El Premio Nobel Heinrich Böll escribió esta novela a principios de los años 70, que fue cuando nacieron en Alemania los primeros grupos de lucha armada como la RAF o el Movimiento 2 de junio. Nacieron como consecuencia del movimiento del 68, que con sus métodos no consiguió llegar a su meta: un mundo más justo y sin guerras
Harry STÜRMER Profesor de alemán y traductor (Goethe-Institut)
El próximo 29 de febrero tendremos la oportunidad de ver una excelente película en la casa de cultura de Okendo de Donostia (19.00). Una película que no se ve todos los años. Y no es por lo del año bisiesto. Se trata de «El honor perdido de Katharina Blum». Volker Schlöndorff rodó la película en 1975, cinco años antes de recibir un Oscar por «El tambor de hojalata» y un año después de la publicación de la novela del mismo título («Die verlorene Ehre der Katharina Blum») del escritor alemán y Premio Nobel, Heinrich Böll.
El tema de la película son los valores, el honor, de un ser humano en contraste con los métodos de los, o algunos, medios de comunicación. El personaje central es Katharina Blum, una modesta mujer alemana divorciada, trabajadora, sincera y serena, a quien llaman «la monja». Un día de carnaval se deja animar por una amiga y acude a una fiesta donde conoce a un hombre atractivo y simpático que le confiesa que había desertado del Ejército y está siendo buscado por las fuerzas de seguridad del Estado. Katharina decide escuchar a su corazón y le deja dormir en su casa, no sin indicarle antes una vía de posible fuga. Así, cuando a la mañana siguiente la policía irrumpe en su domicilio, ella se queda tranquila con su conciencia. Pero su estado de ánimo cambia al ver la campaña que la prensa, en armonía con las fuerzas del Estado, lanza contra ella. Llegándose al punto de... Pero no vamos a anticipar aquí toda la película.
Lo que sí podemos decir es que, al final de la película, Katharina, a pesar de todas las posibles vulneraciones de unas leyes establecidas en el Código Penal, jamás ha perdido su honor, todo lo contrario. Ella es la heroína santa de la historia, defendiendo los valores que la prensa ya perdió hace tiempo en Alemania (y en otros sitios).
El Premio Nobel Heinrich Böll escribió esta novela a principios de los años 70, que fue cuando nacieron en Alemania los primeros grupos de lucha armada como la RAF o el Movimiento 2 de junio. Nacieron como consecuencia del movimiento del 68, que con sus métodos no consiguió llegar a su meta: un mundo más justo y sin guerras.
Según los afiches de «se busca» de la Policía -que eran utilizados por primera vez desde los tiempos nazis como método público de persecución en Alemania- la periodista estrella de izquierdas Ulrike Meinhof estaba involucrada en la liberación del militante Andreas Baader. Éste cumplió cadena en la cárcel por haber atentado contra un centro comercial, como protesta contra el consumismo y la indiferencia ante la guerra de Vietnam. Böll pidió públicamente garantías estatales para que la periodista se entregara voluntariamente. Pero se equivocó doblemente, ni el Estado alemán, empezando a desarrollar todo su arsenal antiterrorista contra este grupo opuesto al sistema, estaba dispuesto a dar estas garantías, ni Ulrike Meinhof quería entregarse para volver al arma de la pluma.
El Estado alemán y su prensa se tomaron muy mal esta iniciativa del Premio Nobel, más aún cuando la RAF (Rote Armee Fraktion - Fracción del Ejercito Rojo; a cuenta del trabajo de los medios de comunicación conocido aquí solamente bajo el nombre de los Baader-Meinhof) puso una bomba en el headquarter que el ejército de EEUU tenía en Heidelberg para planificar sus bombardeos sobre Vietnam. La prensa atacó sin perdón a la «Baader-Meinhof-Bande» (la banda - criminal / terrorista intuiría automáticamente el lector y la lectora - de Baader y Meinhof) mientras Heinrich Böll insistió públicamente en que, como mucho, se podría hablar del «grupo» Baader-Meinhof. Consideraba necesario este matiz para no juzgarles de antemano, o ponerles en el mismo bote que una simple banda mafiosa con fines criminales. La prensa no perdonó. De repente, el mismo Heinrich Böll se convirtió en blanco de la prensa alemana, empezando por el periódico sensacionalista de mayor tirada en Alemania, el «Bild-Zeitung», que empezó una verdadera caza de brujas contra el Premio Nobel.
Será por la experiencia sufrida en su propia piel por lo que Heinrich Böll escribe un epílogo a la novela aclarando lo siguiente: «Las personas y acontecimientos son de pura ficción. (...) Similitudes con las prácticas de la `Bild-Zeitung' no son intencionadas ni casuales, sino inevitables».
Heinrich Böll no perdió su honor. Después del encarcelamiento de Ulrike Meinhof, pidió permiso para visitarla y ver él mismo las condiciones de su aislamiento -denunciado como «tortura blanca»- lo que le fue denegado. Y hasta poco antes de morir, en 1985, participó con grupos pacifistas, en plena Guerra Fría, en los bloqueos de las bases americanas donde se guardaban armas atómicas en terreno alemán.
¿Dónde están los y las intelectuales y famosillos en el Estado español que se atrevan a levantar su voz a favor de la moral y el honor, en vez de guiñar un ojo al poder del Estado?