Josef B***, veintitrés años, admira a Napoleón y pintar retratos de Hitler. Participa en reuniones de la extrema derecha y lee con fervor la prensa de Axel Cesar Springer. El jueves 11 de abril, tres días antes del domingo de pascua, decide pasar a la acción, se embosca delante de la sede de la unión de estudiantes socialistas, y espera. Cuando Rudi Dutschke coge su bici roja, se abalanza sobre él. Al menos dos de sus balas hacen blanco: una en la parte derecha del pecho, la otra en la cabeza. A continuación Josef B*** huye, pero los amigos de Dutschke corren más rápido que él: pasa un mal cuarto de hora para terminar en el mismo hospital que su victima. Ésta oscila entre la vida y la muerte, pero sobrevivirá finalmente aún algunos años (hasta navidades de 1979). Josef B*** acaba de encender, con ayuda de Springer, un incendio europeo.
En esta semana santa, como cada domingo en Alemania, la única prensa que aparece es la de Axel Springer que difunde su versión del atentado. En Berlín, tres mil cascos prusianos, detrás de tres filas de alambre de espino, intentan en vano proteger la sede donde se imprime el Bild. Los camiones de reparto son bloqueados, cinco son incendiados. La escena se repite en Hamburgo, Essen y Frankfurt.
En las iglesias alemanas, los oficios son interrumpidos, se distribuyen panfletos. En Munich, en la iglesia de San Mateo, unos jóvenes despliegan una pancarta: “Parad a Springer”. En Dusseldorf: “Springer asesino”. En Aix la Chapelle: “Jesús, Martin Luther King, Rudi Dutschke”. Entre los manifestantes aparecen a la par tanto cruces como banderas rojas.
En numerosas ciudades de Europa, las manifestaciones interrumpen el normal desarrollo del domingo de pascua. En Zurich, donde Rudi Dutschke había recibido autorización para hablar en la universidad, se quema una efigie de Springer.
En Paris cuarenta y ocho horas después de la tentativa de Josef B***, cuatrocientas personas se juntan delante de la embajada de Alemania. Pero los cascos de los CRS no dejan pasar a nadie, de tal manera que la manifestación se repliega sobre el bulevar Saint Michel donde estallan escaramuzas. Dos días más tarde, durante el transcurso de una manifestación de apoyo a los estudiantes alemanes, Cohn Bendit toma la palabra para denunciar lo que él mismo llama violencia policial.
En toda Europa, los estudiantes viven la misma revuelta. Mayo del 68 ya puede empezar.
En esta semana santa, como cada domingo en Alemania, la única prensa que aparece es la de Axel Springer que difunde su versión del atentado. En Berlín, tres mil cascos prusianos, detrás de tres filas de alambre de espino, intentan en vano proteger la sede donde se imprime el Bild. Los camiones de reparto son bloqueados, cinco son incendiados. La escena se repite en Hamburgo, Essen y Frankfurt.
En las iglesias alemanas, los oficios son interrumpidos, se distribuyen panfletos. En Munich, en la iglesia de San Mateo, unos jóvenes despliegan una pancarta: “Parad a Springer”. En Dusseldorf: “Springer asesino”. En Aix la Chapelle: “Jesús, Martin Luther King, Rudi Dutschke”. Entre los manifestantes aparecen a la par tanto cruces como banderas rojas.
En numerosas ciudades de Europa, las manifestaciones interrumpen el normal desarrollo del domingo de pascua. En Zurich, donde Rudi Dutschke había recibido autorización para hablar en la universidad, se quema una efigie de Springer.
En Paris cuarenta y ocho horas después de la tentativa de Josef B***, cuatrocientas personas se juntan delante de la embajada de Alemania. Pero los cascos de los CRS no dejan pasar a nadie, de tal manera que la manifestación se repliega sobre el bulevar Saint Michel donde estallan escaramuzas. Dos días más tarde, durante el transcurso de una manifestación de apoyo a los estudiantes alemanes, Cohn Bendit toma la palabra para denunciar lo que él mismo llama violencia policial.
En toda Europa, los estudiantes viven la misma revuelta. Mayo del 68 ya puede empezar.
Texto extraído y traducido de: "Double, un rapport", de Daniel de Roulet.