de la Fracción del Ejército Rojo terrorífica, monstruosa. Por otra parte, y por el mismo movimiento, el resto de Europa y de América, al estimular la intransigencia de Alemania en su actividad violenta contra la Fracción Ejército Rojo, buscan y, en una cierta medida, logran dar de la Alemania eterna una imagen terrorífica, monstruosa.

2008/02/18

"Meinhof fué una especie de Beatnik prematura"


Entrevista a Jutta Ditfureth, la biógrafa de Ulrike Meinhof
por Cathrin Schütz


Ulrike Meinhof: rebelde en la era Adenauer, miembro del ilegal PCA, activista contra las leyes de emergencia y la guerra de Vietnam, cofundadora de la RAF (Fracción del Ejército Rojo, N. del T.). Entrevista con la biógrafa Jutta Ditfurth.
Jutta Ditfureth fue cofundadora del Partido de los Verdes y de 1984 a 1988 su presidenta federal. En 1991 abandonó, como otros muchos izquierdistas, los verdes. Esta publicista es hoy miembro de la agrupación “Izquierda Ecológica”. En 2001 entró como concejala de la “ÖkolinX-Antirassistische Liste” (Lista Antirracista-Ecoizquierda). El mes pasado apareció en la editorial Ullstein su libro Ulrike Meinhof. La biografía.

Arno Luik, de Stern, se sorprende de que la biografía de “Ulrike Meinhof, una mujer tan muerta como su política, la haya ocupado seis años".
Si hubiera sabido antes que tenía que ser primero investigadora antes de poder ser autora, y si hubiera sospechado que iba a trabajar seis largos y duros años en esta biografía de Ulrike Meinhof y contraer un montón de deudas, no lo hubiera hecho. Entiendo, pues, que Arno Luik se sorprenda. A mediados de los años 90 constaté que, salvo los estudios biográficos de Peter Brückner y Mario Krebs, no existía ninguna biografía de la “enemiga estatal número 1” de los años 70. Intenté entonces hallar una autora, un autor. El intento fracasó. Finalmente me convencí yo misma.
Pero son los medios burgueses los que recientemente han vuelto a colocar en el centro el tema de la RAF con el lema de “30 Años del Otoño Alemán”.
Este debate antiesclarecedor se mantuvo durante todo el año. Empezó con una absurda discusión sobre el indulto y terminó con un exitoso y ahistórico telefilm, en dos partes, de Stefan Aust, difundida por el ARD (el primer canal público de TV, nota del traductor), en el que pudo aparecer como testigo el funcionario nazi Horst Mahler, mientras que al mismo tiempo se despidió, de manera correcta, de la NDR (Norddeutsche Rundfunk canal, radiodifusión del Norte de Alemania, N. del T.), a Eva Herman y el mismo canal ocultó un film interesante y crítico sobre el pasado nazi de la familia del consorcio Quandt relegándolo a última hora de la noche con el título engañoso de “Inge Meysels”.
Los miembros de la resistencia armada de la República Federal son analizados psicológicamente en la presentación de los medios burgueses, se intenta demostrar el “gen terrorista” y desacreditarlos personalmente. Entre ellos cuentan también las manifestaciones tan citadas sobre Ulrike Meinhof de su ex marido Klaus Rainer Rol y su madre adoptiva Renate Riemeck. Se borran así el contexto histórico de esta actuación y la evolución política que condujo a eso. ¿Cuáles son las etapas más importantes en la evolución política de Ulrike Meinhof?
Tendría que resumir grandes partes de mi libro.
Inténtelo, aunque sea muy breve.
Hubo sutiles revueltas culturales. La joven Meinhof no sólo fue la estudiante formal, cristiana, que tocaba el violín, sino una especie de beatnik prematura. Amó mujeres y hombres. Apenas se ajustaba al papel de las jóvenes de la era Adenauer. En la evolución política de Meinhof se cuentan unos 12 a 15 años de rebelión plena: campaña contra el rearme y movimiento contra las armas nucleares, pertenencia al PCA de 1958 a 1964, las disputas entre el SPD (partido socialdemócrata alemán, N. del T.) y SDS (Sozialistischer Deutscher Studentenbund, Federación de Estudiantes Socialistas Alemanes.N. del T.) ), muchas luchas políticas antes de la oposición extraparlamentaria de 1967/68. Los 22 años que van de 1945 a 1967 y las experiencias de varias generaciones de jóvenes que lucharon contra los viejos nazis, por una verdadera democratización de la sociedad, contra las guerras de Corea, Argelia, y luego contra las leyes de emergencia y la guerra de Vietnam, todas estos conflictos casi se han olvidado hoy. Se esfuman en la sombra de ciertos sesentayochos (por los acontecimientos de 1968, N. del T.), ahistóricos, aunque influyentes, cuando, por ejemplo, afirman que antes de 1967 los jóvenes no sintieron jamás las porras de la policía germano- occidental. Y una se pregunta quién mató realmente al joven comunista Philipp Müller en Essen en n1952, y quién persiguió, desposeyó, pegó y encarceló durante los años 50 a miles de jóvenes y viejos izquierdistas tan sólo por sus ideas.
Cuando Ulrike Meinhof, a principios de 1968, con sus 33 años, se muda finalmente con sus hijos a Berlín, no es que se marche en retirada. En Febrero, el gran congreso internacional de Vietnam refuerza la autoconciencia de la izquierda germano-occidental. Pero el 11 de abril cae víctima de un atentado el “amigo político favorito” de Ulrike Meinhof, según Rudi Dutschke. Por muy diversas razones, la APO (Ausserparlamentarische Oposition, Posición extraparlamentaria, N. del T.) se desintegra en numerosos componentes. El Pacto de Varsovia ataca en agosto la Primavera de Praga, un trauma para izquierdistas como Ulrike Meinhof. Por muchas razones que expongo en el libro, apoya un año después del Congreso de Vietnam y un año antes de la liberación de Andreas Baader, a principios de la primavera de 1969, el ataque a un barco de guerra que la dictadura portuguesa había encargado a los astilleros Blohm & Voss de Hamburgo.
Ulrike Meinhof pasa a la clandestinidad después de que el 14 de mayo de 1970 en la liberación de Andreas Baader se disparase inesperadamente a un empleado. Riemeck dice que Meinhof no pensó bien las consecuencias de la acción. ¿Es que de repente volvió a encontrarse en la ilegalidad?
Renate Riemeck ha mentido tanto a lo largo de toda su vida que también se descarta aquí como testigo. Hasta el final de sus días ocultó su pasado nazi y difundió la mentira de que ayudó a los judíos. También tendría que volver a investigar su biografía, siempre se la ha creído. No, no fue así. Hay una evolución larga, polifacética, y no una decisión de un día o tonterías semejantes. Lo cierto es que Ulrike Meinhof se había decidido ya por la clandestinidad y la lucha armada meses antes de la liberación de Baader en mayo de 1970.
El abogado de Meinhof, Heinrich Hannover, escribe en sus “Erinnerungen” (Recuerdos), que los abogados fueron tratados desde la primera hora como cómplices de sus mandantes “terroristas”. Lo que usted escribe sugiere también que fue imposible cualquier tipo de defensa.
¿A qué “hora” se refiere? En sus “Recuerdos”, Hannover se refiere al intento, en junio de 1972, de ver a Ulrike Meinhof, encarcelada por la Cancillería Federal. Eso lo consiguió cuatro días después. Hasta entonces se le aplicaron a su mandante toda clase de análisis, incluso violentos, pero sobre todo análisis corporales humillantes, conscientes, por un Estado que afirma ser un Estado de Derecho. A partir de este momento escaló también el trato del Estado con los abogados.
Precisamente desde que en los últimos meses volvieron a centellear en las pantallas imágenes de acusados perturbadores, insultantes, en el proceso de Stammheim considero importante observar que solamente estas escenas del proceso saldrían al público.
Estamos en 1975 y Ulrike Meinhof, Gudrun Ensslin, Andreas Baader y Jan Carl Raspe están acusados ante la Audiencia Territorial de Stuttgart-Stammheim. Tras cuatro años de encarcelamiento miserable, inhumano, se hallan en un estado físico y psíquico que hasta los peritos del tribunal, esto es, peritos rechazados por los presos y sus abogados, consideran tan deplorables que atestiguan su incapacidad para actuar. A pesar de todo no se reduce la duración de la vista. No se aceptan ni las pausas recomendadas ni la unión en grupos interactivos mayores, como recomiendan los médicos. Durante cierto tiempo Ulrike Meinhof tiene mucho miedo a derrumbarse ante el tribunal, a desmayarse ante sus enemigos. Entonces los procesados descubrieron que eran excluidos y, por eso, podían forzar pausas de recuperación cuando tras prolongadas e inútiles disputas verbales insultaban al juez presidente con epítetos como “cara de culo” o cosas semejantes. Esto es lo que salía sobre todo al exterior.
Hace poco, Stefan Aust vendía la vieja teoría de que el conflicto con otros presos de la RAF llevó a Ulrike Meinhof a suicidarse.
Claro que en estas condiciones de encarcelamiento también había discusiones duras, violentas, agresivas, entren los detenidos. Eso también ocurre en comunidades de vecinos, en el centro de trabajo o en las familias bajo condiciones mucho más favorables. De la disputa entre Gudrun Ensslin y Ulrike Meinhof dan fe las cartas de ambas, pero hacia tiempo que acabó, antes de que muriese Ulrike Meinhof.
Se insinúa también por entonces Meinhof también se distanció de la RAF.
Ulrike Meinhof fue hasta su muerte miembro convencido de la RAF. Poco antes de su muerte urdió una nueva campaña que debía demostrar la colaboración entre los EEUU y el Gobierno federal en la guerra de Vietnam. Si se hubiera querido salir lo hubiera podido hacer fácilmente. Había personas próximas a ella que hubieran reaccionado inmediatamente al menor indicio suyo. Lo que dijo una vez ante el tribunal y lo que devotamente se cita no fue ninguna insinuación con la que quisiera aclarar a la justicia ninguna contradicción en el comportamiento.
Desde que Ulrike Meinhof fue hallada muerta en su celda el 6 de mayo de 1976 en la JVA de Stuttgart-Stammheim se enfrentan la dos teoría del suicidio y del asesinato por encargo del Estado.
Hay muchas cosas curiosas. Expongo con toda precisión los resultados de mi investigación en mi libro. Las actas de la justicia eran más contradictorias de lo que sospechaba. No sé si fue suicidio o asesinato. Pero cuando una presa bajo la “custodia” del Estado y en condiciones de detención inhumanas comete suicidio es algo que me parece bastante terrible. Entre las cosas curiosas está lo siguiente: Se impidió que los médicos que gozaban de la confianza de la hermana o de los abogados de la muerta estuvieran en la decisiva primera autopsia. Hasta dos días después de su muerte no pudo ver el cadáver, ya bastante estropeado, el segundo perito, el catedrático Jansen, director del Instituto de Medicina Jurídica de la Diversidad de Hamburgo. Explicó que esta autopsia posterior tiene “posibilidades de conocimiento mucho más reducidas”. Como ya había pasado demasiado tiempo, no podían realizarse en absoluto determinados análisis. Los que efectuaron la primera autopsia dijeron que era “suicidio”, y Jansen no pudo ya constatarlo, sobre todo teniendo en cuenta que la fiscalía les prohibió proporcionarle información.
De su libro se deduce que usted ha conseguido hablar también con los de la RAF que han rechazado los actuales espectáculos de propaganda. ¿Cuál ha sido su actitud ante su proyecto de libro?
Hace decenios que se conoce mi posición de izquierdista no dogmática. Hubo, naturalmente, muchas discusiones, escépticas, reservadas, pero también creaciones amistosas. Evidentemente algunos han hablado conmigo, unos se mencionan en los agradecimientos, otros no.
Volviendo a Stern. ¿Está Ulrike Meinhof políticamente muerta?
Es evidente que no si considero las reacciones a mi libro, las conferencias repletas de asistentes, las reacciones sumamente diferentes de los medios, las impresionantes cartas que recibo. Pero lo que esto pueda significar políticamente es otra cuestión muy distinta.

Traducido por Vicente Romano para Rebelion y Tlaxcala para Jungewelt