2009/01/17

Bajo el signo de marte, de Fritz Zorn

Y además el odio; ese odio que a pesar de toda esta ausencia de esperanza, esta carencia de sentido, esta falta de salida da zarpazos y muerde todavía y detesta como un animal acorralado: eso también soy yo. Estoy destruido, pero no pacto con los que me han destruido. Hasta la última porción de mi yo, agotado por el sufrimiento y el tormento, devorado por el cáncer, muere ahora, pero protestando. La protesta es una noción que sobrepasa la del sentido o la del sinsentido. ¿Tenía sentido el que Ulrike Meinhof hubiera declarado la guerra total a todo un país?


"Tener sentido" no es, indudablemente, la palabra justa para eso, "no tener sentido", tampoco. Puede ser que lo que hizo tampoco tuviera sentido, lo admito, pero era coherente. Yo no sé cuáles son las circunstancias que impulsaron a Ulrike Meinhof a convertirse en terrorista; pero en ningún caso podría tratarse de buenas circunstancias, ya que nadie se hace terrorista porque las cosas le van bien. Y probablemente su vida era una vida desdichada, puede ser que hasta fuera una vida desprovista de sentido, pero había una cosa en su vida: el espíritu de lucha. Es cierto que, por el momento, yo no arrojo bombas; pero creo tener yo también espíritu de lucha. Aunque ese espíritu fuera lo único que tengo.